Para los habitantes de esta chinampa semiperdida llamada Xochimilco, Chalma es símbolo de fe, religiosidad, sacrificio y respeto. La palabra peregrinación tiene relación directa con este santuario del Estado de México y no es para nosotros ajeno el escuchar todo el año sobre las innumerables marchas programadas a este sagrado lugar. La imagen venerada es conocida como el Santo Señor de Chalma, un cristo por demás milagroso y el cual aparece lo mismo en un magneto para auto, que en una fotografía dentro de una casa o bien en replicas exactas en varias partes del centro del país.
A Chalma se llega bailando, por primera vez se llega de mañana con una corona de flores en la cabeza, se danza en el ahuehuete, se comienza a pedir desde ahí, desde antes de dar principio a la caminata final que lleva hasta la iglesia. El recorrido de uno o más días a pie queda atrás, cómo se llegó hasta este lugar ya no tiene importancia. Desde aquí, desde esta explanada llamada Chalmita tan llena de música, danza y llanto comienza el santuario mismo.
Y contra todos los pronósticos se pasa de la danza al mercado, aquel mercado que precede a la iglesia. Esa enorme fila de puestos que parece instalado ahí como desafío a los fieles presentándoles tentaciones convertidas en pan, sopes, barbacoa, en oloroso pulque y dulce cajeta. Un mercado que invita a quedarse, a disfrutar todo lo que se ofrece antes de llegar al destino final.
Conforme se recorre esta única entrada, el panorama cambia considerablemente, la comida va quedando atrás y comienzan los artículos de madera, pequeños juguetes y miles de cosas para el hogar. Al acercarse a la iglesia ya se venden las imágenes de cristo, aquellas que abren y cierran los ojos mientras uno avanza, crucifijos de enorme tamaño, pequeños altares, imágenes, escapularios y ojos de venado.
Por fin el esfuerzo es coronado, aún con el bullicio de la vendimia aparece el edificio y su pequeña explanada. Se aprecia el santuario precediendo a la barranca y un nuevo murmullo se hace presente en el ambiente, es el murmullo del agua, el murmullo del río que en ese momento no es visible. Al mismo tiempo que se corona el esfuerzo se descoronan los fieles, las flores que se han puesto en la cabeza habrán de quedar en la entrada de la iglesia formando torres naturales multicolores que dan una imagen muy particular de la puerta a la llegada.
Dentro del recinto la solemnidad se apodera del ambiente, el Señor de Chalma apenas es visible en el altar y como es de esperarse en un principio todas las miradas se dirigen a él para después perderse en la cúpula o en el piso con la acción de lanzar oraciones, suplicas o un simple pero sincero agradecimiento. La gente se persigna una y otra vez esperando la misa que le será dedicada así como todas las bendiciones que han sido ganadas. Bien valió la pena el sacrificio.
La última vez que visité Chalma lo hice con mi familia, no recorrimos el camino a pie sino en auto, pasamos la mañana escuchando misa y por la tarde decidimos visitar Malinalco: un pequeño poblado ubicado a cinco kilómetros del santuario. Malinalco es un lugar famoso por sus danzantes, se dice que en este lugar los caballeros aztecas se preparaban para la guerra y es por eso que las danzas bélicas que desarrollaron fueron transmitidas de generación en generación dando origen a los actuales grupos de esta zona.
Después de comprar una dotación de tlacoyos de frijol y haba subimos el cerro que es parte del poblado. En lo alto del mismo pudimos hallar una pequeña zona arqueológica que hace las veces de mirador. La vista era increíble, la vegetación apenas dejaba ver las casas de Malinalco y algunas construcciones de los alrededores.
Apartado de la familia, sentado en lo alto del cerro, con un tlacoyo en la mano y con la mirada dirigida al vacío escuchaba una conversación en inglés de una pareja de gringos que habían estado en Chalma. Ellos no se explicaban el motivo de la visita de tantas personas a este lugar, de cómo la gente recorre kilómetros y kilómetros con el simple propósito de adorar una imagen llamada milagrosa, como se llega suplicando o agradeciendo para después bañarse en el río y posteriormente sucumbir a las delicias del mercado haciendo de un acto pagano toda una celebración.
...la sangre que corre por los sacrificios
mestizo has de ser
por tus vicios.
Me di cuenta que yo tampoco conocía el motivo de dichos actos y traté de llegar a una respuesta simple. Mientras los danzantes ensayaban en la plaza del pueblo y la música subía por el cerro mezclada con el ruido de cascabeles, murmullos y caracoles, me vino a la mente la inscripción de una placa en la iglesia de Chalma que refería a la historia del lugar, una inscripción corta pero que me provocó este pensamiento : en esencia no hemos cambiado, seguimos siendo los mismos hombres de maíz que hace cientos o quizá miles de años visitábamos ese lugar que ahora llamamos Chalma. Veniamos aquí para adorar a Chicomoztoc (el señor de las siete cavernas), deidad que ahora sigue presente en el santuario atrayendo masas al igual que antaño pero ahora con una nueva imagen y por supuesto con un nuevo nombre : el Santo Señor de Chalma.
Por cierto, los tlacoyos de esta zona son de los más ricos que he probado.