Estás preocupado. Sobre la cama, boca abajo, revisas molesto los balances y análisis. Hablas con alguien por teléfono. Exiges explicaciones, pues pronto debes responder con los datos precisos. Apuntas la respuesta y cuelgas molesto.
Ocupado, boca abajo, apenas estás cubierto por la sábana, ajeno a mi presencia, mientras recojo la ropa sucia y abro las cortinas.
No puedo evitarlo.
Sé que te gusta que te acaricien la planta de los pies, ahora distraídos, expuestos peligrosamente al borde de mis cercanas uñas.
Me reto a distraer tu preocupación, y te rasguño dulcemente.
Primero gruñes y quieres sacudirte.
No me vas a ganar.
Te tomo por los tobillos, y, ya , remolón, no tienes tantas ganas de huir.
Mis dedos suben por tus pantorrillas: te encantan las cosquillitas. Se te eriza la piel...
Tus gruñes ahora más goloso. Beso tus corvas, un besito en cada pliegue interno de tus rodillas.
Y sigo subiendo por tus muslos, hasta despejar el terreno, eliminando la sábana que apenas cubre la linda curva de tus nalgas.: no resisto el morderlas...mordisquearlas, apenas.
Con la punta de mi lengua, comienzo el ascenso por las vértebras de tu espalda, activándolas, una a una.
Ya has dejado el lápiz y quieres voltearte, girar y abrazarme.
No te lo permito. Beso entonces tus homoplatos, y cuando suspiras deliciosamente resignado, revoloteo cosquillas que te hacen replegarte.
Sólo te distiendes cuando beso tu cuello. Nada de besitos. Besos largos y húmedos en tu cuello.
Me tomas por sorpresa y giras.
Pero logro inmovilizarte de nuevo, hundiendo mis manos en tu cabello.
Con tu rostro inmóvil, beso cada uno de tus párpados. Bajo a tu boca, a tu cuello otra vez...
Para que no me retengas y me controles, ubico rápidamente cada una de mis manos en cada una de las tuyas: te crucifico en el lecho. Eso me obliga a raspar ligeramente con la punta de mis pezones la erizada piel de tu pecho.
Ahora, como castigo por la fallida rebelión, succiono, lamo... beso...tus pequeñas y graciosas tetillas.
Bajo entusiasmada , con la punta de mi lengua, por el caminito de vello hacia tu ombligo.
Le estampo un sonoro beso.
Y sigo, para encontrarme cara a cara con mi atento inquilino, que me espera ansioso.
Su pequeña boca busca la mía.
Entonces, suena el teléfono.
Es tu importantísima llamada desde el exterior.