La semana pasada mientras buscaba algo que ver en la TV me encontré con una agradable sorpresa, el canal 11 del IPN (Instituto Politécnico Nacional) transmitía en horario de 10 de la noche una película norteamericana filmada (casi en su totalidad) en la ciudad de México. El nombre de dicha cinta es Gaby, una historia verdadera.
La película se basa en hechos reales y relata la vida de Gabriela Brimmer, una chica mexicana de padres alemanes, quien a lo largo de la historia, se ve obligada a sortear mil y un obstáculos impuestos por su enfermedad. Gaby nació con parálisis cerebral y a pesar de la pronta atención prestada al caso, su cuerpo quedó inmóvil desde los primeros días de su vida. Sólo pudo desarrollar el movimiento de un miembro: el pie izquierdo.
A pesar de su limitación, fue con el pie izquierdo que Gaby aprendió a comunicarse con su entorno (señalando una pizarra o escribiendo a máquina) y así llegar a cumplir metas tan importantes como la culminación de una carrera universitaria, el poder adoptar a una niña y lograr la creación de un centro para la ayuda de personas discapacitadas.
Hace aproximadamente dos años una amiga me dijo que Gaby había muerto en esta misma ciudad de México . No la conocí, apenas la vi un par de veces pero recuerdo bien la primera de ellas: Gaby entró en una silla de ruedas ayudada por la nana Florencia, todo su cuerpo estaba descompuesto pero sus ojos miraban con detalle todo el entorno de aquella su organización. La percibí molesta, había demasiada gente de pie, demasiada inactividad para ella que siempre pensaba en algo y maquilaba a una velocidad mayor a la de cualquiera de nosotros. Aun y con todo eso, Gaby sonrió, sonrió y expreso con una mirada común un gesto de agradecimiento para aquellos que laboraban en dicho lugar así como una mirada llena de duda para los que cumplíamos con el riguroso servicio social.
A propósito de la semana pasada, en casa recibimos la visita de mi prima Laura. Ella llegó con sus dos hijos, esposo y madre incluida desde las lejanas tierras oxaqueñas de Zaachila.
"Zaachila, el lugar donde se fabrican las nubes
Zaachila, donde los duendes brincan y se confunden con los niños
Zaachila del cementerio ardiente, de las brujas en el cerro y más..."
A Laura le agrada estar en casa de mis padres, le gusta estar en el patio delantero tomando el debil sol capitalino. Antes de comenzar su entrenamiento pasó cuatro tardes admirando flores y escuchando pájaros, después de elegir sus plantas favoritas llenó la cajuela del auto de algunas adquisiciones xochimilcas: rosas, gladiolas, patas de elefante y muchos pensamientos.
Con todo el dolor de su corazón, mi prima se quedó en la capital y el resto de la familia regreso en auto (con cajuela llena de flores) al sureste mexicano.
El próximo mes Laura viaja a Malasia a competir en el mundial de levantamiento de pesas, ahora mismo se encuentra en la concentración requerida. Ella es una deportista destacada pero lejos de su medalla de bronce en Australia, todos los primos le envidiamos la familia de oro que ha logrado formar con Fidelio (su esposo), Ana y Cristian (sus hijos) además de ese carácter que siempre la ha sacado avante.
Viendo la película sobre la vida de Gaby me vinieron a la mente aquellos atletas mexicanos en silla de ruedas en competencias paralimpicas. Ellos siempre dando lo mejor. Los hombres con piernas redondas parecen hechos para superarlo todo, hechos para sortear, hechos para ganar . Y es entonces cuando toman sentido las palabras de Gabriela Brimmer:
"¿Quién soy?
Soy un producto de mi tiempo,
soy una esclava del motor,
el motor de un coche, de una licuadora,
de un televisor,
me gusta subir a los aviones
y oír el ruido del tractor
escuchar la música concreta
y estoy pensando
ponerle a mi silla
un motor."
Gaby le puso a su silla el mejor motor que pudo encontrar, se llama Florencia y todos la llaman cariñosamente nani. Los atletas mexicanos son motores incansables sobre sus modernas sillas, caminan, corren, vuelan como nunca, ganan como siempre.
Ojalá y Laura también gane para nosotros en el mundial de Malasia, ojalá lleve otra medalla a Oaxaca, a Zaachila. Y si no es así, que se lleve de aquí más y más flores, aunque esta vez tendrán que ser menos. En el lugar que plantas y flores ocupaban en la cajuela, Laura tendrá que situar ahora su eterna silla de ruedas. Así que en esta ocasión se quedarán todos los rosales, todas las gladiolas y todas las patas de elefante, aunque creo que la silla de Laura nunca ocupará el lugar de sus consentidos, nunca ocupará el sitio que tienen sus preciados pensamientos.