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Spider-Man

Dir.: Sam Raimi. 2002

“Es en estos momentos cuando deseamos que nuestros héroes de grandes poderes, capaces de mover montañas y salvar galaxias enteras aparezcan y detengan ese fatídico impacto, que impulsen aquellos aviones llenos de pasajeros a un lugar seguro y capturen a los responsables” .
-Fanática norteamericana del cómic Spider-Man. Testimonio extraído del periódico Letras.

En el futuro inmediato cuando el sociólogo deconstruya el cine de la era Bush, tendrá que referirse irremediablemente a la más reciente película del respetado, pero irregular, Sam Raimi. Su éxito titánicamente arrollador en las taquillas del mundo, no es un hecho aislado a las circunstancias geopolíticas e ideológicas de la época contemporánea. Desde el encendido y subconsciente patriotismo del héroe, hasta el esquizofrénico terrorismo del villano, Spider-Man despliega la telaraña de arquetipos, fobias, deseos ,prejuicios, y obsesiones que agobian al inconsciente colectivo global.

1) El Héroe.

“Los superhéroes norteamericanos hacen poco más que promover bienes de consumo y reforzar la agenda nacional de buenos contra los malos”.
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Celeste Olalquiaga: Megalópolis.

“Tanto el Hombre Araña como Superman son los modelos de Super Héroe para sus respectivos universos; son personas que cometen actos heroicos, que nunca matan y que ponen la seguridad de los demás sobre la suya. Ambos tuvieron una vida bastante difícil al perder a sus padres naturales y creciendo con padres adoptivos. Ambos se sienten, por algún motivo, responsables de sus respectivas ciudades. Y sus valores morales hicieron que utilizaran sus habilidades para servir a la verdad y a la justicia”.
-Texto extraído del periódico Letras.

Spider-Man es una demagógica mutación arquetipal entre Tarzan y Superman. Impone justicia infinita en la selva urbana, al concentrar sus poderes en la opresión del instinto criminal. Representa el deseo de superación de las mayorías silenciosas ,y el espíritu de trascendencia de una clase media ofuscada por la fama, como única vía para escalar socialmente. A diferencia de Batman, antihéroe trastornado y gótico, Spider-Man es el superhombre cool de la cultura pop, que cautiva a la masa de a pie, al exaltar su modestia e integridad.
Trajeado en rojo y azul, sujetado por el hilo constitucional, brazo ejecutor de la política represiva de cero tolerancia al hampa, enemigo de la alteridad psíquica y social, Spider-Man encarna el espíritu militar del patriotismo norteamericano. Es un soldado secreto a las ordenes de un estado desbordado por el crimen, un Robocop menos cibernético y más humano obligado a cumplir con el deber de una policía inoperante.
Castrado por un superego marcial, Spider-Man es una máquina de guerra, programada para vengar e impedida para amar. Es un superhombre más allá de las tentaciones del mal y más acá de los valores bélicos del bien. Aunque el arácnido tiene su corazoncito, una virgen blanca atrapada entre sus redes, prefiere desentenderse del asunto, al comprometerse exclusivamente con un fin: la preservación de la paz por cualquier medio, desde la disuasión hasta la destrucción. Las amenazas a la normalidad son el objetivo a erradicar, y el villano su arquetipo.

2) El Villano: lo otro es malo.

“Todos los héroes del cómic tienen su malvado o malvados fijos. Es la contrapartida obligada. ¿ Cómo puede mostrarse la belleza si no se le compara con la fealdad?¿ Cómo puede glorificarse lo bueno si no se muestra la maldad?’’.
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Angel Comas: A los malos del cómic les gusta el cine.

El Gnomo Verde es el antagonista de Spider-Man. Se define personal y físicamente en antítesis a los atributos del héroe. Entre ambos forman un esquema binario, rígido y moral. A la naturaleza mutante y flexible del héroe, se opone la consistencia tecnológica y glacial del villano; a la humildad de uno, la opulencia del otro; al equilibrio mental del bueno, la esquizofrenia del malo. En suma, el Gnomo Verde es un millonario de la ciencia con síndrome de Dr Jeckil y Mr Hyde; un icono clásico del mal, adaptable al símbolo contemporáneo de la alteridad radical: el terrorista.

Sin caer en el reduccionismo de comparar a el Gnomo Verde con Bin Laden, podemos imaginar ciertas analogías entre las dos figuras, en la medida en que son arquetipos flexibles, pantallas donde cualquier subjetividad puede proyectar sus temores. Sin llegar a comprenderlo y presentirlo, la audiencia global ha visto en Spider –Man un reflejo optimista del 11-Sept, con final feliz incluido. Sin llegar a proponérselo, Sam Raimi ha concebido un espejo en el que hemos visto reverberada la imagen del poder .

“Las arengas militares siempre tratan de infundir valor, coraje, y pasión ciega al soldado. El enemigo es el otro, el que está enfrente, aquél al que se le dispara sin saber quién es. La guerra crea buenos y malos y los malos son siempre los otros, el enemigo, los que no pertenecen al código de reglas, rectas u obtusas, que dicta el estamento militar .Lo útil de esos códigos inamovibles, insertados en la memoria a base de repeticiones y cánticos en voz alta y con entrenamientos interminables, es que no dejan sitio al razonamiento”.
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Ricardo Aldarondo :Militares, el enemigo en casa.


-Sergio Monsalve
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Bajo el sino del Rey Escorpión


Por segunda semana consecutiva, The Scorpion King encabeza el box office. La película es un Conan El Bárbaro al estilo de La Momia, protagonizada por The Rock, el nuevo “Suarseneger ”. Hasta hace apenas dos años, los forzuditos de Reagan, los Masters of The Universe, los He-Man de la nueva edad media, Stallone y Terminator, habían pasado a mejor vida. Sus películas sólo se veían en Caracas, Bogota, La Paz, y otras capitales subdesarrolladas, mientras que en Estados Unidos pasaban sin pena ni gloria por la cartelera .Hércules, finalmente, abandonaba el trono del héroe americano para cedérselo a Dionisio, el antihéroe de la era Clinton .

Jim Carrey, un Jerry Lewis con mal de sambito, Homero Simpson, un Pedro Picapiedra bizarro, Bruce Willis y George Clooney, dos Dean Martin sin afeitar y con mucha mala uva, John Travolta, un icono degradado y reciclado, Leonardo Di Caprio, un travieso proletario en la corte del Acorazado hundido, Brad Pitt, un James Dean camaleónico y travestido, Jeff Bridges, un fumeta post hippie, Woddy Harrelson, el carismático y pornógrafo asesino por naturaleza, John Malkovich, el pérfido seductor, Al Pacino, el abogado del diablo, Jeffrey Rush, el esquizofrénico poseído por Sade, Tom Cruise, el galán al borde de un ataque de nervios, Kevin Spacey, el antiamerican beauty, Nicolas Cage, otro alcohólico Leaving Las Vegas y Quentin Tarantino, un Orson Welles consagrado a reivindicar las manifestaciones más desdeñadas de la cultura de masas, conforman el olimpo disfuncional del imperio cool, gobernado por el presidente libidinoso, adultero, y amante del jazz.

En aquel tiempo, sin enemigos definidos a la vista, sin villanos a quien exterminar, el cine Americano le da a los Superamigos unas merecidas vacaciones en el tercer mundo. Súbitamente el star system deja de ser una extensión del YMCA, para parecerse a una foto de un club de jugadores de Poker. Di Caprio apuesta el sueldo por unos boletos al abismo, Brad Pitt da la vida por un cerveza fría, Cage por una botella de Whisky, John Travolta por un cigarrito y Jhonny Depp por un canuto.

Los ídolos disfrutan el eterno presente, y eventualmente evocan con sorna el pasado. Forrest Gump se vacila la guerra de Vietnam, como quien hace turismo de aventura, marca distancia con la revolución sexual, como si la vaina no fuera para tanto, e ilumina a John Lenon, como si el tipo fuera Ringo.

Las imposturas se distienden, el cuerpo se disloca hasta el extremo del contorsionismo de Jim Carrey, y los gestos se armonizan al compás del twist de Pulp Fiction y las coreografías de Full Monty. Por primera vez ,el Rey se desnuda voluntariamente. Nos acostumbramos a verle las nalgas a Brad Pitt, a contarle los cauchos a Travolta, a mirar con asco las canillitas de Jim Carrey, y a contemplar con indiferencia el pipicito de Harvey Keitel.
Los géneros de evasión que murieron en la guerra fría, renacen. El cine independiente acapara los Oscar, Benigni afirma que la Vida es Bella, Woody Allen retoma la comedia, y sus protagonistas dicen I Love You .Hasta los más escépticos directores se creen el happy ending de la historia .Lynch glorifica a un cowboy jubilado, en un claro homenaje a la imaginería de Norman Rockwell. El retrato de Lynch delinea muy bien los rasgos físicos e intelectuales del héroe antes del 11 de septiembre. El mito toma la forma de un hombre común, y el espíritu sereno de un buen puritano. Durante un breve lapso, el galán, el actor principal era la perfecta comparsa comunicativa a la demagogia Clintoniana.

El cambio de presidente, de régimen, de poder, originó un cambio dramático en la política audiovisual norteamericana. El 11 de septiembre sólo precipitó las cosas. La actitud conservadora de Bush, en sintonía con el revanchismo republicano, el comportamiento de los indicadores económicos, en franco retroceso, y la crisis de los ideales demócratas, avizoran un periodo de grandes ajustes, rectificaciones y reacciones, a la par de un proceso de renovación moral de las instituciones.

El derrumbe de las dos torres, define el sentido de la reforma ética de la era Bush. Si los valores en boga son la venganza y la intimidación, el fanatismo y la brutalidad, el sectarismo y el terrorismo; si se vive bajo la amenaza y la paranoia, el héroe garantizará seguridad, certidumbre, y resguardo mediante la práctica de una política de cero tolerancia. The Rock, el nuevo Charles Atlas, llega precisamente con su pinta de escolta de la Casa Blanca y su espíritu de Gladiator, ha reivindicar el honor perdido de Hércules, reconquistando el trono que le permitirá, desde las alturas, custodiar la integridad del sueño americano.


-Sergio Monsalve
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Nacional 7

Dir.: Jean Pierre Sinapi. 2000.

En el cine, la invalidez significa martirización, disminución, subestimación, desesperación y superación .En la cinematografía norteamericana la figura del paralítico representa los peores fantasmas de la historia, los demonios a exorcizar y las desgracias a indemnizar. En Forrest Gump, el teniente Dan, mutilado de por vida, pasa de la depresión a la dicha, con la misma facilidad que Ron Kovic, el protagonista de Nacido el 4 de Julio, ascendía de la desgracia a la gloria.

En las telenovelas, el lisiado, además de inspirar lastima, cumple una imprescindible función dramaturgica, al dilatar el irremediable enlace entre la pareja protagónica, cuando finalmente el chico se levanta milagrosamente de su silla de ruedas para detener la boda de su contrafigura femenina, y a la larga terminar cansándose con ella. Es uno de los tantos argumentos para consolidar la tesis del melodrama ramplón: “el amor mueve montañas”.

En los habituales mensajes maniqueos, el impedido interpreta al villano de turno, al despiadado millonario en cochecito eléctrico, al pirata en río revuelto y al Barón Ashler de la manga en boga. Es la asimetría al servicio de la retórica simétrica, la clásica comparación entre “la fealdad” y “la belleza”, con fines aleccionadores.

A ninguna de estas previas clasificaciones corresponde el retrato de la invalidez, esbozado en Nacional 7. Por primera vez, la parálisis no es el problema, sino la impotencia de la burocracia médica, el estado y sus representantes, para atender, entender y satisfacer las necesidades emocionales e instintivas de sus pacientes. Por primera vez en el subgénero, la historia es narrada y escrita desde el punto de vista de los inválidos. El resultado es una película sin parangón en la historia.

Goddard dijo alguna vez que el gran cine cambia nuestra manera de ver y percibir el mundo. Jean Pierre Sinapi clausura, por anacrónica, una manera de representar al invalido, para abrir nuestra percepción a la comprensión del otro. Nacional 7 no se ríe de los impedidos, como los Hermanos Farrelly, sino con los impedidos. Nacional 7 no siente pena por los parapléjicos, sino por las discriminaciones que sufren. Nacional 7 no reivindica las diferencias entre unos y otros, sino descubre sus afinidades. Las películas del subgénero terminan con el triunfo o el fracaso del protagonista; Nacional 7, con una celebración a la tolerancia, donde nadie queda excluido.

-Sergio Monsalve
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Los niños al poder

Durante las dos últimas décadas, la evolución del personaje infantil norteamericano ha registrado tres transformaciones significativas. La primera llega con la irrupción del fenómeno Macaulay Culkin, al trazar un cisma en la manera de concebir a la mini estrella. Antes de la Macaullaymania, los niños en el cine eran una especie de Teletubbies. Se sorprendían con todo, siempre buscaban la orientación de los adultos, y estaban más confundidos que un militar jugando “escrable”.

Los chiquillos de E.T. eran un grupito homogéneo de niños desconcertados que aprendían una lección. Una hora y media de la película se la pasaban con la boca abierta, y el resto con los ojos vidriosos. Más que protagonistas de los acontecimientos, eran invitados a los eventos. En E.T. la realidad era un parque temático, lleno de aventuras, emociones y aprendizajes. Como en un juego de rol, cualquier fantasía era posible, desde surcar el cielo en una bicicleta hasta presenciar el despegue de un Ovni. Naturalmente la película no tuvo otro destino que devenir atracción de Universal Studios Florida.

The Goonies, producida por Mr. Spielberg, llevaba a la enésima potencia el concepto de parque temático cinematográfico, con menos pretensiones pseudofilosoficas y pseudopoeticas que E.T., pero con más toboganes de agua, tesoros escondidos, barcos fantasmas, piratas del caribe, monstruos amenazadores y cavernas peligrosas; la imaginería Disney en pleno. La participación de los chicos, de nuevo, era determinada por unas circunstancias externas que sobrepasaban su entendimiento y comprensión.

Sin duda, también hubo críos malcriados como el hijo de Dustin Hoffman en Kramer vs Kramer, sin embargo, las constantes fueron la dependencia, la obediencia y la sumisión del infante al mundo mayor. Entonces llegó el duro Macaulay a poner a los adultos en su sitio, y de ahí en adelante nada fue lo mismo. Había renacido el arquetipo de Daniel el Travieso, con toda su rebeldía devenida conformidad. De hecho ,durante los noventa, la industria no tardaría en dedicarle una película al propio personaje, en una operación comercial de altos kilates; aunque el filón estaba en franco declive.

Todo comienza en 1990 al estrenarse Home Alone en el transcurso de la temporada navideña. La película era un pequeño ajuste de cuentas moralizador con la irresponsabilidad de los mayores, concebido desde el punto de vista de los menores. Por primera vez, en mucho tiempo, los niños, más que receptores activos de estímulos, originaban las acciones y acontecimientos. El niño abandonado “por sus padres descuidados”, aprendía a ser todo un hombrecito en la víspera de la noche buena. Se afeitaba, hacia las compras, veía películas indebidas, creaba a su alrededor un pequeño entorno de placer, defendía hasta la muerte su propiedad privada, y en pocas palabras era un pequeño soltero. La urgencia moral de la película se hacia presente al desmoronar la utopía del joven Robison Crusoe, confrontando su aislamiento a la institución gregaria del 24 de diciembre. Era un aleccionamiento provocado por un calculado chantaje emocional. Después de transgredir todas las normas, Macaulay regresa a los brazos de mamá.

La desobediencia infantil figuraba entonces, más que como un grito insurrecional, como una manera de llamar la atención de los progenitores. La película era, en este sentido, más que un film para toda la familia, una reprimenda a los padres, un simpático jalón de orejas para mostrarles el producto de su irresponsabilidad, el resultado de su indiferencia: niños desamparados, niños malcriados, niños imprudentes y revoltosos.

La decadencia del arquetipo acompaña el adocenamiento y el exagerado encorcetamiento de Macaulay Culkin. Las leyendas urbanas hablan de su insoportable soberbia, de su irritante refinamiento, y de su pretensión de casarse con una aristócrata. A la larga, Daniel Travieso muere al devenir Ricky Ricón. Quizás por la arrogancia, la petulancia y la vanidad del personaje, no llega a tener el éxito de su predecesor, mucho más terrenal y populista en su concepción. El vacío de poder lo llena Halley Joel Osment, el niño que ve gente muerta. De esta forma, surge nuevamente un antes y un después en la configuración del personaje infantil.

Es la era de la incertidumbre finisecular. El fin del mundo, de la civilización, deja de ser un pronostico para figurarse como un hecho. Las películas reflejan la inminente implosión del planeta tierra, y la progresiva decadencia del género humano por efecto del apocalípsis. El negocio del miedo y la explotación de la patología derivan en Sexto Sentido, una alegoría expresionista para el lucimiento de la esquizofrenia infantil y la ideología new age. El niño, sin la obligada orientación de padres y representantes, vive extraviado en una fantasía lúgubre, al establecer permanente contacto con el más allá, para darle sentido al más acá. La comunicación entre el mundo de los vivos y el de los muertos, en la imaginación de un chiquillo, acentúa moralmente la perdida de referencias de las nuevas generaciones. El manido llamado a la reunificación familiar, constituye el aleccionador consejo para recuperar el equilibrio mental de nuestros jóvenes.

Al delirio interior del personaje se contrapone su circunspección exterior, en otra antítesis posmoderna entre esencia y apariencia. Desequilibrado por dentro y escrupuloso por fuera, el niño de Sexto Sentido representa la total desconfianza del mundo adulto a las nuevas generaciones. La severidad infantil, consubstancial a una indiferencia emocional, se verá magnificada en El Pueblo de los Malditos y The Faculty, dos frescos de la socorrida insensibilidad juvenil, en una época de masacres escolares, asesinos en serie con lonchera, y minicriminales de guardería.

Al delirio apocalíptico de la generación Z, releva el genio y el optimismo esotérico de la era Harry Potter. El tercer milenio, en su manía entusiasta, exorciza los males y problemas del interior al exterior del personaje infantil. Sin demonios ocultos en conflicto, el niño es licenciado para librar una batalla contra todo lo que se oponga a la consumación de sus objetivos. Su vida, en adelante, es una carrera con miles de obstáculos a superar, donde la meta es conseguir la aprobación de las instituciones, controladas por los adultos. Las fábulas contemporáneas nos hablan de niños y jóvenes disciplinados, dispuestos a dar la vida con tal de obtener lo que desean. Su espíritu de sacrificio es correlativo a la inflación de la propaganda militar y al apogeo del nacionalismo.


-Sergio Monsalve
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Bajo la arena

Dirs.: François Ozon. 2000

Ozon está de moda en el mercado Europeo. Su última película, 8 mujeres, se vendió muy bien en los Multiplex franchutes, y obtuvo reconocimiento en Berlín. Cahiers Du Cinema le dedica sus mejores páginas. Es un consentido de la crítica Argentina, un nombre fijo en cualquier antología posmoderna .Tiene los atributos de los clásicos, y el estilo de los renovadores. Gotas que Caen Sobre Piedras Calientes es un peculiar melodrama Fassbinderiano, con atisbos de ironía Almodovariana. Bajo la Arena es una Buñuesleca relectura de La Aventura, con visos de humor negro a lo Woody Allen .

Una pareja veranea en la playa. Una mañana el esposo decide echarse un chapuzón en el mar, y más nunca regresa. Ante el dilema de asumir la desaparición o llorar al difunto, la esposa escoge otra salida: ignorar el suceso, y figurar la presencia del marido, hasta el extremo de negar su muerte cuando las evidencias son inapelables.

La fantasía, la frecuente alucinación de la protagonista, no es satanizada desde la óptica psiquiátrica al uso. Antes que narrar un torpe alegato contra la evasión, Ozon prefiere mostrar los trastornos que la conducta de su protagonista genera en las arenas de la convivencia ciudadana, al representar un acto de alteridad social.

Al modo de Chabrol y Haneke, Ozon deconstruye los prejuicios hegemónicos, al confrontarlos con experiencias de otredad radical. Del choque no se salvan ,naturalmente, las víctimas, y muchos menos el agresor. En el caso de Bajo La Arena, los primeros coquetean a la intolerancia, mientras el segundo fenece en el aislamiento y la enajenación.

Hablando de otro tema, como los locos, el pretexto del argumento sigue el patrón de Todo Sobre Mi Madre, Gracias por el Chocolate, La Habitación del Hijo, Dancer in The Dark, y tantas películas recientes donde la muerte es el detonante de las acciones. No quiero generalizar, pero creo que la constante nos revela muy bien el tipo de conflicto que aterra a las sociedades omnipotentes del presente. Pareciera que la muerte es el único obstáculo que impide el natural progreso del optimismo y la buena voluntad global. De repente, cuando institucionalicen la clonación, el cine será la gran comparsa a la felicidad que siempre ha querido ser, un Hollywood ending infinito, omnipresente e inmortal. O de repente ya lo es, y yo no me he dado cuenta.

-Sergio Monsalve
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