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El PianistaDir.: Roman Polanski. 2002.No pocas polémicas despertó y despierta el estreno de la reciente producción de Roman Polanski, El Pianista. En su paso por Cannes dividió a la opinión pública, y sembró malestares imborrables en la crítica, al ser beneficiada injustamente con la Palma de Oro, cuando todos daban por ganadora a la obra maestra del Finlandés Aki Kaurismaki, El Hombre sin Pasado, o a la renovadora Intervención Divina del palestino Elia Suleiman. De nuevo, el mercado común del cine europeo prefería reconocer a la superproducción semita por encima de la filmografía árabe, en pleno apogeo del conflicto entre Sharon y Arafat. Otra vez, Israel triunfaba simbólicamente sobre el medio oriente en el olimpo audiovisual de la alta cultura occidental. De este modo, Cannes fijaba posición en el presente de la geopolítica global. Sin embargo,los periodistas anglosajones interpretaron el fallo del jurado como la rutinaria y tradicional condecoración a la carrera de un autor indispensable de la historia; otros reporteros norteamericanos, como el no menos acostumbrado y propagandístico reconocimiento a las víctimas del holocausto polaco; y docenas de exegetas de la competición, como el claro divorcio del Festival con el arte y ensayo, para arrodillarse a los pies del populismo cinematográfico. La controversia, sin embargo, no terminó allí, o al menos no culminó en la costa francesa. Progresivamene fue traspasando fronteras y naciones hasta arribar a Latinoamérica. En Argentina, El Pianista cautivó a los reporteros inconsistentes de la farándula cultural, a las versiones sureñas de nuestro Aquilino José Mata. En cambio, decepcionó a los académicos, a las versiones porteñas de nuestro Alfredo Roffe. Por el lado del reporterismo espectacular se encomió, no sin razón, la congruente reconstrucción histórica del film, la soberbia dirección de arte, el desempeño de Adrien Brodry en el papel principal, la sobrecogedora banda sonora y la consistente puesta en escena de Roman Polanski, siempre lindante al proscenio de sus obras laberínticas y opresivas: Repulsión, El Bebé de Rosemary, El Inquilino, La Muerte y la Doncella, Chinatown y Luna de Hiel. Por parte del periodismo especializado se condenó, con justificación, el pretencioso despliegue de producción, el lamentable hecho de que las concesiones al mercado yanqui hayan determinado que los judíos polacos de El Pianista no hablen en yidish o en polaco sino en ingles(1), y el imposible hollywood ending amparado por el chantaje docudramático de la película basada en hechos reales. En Venezuela, El Pianista fue celebrada como otra epifanía del cine de autor. La aplaudió Alfonzo Molina y Michelle Badillo. En general, cautivó a propios y extraños. No hubo mayor discusión en torno a ella, probablemente por falta de pruebas en su contra o por resignada sumisión a su empalagosa armonía. El Pianista toca los acordes de una sinfonía monótona, sin altos y bajos, demasiado proporcionada, demasiado mesurada y pareja, para ser verdad. Irrumpe y clausura al ritmo del mismo concierto incidental, como en las Olimpiadas, sean o no de la risa. La música apenas se ve interrumpida por el intermedio fascista. Antes y después, el arreglo del final feliz sigue el curso natural de las buenas nuevas. A pesar de los retrasos y atrasos, como diría Alexis Correia, el show de Chopin debe continuar. Mejor imposible. -Sergio Monsalve |
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La Revolución No Será Transmitida
Dir.: Kim Bartley. 2002.
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MagdaVenezuela-Gran Bretaña.
No avanza el cortometraje nacional, estacado en el bendito problemita de la guerra de los sexos, en el puritanismo aleccionador del docudrama sensacional, en el enfoque editorial de cualquier argumento, en el tímido intento de hacer cine, para terminar produciendo el mismo fiasco conceptual de un folletín chato de fotografía, romo de iluminación, timorato y pusilánime, como un cuña de Alianza Para Una Venezuela Sin Drogas, escrita por Anna Vacarella, dirigida por David Perez Hansen, y subproducida por Enrique Lazo. El séptimo arte con escrúpulos de la cinefilia conservadora. Entre tanta moralina disfrazada de meditación comprometida, entre tanto predicador con escapulario ajeno, surge un supuesto rayo de luz del cine nacional, otra esperanza blanca formada en el extranjero, dispuesta a repotenciar al gran paro cultural que afecta a la clase media desde el Viernes Negro. Se trata nada más y nada menos que de una maravilla dirigida en Londres, por dos jóvenes promesas, con tan buenas ideas como Anna y David. El milagro lleva por título, en ingles y en español, Magda, como la Magdalena de La Última Tentación de Cristo, pero sin su talento. A diferencia de la meretriz bíblica de Martin Scorsese, la lolituta o prostilolita del corto en cuestión, come fast food, sueña con pajaritos preñados, ríe tapándose la boca, es frígida por inconformismo, y anhela cambiar de fortuna, cual cenicienta de Mujer Bonita. La posibilidad de escape, la inevitable redención inherente a la construcción del personaje, no representa el mayor lastre del guión. Total, es un objetivo legítimo de cualquier antihéroe caído en desgracia. Lo desdeñable, sin duda, causa malestar en la vista, en el estomago y en el alma. Desagradable para los ojos, a estas alturas del partido, tres fuera de foco en un mismo corto. Por separado,durante una sesión de Cotrain, o en un ciclo de ganadores de Viart, me los calo, con dolor, pero me los calo. Ahora bien, en quince minutos filmados en Londres, ni de broma.Si a eso agregamos una absoluta inconsistencia formal, acompañada de musiquita con mensaje, el balance definitivo no puede ser más indigesto. Los chicos, en su primer examen parcial, raspan con cero cinco, por incurrir en delitos y faltas de lesa probidad audiovisual, por repetir al caletre giros del manual de guión, por contabilizar imperdonables errores de sintaxis, por concluir brusca y repentinamente sin justificación. En vista del resultado, el jurado recomienda a los alumnos considerar la alternativa de la reparación. Si por el contrario, desean volver a inscribir la materia, se les sugiere olvidar todo lo que mal aprendieron en fotografía, dramaturgia, montaje, y sobre todo en musicalización. Eso de insinuar estados de animo con la bandita sonora, le queda bien a un muchacho del pre kinder de Bolívar Films, pero no a un candidato al título de cineasta. -Sergio Monsalve |
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8 MujeresDir.: Francois Ozon.2002.Desde la irregular pero sugestiva Sitcom, Francois Ozon viene desarrollando una filmografía a contracorriente de la hegemonía Francesa, concentrada últimamente en conquistar grandes audiencias al costo de sacrificar su identidad, con bodrios angloparlantes a toda velocidad, editados de manera efectista, ceñidos a los esquemas de producción de Luc Besson y dirigidos por el típico enfant terrible con complejo de Tarantino. Films como Gotas que Caen Sobre Piedras Calientes y Bajo La Arena, nos sumergen en un microcosmo alternativo al universo del cine dominante, nos abstraen de la rapidez y la furia de Taxi, nos apartan de la parafernalia pirotécnica de El Quinto Elemento, para recluirnos en el averno kafkiano del hogar dulce hogar. En una obra tan claustrofóbica como Tres Hermanas de Chejov, no faltan referencias directas a los interiores opresivos de Buñuel y Fassbinder, a los de la tragedia y el teatro del absurdo. Ozon conduce la cámara con parsimonia y madurez a través de la puesta en escena, al compás de la banda sonora y sobre el carril del plano secuencia. Por consiguiente, la personalidad de su cine aflora en la filmación sosegada del arte dramático. En efecto, sus películas de cámara cuentan con la clásica estructura dramatúrgica de tres actos, partiendo y finalizando en el mismo contexto. Por lo general, el conflicto surge del antagonismo entre los personajes,para culminar no en la clásica resolución de sus diferencias, sino en la exacerbación de ellas hasta las últimas consecuencias. A la vez, el desafecto, la envidia, la codicia y el egoísmo originan y sancionan las desavenencias entre los protagonistas. Valores como el desafecto, la desunión, la disgregación y la ruptura saldan el desenlace de las obras del director. La casa, supuesto lugar de encuentro y convivencia, termina siendo un espacio de fragmentación y enajenación. Siniestro y travieso, perverso y revoltoso como Tim Burton, Francis Ozon juega a confundirnos, a deslumbrarnos en el prólogo con una presentación de cuento de hadas, para consternarnos en el epílogo con una despedida abrupta, demoledora e inesperada. En 8 Mujeres el ardid, el engaño es absoluto, es el centro y el fin de la trama, empezando por la trampa del argumento y culminando en la increíble pero cierta conclusión,comenzando por la improbable fusión del musical con el misterio y concluyendo en la artificiosa reconstrucción del discreto encanto de la burguesía. Todo vuelve a ser mentira, fraude, apariencia y decepción en la realidad ensimismada del Ángel Exterminador. -Sergio Monsalve |
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Milla 8Dir.: Curtis Hanson. 2002.Ni este es el único largometraje con un rapero blanco, ni Emimen es el primer whithe rapper. Antes que él vino Vanilla Ice, y primero que Milla 8 fue Cool as Ice. En Cool As Ice, Vanilla Ice demostró que era diez veces peor actor que cantante. Durante hora y media mantuvo la misma cara de palo, hasta cuando le tocó ponerse romántico. Ni Buster Keaton habría exagerado tanto. En Milla 8, Eminen le comprobó al mundo que es veinte veces mejor cantante que actor. En más de noventa tediosos minutos contuvo la misma mueca de desolación, hasta cuando le correspondió hacer el amor. Ni Jorge Reyes lo habría hecho con tanto desgano. Milla 8 devino clásico automático de las bad movies. Cool As Ice es la cumbre de las bad movies. Cool As Ice era francamente lamentable, un film contrahecho en cada plano. Milla 8 es sinceramente anodina, un largometraje desangelado en cada toma. Lo dirige el personalisimo Curtis Hanson, pero no ayuda. Uno que otro encuadre saca la cara por el cine, una que otra textura salva la patria en pleno ultimátum de hecatombe cinematográfica, pero no es suficiente. Inevitablemente Milla 8 implosiona por los cuatro costados, cuando el pretexto del argumento no puede soportar la sobrecarga de los iconos. Cool As Ice y Milla 8 son dos secuelas cinematográficas de una manía musical, dos bandas sonoras hechas película,como lo fueron Muchacho Solitario y La Primera Vez, con los hermanitos Primera, cuando todavía eran Chavistas. Por ahora son de la oposición, pero siguen cantando en Sábado Sensacional. Aunque muchos lo nieguen, A Hard Days Night fue la precursora de este subgénero de explotación, donde la historia, si la hay, es una excusa para promocionar y vender entradas y long plays. Según la chepa candela de yahoo, muchos artistas fracasaron en el intento de saltar del estrellato musical al cinematográfico. De los casos más sonados, siempre recordaremos con gusto el de Mariah Carey o el de Britney Spears: dos ganadoras absolutas de la Frambuesa de Oro a la peor actriz del año. Y jamás olvidaremos otros hitos disonantes del humor involuntario como la ultra-kistch Purple Rain, con Prince cuando todavía se llamaba Prince, la neobarroca Xanadu, con el imposible duo de Olivia Newton-John y el mismísimo Gene Kelly, la megatorta del disco Cant Stop The Music, con Village People en su peor momento, o las innumerables entregas del pionero del folletín musical, Mr. Love me tender Elvis Presley. La década de los ochenta supone el cenit y el declive del género. La excesiva oferta, la mala calidad del subproducto y la escasa demanda obligan a descontinuarlo. Otros factores culturales intervienen en el proceso, como el eclipse del disco, la redefinición de la escena musical, la muerte de la moda liberal con todos sus excesos, el renacimiento de la reacción conservadora con todas sus represiones, y la emergencia de un nuevo paradigma estético, más republicano que demócrata, más misógino que gay, más Silvestre Stallone que John Travolta, más Terminator que Tony Manero, más 1984 que Fiebre del Sábado por la Noche. Los noventa, como dijéremos en otra ocasión, retoman el musical en plan de sorna y deconstrucción. Las luminarias del pop se lo toman en serio, pero no convencen a nadie. Ejemplo, Madonna en Evita. El tercer milenio es tiempo de diversificación del show bussines, y la oportunidad para muchos músicos de probar suerte en Hollywood, pero no en el género musical, sino en una suerte de híbrido entre el biopic y el melodrama, cuya máxima expresión es Milla 8: dos horas del show de Eminen, aderezados con romances musicales, golpizas callejeras de rebelde sin causa,mucha miseria de por medio, y una estereotipada luz de redención al final del túnel. -Sergio Monsalve |
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