Björk: un hada, un cisne-O ¿Quién demonios puede ser telonero de Björk? En el tren esa era la pregunta que se intercalaba en mi cabeza con las imágenes del amanecer en la costa del lago Neuchatel, el temor al frío y el brillo blanquísimo de los Alpes al fondo. Una amiga me esperaba en Lausanne: yo tenía tres años sin verla y un día, de la nada, acordamos un encuentro en Suiza para ver a Björk. Ella compraba los tickets. El día pasó entre museos, iglesias y paisajes del lago Léman con una observación inevitable: todas las mujeres de Lausanne son hermosas. Todas. Mujeres latinas, africanas, francesas, nórdicas y mediterráneas, pero todas hermosas. Y esto incluye a Hop y Andrea, que me recibieron a media tarde con bebidas y una conversación alegre. Al rato nos acercamos al Metropole, un teatro con capacidad de menos de mil personas (me pareció tan grande como el Ateneo de Maracay) que funciona en los bajos de la torre Bel Air, el único edificio alto de la ciudad. La intimidad del ambiente le daba aún más valor a la experiencia. Nos tocó la última fila y la visibilidad era perfecta cuando se respondió mi pregunta: probablemente los mejores teloneros para Björk sean los músicos de Björk. Si, Matmos grabó junto a la islandesa el álbum Vespertine. Tocan un blues del espacio. Temas acústicos que derivan sutilmente en lo electrónico. Músicos absolutamente versátiles, capaces de hacer música difícil de catalogar dando golpes a un globo mientras un ruido sale del sampler. Un tema lo interpretan casi por completo con golpes a distintas partes de una jaula de pájaros. En Internet se puede conseguir al menos un tema de ellos, Sun on 5 at 152, que interpretaron con exactitud increíble. Salimos, pero antes de terminar la coca-cola, empezaba el espectáculo. La escenografía no había cambiado: una plataforma para los secuenciadores y sintetizadores con lámparas que para iluminar hacia adentro semejaban el cuello de un ganso. Sólo eso y el foso de la orquesta. Una luz ilumina a la audiencia y sin aviso, ella la bloquea sentada en una silla. Luz cenital y caen mil pétalos de rosas blancas mientras ella juega con una caja de música, cuyo sonido es el tema Frosty, del Vespertine. Continúa con All is full of love, demostrando que su voz es real. Los aplausos la hacen saltar y darle palmadas a los Matmos, y si a esa emoción le sumamos el traje negro con falda de plumas, semejante a un cisne negro, parecía una niña. O un hada. Le siguieron unos siete temas de Vespertine en los que resaltó la participación de la orquesta y un coro de cerca de diez niñas groenlandesas (jamás pensé que un día escribiría esa palabra). Interpretó también I´ve seen it all del soundtrack de Dancer in the dark, cantando sus líneas y las de Thom Yorke. Luego vino el intermedio. Now it´s time for the well-known songs, me dijo Hop al ocupar de nuevo su asiento. El fondo de dibujos árticos era ahora un imaginario zoológico invertebrado. El cisne regresaba de rojo y de las plumas de su falda cuelgan cascabeles que suenan a su paso. Hace ruidos con su respirar que dejan identificar al rato un ritmo. La releva con suspiros o rugidos la líder del coro y tras un par de minutos la apoya la orquesta con los acordes de Hidden Place en un crescendo increíble. Toda la última fila se puso de pie. Y no se sentó más. El resto del público se nos uniría luego, casi al final. La sección electrónicahizo su entrada con uno de los músicos barajando un mazo de cartas junto al micrófono. Aplausos y gritos identifican el comienzo de Venus as a boy. Isobel, Joga, Hyper-Ballad, Bachelorette, con cada tema había más potencia en la voz, más brincos y más sentidos merci beaucoup. La entrada de la orquesta en Isobel es orgásmica, canta Joga como en los brazos del amor de su vida, el final de Hyper-Ballad es absolutamente bailable, así como la versión casi hip-hop de Bachelorette. Se va el hada y una ovación clama por su regreso sin pausa. Al menos 5 minutos de aplausos, gritos y silbidos la traen de vuelta. Ella y su pianista (Zeena, también tocaba el arpa) interpretan Anchor song. Los gritos regresan con los primeros acordes de Human Behaviour. Todos de pie y bailando hacen mayor la tensión de esta versión de su canción-bandera. La percusión, las cuerdas, la voz, nadie sabe de dónde sale tanta energía que en un grito lleva a Björk a brincar de un lado al otro del escenario. Se va de nuevo, pero regresa para cerrar con un tema inédito, It´s in our hands, aderezado de aplausos. Fuimos a tomar algo para regresar poco a poco al mundo, al pentágono, Bin Laden, las torres gemelas y luego a dormir. Al día siguiente sería Ouchy, en el borde del lago, el museo olímpico y tomar el tren de regreso, donde escribir esta crónica se me intercala en la cabeza con la pregunta: ¿Qué hacen en Lausanne con las mujeres feas?¿Las fusilan?¿Las deportan? 16092001 |
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