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Sobre "El globo de colores" de Arturo Uslar Pietri


Al asistir comprendemos.

Esta es una de las frases más impactantes del escritor español Javier Marías al referirse a la forma de la novela en su discurso de aceptación del Premio Rómulo Gallegos, Marías considera que cada novela es un mundo ficcional que le permite al lector no sólo observar sino ser parte; sin embargo, la frase es aplicable dentro de la ficción porque así es en el mundo real (que, de momento, es el único que conocemos), de manera que el convivir de manera directa da un sabor de validez distinta a las experiencias.
Se puede leer "Hombres de maíz", ver algún Dalí; pero, para el observador atento, la experiencia se potenciará si Miguel Ángel Asturias habla frente a uno sobre la realidad latinoamericana o si Dalí relata alguna anécdota de su día en un café de París.
Al París hogar de este tipo de personalidades asistió Uslar Pietri en 1929.


La vuelta al mundo es una experiencia incomparable.

Esta es una de las frases de "El globo de colores".
Es bueno preguntarse cuál es la figura que cada cual conserva de Arturo Uslar Pietri. Por un momento considerémonos ignorantes de su obra, no hemos leído sus libros. Entre otras cosas debería quedar un señor mayor que se sentaba en un sillón, frente a una cámara de televisión, con aire de superioridad intelectual para dirigirse a unos "amigos invisibles", también el hombre a quien siempre se le reprochó que criticaba constantemente a los gobiernos de turno con un conjunto de teorías de soluciones ideales porque nunca se habían puesto en práctica, una figura recurrentemente crítica y egocéntrica. Un escritor a quien de vez en cuando le entrevistaban para que diera su punto de vista sobre este país.
También olvidemos eso.
Quizás en ese espacio podamos imaginar un libro como "El globo de colores", recopilación de crónicas de viaje que llevan al lector en excursiones culturales por España, Italia, Grecia, Japón, Francia, Nueva York, Israel, entre otras realidades; que son paisaje y descubrimiento sensorial, pero también semilla intelectual para la reflexión social, literaria y política de una época que podría no haberse acabado con el siglo anterior y de un continente como el latinoamericano.


¿Cuántos rostros, cuántas máscaras, le ha puesto a la realidad fundamental el gran fabulador, el gran simulador, el gran creador?

Existe, tiene que existir en los seres pensantes y conscientes de algunos conceptos como la geografía y la nacionalidad, una fascinación al caminar por una calle extranjera. Que tal vez es una calle que nunca podríamos ver en nuestro lugar de nacimiento: fríamente tecnificada o arcaicamente empedrada. Edificaciones: castillos medievales, columnas de mármol, inmensas catedrales, arquitectura de marcas árabes, asiáticas que sólo observamos en documentales, en museos. Hay una puesta aprueba de lo conocido y con una mínima reflexión se produce una ampliación del mundo interior.
Cuando se viaja a Grecia se viaja al corazón de la cultura occidental dentro de la cual nos movemos; viajamos a París y aún podemos sentir la atmósfera en la cual pudo nacer el arte más innovador del siglo XX (o la capital imperial de Napoleón). Se va a Estambul y se comprende cómo una ciudad puede ser válidamente europea y asiática, se viaja al Japón y no existiría el tiempo para encontrar diferencias con Venezuela.
Son estos algunos de los tránsitos de Uslar Pietri.


Habría que pasar por todas las formas de lo humano para poder conocer nuestra casa

Este libro es imperiosamente circular.
Aquí encontramos una valoración inmensa del regreso. No porque lo que conocemos, con lo que familiarmente convivimos, sea intrínsecamente mejor, sino porque después de terminado el viaje las realidades inmediatas son más comprendidas, aprehendidas en algunas dimensiones que tal vez no podíamos sospechar desde adentro. Por eso hoy podemos leerlo y repensar un poco nuestra realidad.
Para mañana será diferente.
Tal vez la globalización tienda a una enfermiza uniformidad futura y en ese entonces ya no existan más lugares diferentes sino sólo diferentes ubicaciones (cada ciudad podría ser sólo una sucursal de la prototípica ciudad globalizada). Entonces se podría acudir a libros como "El globo de colores" como testimonios nostálgicos.


Estamos en todos los mundos

   
     



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