La Espalda del mundo
Dir.: Javier Corcuera. 2000.
La Pelota Vasca
Dir.: Julio Medem. 2003.
En España, el cine de ficción le da espalda al mundo que refleja la no ficción. Las películas censuran y omiten a conciencia, cual un noticiero de TVE, la “cruel verdad” que revelan los documentales como La Pelota Vasca.
Lo mismo ocurre en Norteamérica y en casi todos los países del primer mundo, con sus honrosas excepciones. A Michael Moore se le debe reconocer, a pesar de sus innumerables defectos, la voluntad y el compromiso de exhibir la realidad y la muerte que ocultan las pantallas de los multiplex con su oferta de fantasías escapistas.
Al tiempo que Hollywood estrena cine de evasión puro y duro en la víspera de la navidad, otro Guernica tiene lugar en Faluya, ante las narices de las naciones unidas y de las grandes plumas de alquiler, quienes prefieren cerrar los ojos, taparse la boca y los oídos, como los tres monitos, frente al dantesco genocidio iraki. Para ellos, es un holocausto sin importancia y hasta irrelevante. Pero si lo comparamos con otro reciente atentado a la humanidad, podría ser equivalente a un once de septiembre multiplicado por cien.
Entre tanto, los midas de la meca aprovechan la ocasión para hacer negocios redondos, como Dick Cheney, a cuenta de explotar los temores y las frustraciones del ciudadano norteamericano, mediante la glorificación de sus fantasías de poder, libertad y consumo sin límites. Así, la última de Zemekcis es un canto a la esperanza; la nueva de Pixar, una apología del heroísmo familiar; y la próxima de Scorsese, la historia de un visionario de la aviación.
Tanta fe en la idea de progreso, en el santuario de los grandes genios de la historia y en el carácter mesiánico de sus gestas, parece intentar esconder el fracaso del proyecto moderno, con sus miserias sociales, económicas y políticas. Pero mientras la industria cultural insiste en desconocerlas y ocultarlas a la vista de sus audiencias, documentales como La Pelota Vasca y La Espalda del Mundo se empeñan en descubrirlas, desnudarlas y denunciarlas a la manera sociológica de Pierre Bordie.
La Pelota Vasca es un caso excepcional de cine político. No toma partido por ninguna de las partes involucradas en el conflicto vasco, y se molesta en entrevistar a no menos de 75 personas de diferentes tendencias ideológicas, para constituir su alegato a favor de la tolerancia y en contra del terrorismo, venga de donde venga. Una autentica muestra representativa al lado de los contados y exiguos invitados a participar en reportajes como Cuál Revolución y su antitesis maniquea La Revolución no será transmitida.
Su director, Julio Medem, sobresale no sólo como periodista imparcial, sino como montador de lujo, con la categoría, el temple y la creatividad de los maestros rusos. Cada empalme despierta ideas en el espectador, y cada encuadre nos reconfirma las propiedades expositivas del autor, quien dirige, sin duda alguna, su obra más despojada, minimalista y profunda, pero no menos conceptual en la constitución de su poética del espacio. Para el director, el hombre y la naturaleza siguen siendo unidades indisolubles dentro de una geografía bucólica, bajo la que subyacen oscuridades y oscurantismos de todo tipo. Abstracta, lírica y dolorosa como el choque de la piel contra la piedra, La Pelota Vasca es una lección de arte y ensayo al servicio de la comunicación, el dialogo y la negociación entre extremos en oposición.
La espalda del mundo es, asimismo, otro soberbio documental en contra de la censura del entretenimiento. Sus tres protagonistas no se recuestan en El Otro Lado de La Cama, y tampoco se refugian en la zona de confort del entretenimiento ibérico. Más bien se les puede ubicar en los márgenes del cine global. Así pues, son seres desterrados dentro un género relegado por el mercado.
El primero de ellos, el más joven del conjunto, sobrevive como “picapiedra” en la periferia de Lima. Es un niño sin futuro como un personaje de Vitorio De Sica. Sin embargo, nada más auténtico que su tragedia neorrealista.
Un refugiado político incorpora el segundo caso de estudio. Su único delito: haber defendido la causa Kurda en el país equivocado. Su condena perpetua: el exilio, la persecución y la soledad en territorio extranjero. Su última voluntad: una quimera imposible. Visto como prototipo cinematográfico, encuadra perfectamente en el imaginario nostálgico de Tarkowsky, otro gran expatriado pero del mundo del cine, como Welles y Chaplin. No visto como carácter de ficción, encaja en el mismo marco que Salman Rushide.
Finalmente, un “dead man walking” cierra la santa trinidad de La Espalda del Mundo. Anteriormente fue sentenciado a la pena mayor en la capital mundial de las ejecuciones en serie, Texas. En el presente, aguarda por un indulto en el corredor de la muerte. Destellos del El Extranjero reverberan en su testimonio.
Alrededor suyo, un sistema de sacrificio masivo, un engranaje de homicidio colectivo opera con la precisión y la puntualidad de un despertador. La burocracia de la muerte funciona como un reloj, y no perdonará a nuestro victimario-víctima, cuando le llegue su hora señalada por la ley del talión.
En suma, son tres presidiarios de la cárcel global: uno muy niño que hace trabajos forzosos, uno pobre y negro que perdió el derecho a la vida, y un alcalde reducido a la condición de asilado. En fin, tres historias de las que nadie habla.
-Rafael Arraiz Zucka.