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Visión de la ciudad y una mujer
En mi visión de hoy dejó de llover y sólo queda una llovizna tupida y fresca; hace frío y hay bruma que no impide ver, pero ahí está.
En mi visión no hay mas bosque que el pasto y los ralos árboles que se ven en él. Lo demás es concreto que alberga charcos, bolsas de sabritas (a que no puedes comer sólo una), metal y concreto.
Edificios oscuros y enormes como estos entre los que caminamos, que nos disfrazan de otra cosa, de sombras. Como este en el que nos guarecemos de la lluvia, en el que nos observamos indiferentes porque no nos conocemos (es mejor).
Y de pronto te veo, con el cabello hasta el cuello, embarrado y lacio por el agua, mas negro humedecido. Y tu cara brilla su blancura porque asoma la claridad del cielo; de negro vistes tu altura, tu esbozo de sonrisa y tu mirada evasiva, sabedora, expectante.
Y en este lugar todo es concreto y metal gris obscuro, menos tú. Son las cuatro de la tarde, llueve otra vez. Menos tú.
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Parque del Oeste
Despues de haber caminado entre las ruinas, me sentí acechado por los fantasmas dueños de ese lugar. De alguna forma estaba invadiendo su vida pasada (¿compenetrandome?, ¿haciéndome cómplice?).
Terracota, amarillo ocre y blanco, ocultos tras los remates de cemento pulido y piedritas. Todo nuestro legado, brillante, único, bombardeado con desgano.
Dos horas surreales en ese parque verde en medio de una ciudad destruída y ultrajada; ni un sólo edificio a la vista mientras decenas de niños celebraban su cumpleaños el mismo día.
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