¿Quién podría describir la Caracas de hoy de manera integral? ¿Quienes se encuentran aún encerrados en la atractiva bruma heroica del cuadrilátero histórico, alrededor de la Plaza Bolívar, quienes encuentran que los enclaves europeos de La Candelaria y Chacao encierran una ciudad real o quienes piensan en término de una "gran Caracas" con ciudades satélites conectadas no sólo por el código de área telefónico sino también por vías de comunicación terrestre construidas en tiempos de la bonanza petrolera?
Tal vez el problema es que para explicar Caracas hoy habría que incluirlos a todos ellos y sumarles a los que se pierden con los ojos nublados de neón en las vidrieras del Sambil, Boleíta Center, El Recreo, San Ignacio o C.C.C.T.; los que vagan por Las Mercedes repitiéndose como mantras que la profusión de Galerías convierte la urbanización en una especie de So-Ho venezolano, los que adoran las zonas coloniales de Petare o La Pastora y les asombra cómo Medina acabó con los burdeles para sustituirlos con la urbanización El Silencio. Y muchos, muchos más, tantas ciudades como habitantes que las viven.
Sin embargo, un poeta, alguien cuya sensibilidad le lleva más allá de las cosas, hacia las esencias, es capaz de emprender la tarea, ya ha sido hecho. "Caracas física y espiritual" es el ejemplo.
Enfrentado a las complejidades de la realidad caraqueña hasta la época (el libro tiene su primera edición en 1967), Nazoa sorprende porque multiplica los métodos para ampliar su visión, y la nuestra. Dos ensayos de carácter histórico (¿historiográfico?) abren el libro, "Los primeros tiempos de la ciudad" y "Esclavos y otras cosas". La receta es tradicional, fechas, referencia a documentos, contraste de opiniones, entre otros para mostrar cómo de Fajardo a Diego de Losada los fundadores, para imponer la ciudad tuvieron que, en un esfuerzo premonitoriamente bolivariano, luchar contra la naturaleza- que no sólo era flora y fauna sino también indígenas dispuestos a conservar su espacio de convivencia-y hacer que se les rindiera.
Luego se interna Nazoa en la minucia curiosa, anécdota directa o recopilada de testimonios antiguos. Allí entran los cementerios y las costumbres funerarias, la radio, el alumbrado, el daguerrotipo, los helados, los vehículos. Todo es sencillez y una precisión que tiene no la ambición científica sino el despojamiento con el cual se le enseñan las cosas a los niños que no buscan grandes respuestas sino información que apenas cumpla con darle a los objetos de los que sólo saben el nombre significados y relaciones con otras cosas de su mundo apenas descubierto.
"Caracas física y espiritual" desentierra avisos clasificados del siglo XIX, impresiones, fotos y dibujos varios que terminan de redondear el sueño, de colocar paredes invisibles que no llevan a entender esta ciudad de hoy pero sí a ver aquello que ha quedado como pilotes sobre la cual sostenemos ésta; las sombras de gentes, costumbres, miedos, fiestas que nos acompaña cuando nos pensamos caraqueños.
Equilibrado entre forma y fondo, Nazoa pasa de las simples enumeraciones (como la lista de cosas pavosas) a la poesía, crónica, artículo de costumbres sin mayor sobresalto porque su tono de abuelo enciclopédico ofrece información cuyo ritmo y profundidad depende la emoción que le provoca el tema específico. Es uno de esos libros para leerlo en voz alta porque está hecho para ser escuchado.
Entonces, no lamentemos no tener todavía a quien pueda, con resultados tan notables como los de Aquiles Nazoa, hablar sobre Caracas, así, a lo transversal y longitudinal, seamos optimistas y esperemos. Mientras tanto revisemos esta "Caracas física y espiritual", válida referencia para cotejar con la ciudad de cada uno de nosotros, para fortalecer ese vínculo y recordar que los espacios urbanos, como el sonido del árbol en medio del bosque, necesitan la percepción, la emoción, el sentimiento, el espíritu humano para encontrar un significado.