Londres


En dos oportunidades he visitado la ciudad hostil, la ciudad intriga, la ciudad donde todo sucede pero nadie sabe donde. La primera vez en 1995, tres años más tarde la última. Me conformo con hablar de la segunda. La primera fue mas un intento fallido de degustación, un salpicón. La verdad es que ir los dos últimos días de viaje, sin dinero ni tiempo ni ánimo para descifrar Londres, es como ir a un restaurante lujoso con presupuesto para comer solamente un plato y el agua que te puedan obsequiar. Nada de postre ni vino, puras ganas de probar todo y con ellas te quedas; sólo vas para decir que fuiste y encima la comida estuvo regular. Adicionalmente al tiempo y presupuesto, se añadió el factor zurdo, en la ciudad al revés se puede llegar a confundir el Madame Tussaud’s con el museito de cera Rock Circus, y además ir el día equivocado al cambio de guardia. De ese primer viaje con mi amigo Chicho quedó sólo el deseo de volver, una caminata por Piccadilly y de lejos la Torre Big Ben.

1998: La revancha. Ahora si, seis días para Londres indicaban que iba a quitarme el sabor a poco de la última vez. Nido, Gyra y yo partimos en tren de París vía Calais, allí tomaríamos un ferry hasta Dover y luego un tren. Llevábamos ya casi 1 mes de los dos y medio de nuestro viaje, en la travesía se nos unieron tres italianas rockeras heavy metal que se estaban quedando en el mismo hostal parisino. Eran del tipo peludas feministas, y a pesar de su inentendible acento y su poco interés por machistas latinoamericanos, conversamos una que otra cosa durante las largas horas de viaje.

Lo mejor que puede pasarte cuando andas de mochilero es que esté un pana recibiéndote en alguna ciudad. Victoria Station, 3 am cuando llegamos a la estación y apareció Luigi, estaba estudiando inglés y se hospedaba en un cuarto de 2 metros cuadrados, el homosexual irlandés que tenía por landlord (LHI) no hubiese permitido a cuatro revoltosos caraqueños en su apartamento. Pero no estaba, así que viva la amistad y el ahorro de libras esterlinas, y a dormir dos en el colchón y otros dos en el box. Esa noche a pesar de las obvias incomodidades y la tensión si llegaría el LHI logramos descansar.

Nos encontramos con Toño y su hermano JV al día siguiente en Piccadilly Circus, día que dedicamos a caminar sin mucha agenda, además seis amigos criollos poniéndose de acuerdo era mucho pedir. Fotos con los leones de Trafalgar Sq. (las únicas de la ciudad porque Toño se llevó la cámara y siempre se le olvidaba regresarla), palacio de Buckingham, la Torre, acompañamos a Luigi a su curso de Inglés, e intentamos buscar un hostal, no nos esmeramos mucho en la búsqueda y optamos por otra noche de riesgo y clandestinidad. Los dos del box al colchón y viceversa y LHI tampoco llegó.

Amaneció y decidimos comenzar la jornada con el auténtico british breakfast: huevos, salchicha, beans, jugo de naranja, y hambre apaciguada hasta la noche, muy importante en Londres y en nuestro presupuesto. Ese día decidimos comportarnos como buenos turistas londinenses y aprovechamos el cambio de guardia verdadero, el cambio de guardia real:

“En algunos círculos británicos no se admite que uno esté más cerca de los de abajo que de los de arriba” -Lady Diana Spencer


Luego de Bucki Palace en su esplendor National Gallery por la tarde y ahora si teníamos que encontrar hostal, nos fuimos a Earl’s Court, después de rebotar un par de veces conseguimos un Bed & Breakfast razonable. Menos mal porque ese mismo día llegó LHI de su viaje, y se entusiasmó con la llegada de los visitantes, nos invitó a cenar (y así conocer la casa de Luigi claro estaba), adicionalmente habían dos fans suyos y Tomas, roommate de Luigi, un polaco pintor de brocha gorda. Al llegar bajó las escaleras LHI en su bata de baño, un señor alto de pelo blanco y facciones fuertes. Nos repitió toda la noche “You must definitely go to Dublin, the girls will love ya there”, pero no hicimos caso y no fuimos a Dublín. Pasamos una auténtica cena Beatles: Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band. La cena resultó productiva, debido a que uno de los fans nos facilitó la llave del cuarto de un pana suyo en un apartamento. Nos mudamos por tercera vez, y aquí también había que andar con cuidado porque no se podían enterar los vecinos. Toda la mañana del día cuatro en la mudanza, en la tarde el British Museum y en la noche a rumbear Londres el combo de seis con otro amigo (RB) que nos tropezamos en Piccadilly por casualidad y el importado Tomas. Fuimos a un local en el centro, un lugar con cuevas y cavernas, luces, proyecciones y techno verdadero. Tomas desapareció a las horas y no lo volvimos a ver, salimos como a las 5 am, RB también se despidió y no volvimos a coincidir.

Luego de dormir la rumba, teníamos que decidir nuestro trayecto hacia Ámsterdam. Logramos conseguir unos boletos aéreos a buen precio pero nos tomó gran parte de la tarde. Luigi, Gyra, Nido y yo tomamos el tren para Brighton, era viernes y supuestamente la mejor vida nocturna, y así lo fue pero no de discos ni pubs ni nada por el estilo. Nos dieron las 2 am decidiendo el lugar para amanecer y al querer entrar nos topamos con: “It’s prohibited by law the entrance after 2 am”. Convencer a un portero de un local inglés es como hacer entrar en razón a un policía metropolitano. Para Luigi no fue mucho problema, con la borrachera que cargaba las horas se le fueron durmiendo, para el resto un espera un tanto fría en la estación de tren por unas largas horas.

Regresamos a Londres y nos fuimos directos para Cambridge, la caminata por el pueblo y la Universidad fueron suficiente descanso. De vuelta nuevamente a Londres y el combo de seis se reencuentra en Piccadilly, faltando exactos 500 días para el año 2000 compartimos con los punks y bebimos unos litros de vino para preparar la mente para The Ministry of Sound. Mis panas se reían de mi por conservar la portada de la revista time out, pero I got cover for free. Al entrar cinco ambientes, qué música es ésta, qué gente es ésta. Por dónde empiezo, sólo con el principal es suficiente, letreros de altos decibeles CAUTION, gente fornicando en el dance floor, comprimidos van y vienen, la generación píldora no hizo excepción con las drogas... Los ingleses definitivamente son extraños, de día no te miran el rostro, pero una vez convertidos en criaturas de la noche puedes hasta llegar a ser su amigo. Salimos de día, y hasta lo de ir a comerse unos perros después de farra lo inventaros los ingleses, seguimos la tradición.

Ultimo día, Luigi, quien decidió tomarse una vacación dentro de su sabático, y Nido arrancaron primero al aeropuerto (habíamos conseguido vuelos a horas diferentes). Gyra y yo molestos porque no conocimos Tower Bridge y St. Paul’s Cathedral, decidimos dar un asome por los dos lugares y recoger la cámara fotográfica que Toño siempre olvidaba en su casa, él iba a estar almorzando con su familia en un restaurante bastante lejos del centro, así que adiós backpacker budget y pedimos auxilio: TAXI - vuele para el restaurante y después para el aeropuerto. Al llegar, el avión se va sin nosotros, bueno que son unas horas más de espera, al fin a dormir y a esperar el próximo vuelo.

   

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