El Hombre que nunca estuvoDir.: Hermanos Coen. 2001. En el plano temático, los Coen siguen descubriendo las estrías que se esconden bajo la fachada lisa de la cotidianidad urbana, desnudando el caos real tras la armonía artificial. La década de los cincuenta, la era dorada del sueño americano, es el epicentro del nuevo sacudón antropológico de los Coen. Esa época de optimismo y bonanza, bondad y esperanza, ese mito fundacional de las generaciones posteriores, queda reducido a escombros, a una necrópolis de muertos en vida, a una sociedad automática de estímulos condicionados, donde la sobrevivencia es tan rutinaria y desapasionada, que da lo mismo morir que estar vivo. El barbero, el hombre que nunca estuvo, es la conciencia de la era de la apariencia, es el existencialista que al descubrir la esencia, aguarda con resignación a la muerte. Su partida oficial se produce fría y calculadamente, a medida de una realidad disciplinada, como el hábito de cortarse el cabello cada semana, la manía de rasurarse todas las mañanas y la vieja usanza de sacrificar en la silla eléctrica al sospechoso de turno. -Sergio Monsalve |
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Kandahar
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Juana La LocaDir.: Vicente Aranda. 2001. 1 - Sergio Monsalve Teleculebrero biopic de época, con un guión tan literal y predecible como su título. Vicente Aranda había tocado fondo con su anterior film, ahora sentencia que el centro de la tierra es el límite. Juana La Loca comienza mal, progresa peor y termina fatal. La película es un canto a la tautología. La lluvia corona una escenita trágica. La voz en off de un pedagogo castizo anuncia el desarrollo de los acontecimientos. Las innumerables carencias formales son equivalentes a lo sobredialogado del guión, a la inseguridad de subrayar cada numerito con un frase contundente, extraída de los anales del folletín. Los parlamentos son un himno a la cursilería, al melodrama kistch.Loca loca de amor, pregona la protagonista en medio de un ataque de celos. La frase evoca la reciente declaración de María Fernanda Palacios al periódico El Nacional :hay que vivir lo que estamos viviendo. No faltan los inútiles homenajes visuales a los permanentes del Museo del Prado. Aranda figura un siglo XVI a semejanza de los referentes pictóricos oficiales. El decorado es tal y como uno se lo imagina. Es un contexto sin el aura de la singularidad. Recomendamos al director la revisión de toda la filmografía de Visconti, antes de acometer otro proyecto de época. La contra lectura al mito de Juana La Loca, la deconstrucción feminista a la leyenda, tampoco es una gran noticia ; apenas escandaliza al crítico desinformado y al público machista. Lo que sí sorprende de Juana es su inagotable fuente de humor involuntario. La Palma de la comicidad se la lleva el vestuario a lo Locomia. La tarzanesca fisonomía de Felipe el hermoso gana el premio a la peor contribución estética en una película histórica. Pilar Lopez Ayala obtiene la codiciadaLupita Ferrer de Oro, a la sobreactuación femenina. Las melenas del casting masculino consiguen laCuchita de Platino. Vicente Aranda recibe de manos de Carlos Saura y Bigas Luna, elChocho de Oro al director más anacrónico de la temporada. -Sergio Monsalve
-Tatiana Sledzinski |
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La copula o la cúpula
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BarakaDir.: Ron Frickle. 1992 En principio, hay un elogio, casi reaccionario, a las teologías universales, sin reparar en sus contradicciones. La idealización de la fe, inherente a la película, luce desfasada a la luz de la radicalización de los extremismos fundamentalistas. Bajo la lupa de los eventos contemporáneos, el encomio metafísico de Baraka tiene todos los atributos y defectos que determinan al mensaje institucional. La cámara pasea en contrapicado por la nave de un templo, enfocando desde abajo sus bóvedas y arcos. La banda sonora termina por convencernos de que estamos presenciando una epifanía. La misma operación se repite cada vez que se exhibe una maravilla de la humanidad. A cada pirámide, convidado de piedra y mamotreto arquitectónico, le corresponde una musiquita celestial y un dolly a paso de tortuga. El primer plano adquiere el matiz de una estampa religiosa. La fotografía circunscribe un aura sacramental sobre cada rostro. El gran angular magnifica el patrimonio natural, así como el teleobjetivo consagra al variopinto star system de la película. Baraka es una cátedra de retórica propagandística, una clase didáctica sobre el cine y el proselitismo, en la tradición de Triunfo de la Voluntad y Olimpia de Leny Refisntein. En la medida que avanza el metraje, el documental va consiguiendo más adeptos a su idealizada mirada de la flora, la fauna, el hombre tribal, la infancia abandonada, etc. El resultado es una audiencia rendida al chantaje emocional de la película. El gran mérito de Baraka no es tanto su edificante discurso como su capacidad para condicionar a la audiencia, al extremo de arrancarle lagrimas. Así como el acuario representa nuestra nostalgia por la naturaleza perdida, Baraka es la sublimación de un sentimiento de culpa generalizado, es un acto de contrición para un generación educada en las contrariedades del progresismo, las incertidumbres de un porvenir digital, y la urgencia de greenpace. -Sergio Monsalve |
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No Mans LandDir.: Danis Tanovic. 2001. Al no justificar la beligerancia armada y legitimar la ideología del poder, No Mans Land se sitúa en las antípodas del género, junto a otros alegatos humorísticos que bien vale pena destacar en estos tiempos de fascismo cinematográfico y severidad discursiva. Cojan dato, cineastas comprometidos. El Gran Dictador. Chaplin. Degradación esperpéntica a la banalidad del mal, anticipo a los hallazgos estéticos del teatro de vanguardia y decantación de un estilo. Un gag para la historia: el gran dictador domina un globo terraqueo a lo Maradona. Lo mejor y lo peor de Chaplin conjugados en una extravagancia audiovisual hinchada de atrevimiento en las primeras de cambio pero henchida de solemnidad en el tiempo de descuento. Ser o No Ser. Ernst Lubitsch. Una maravillosa reflexión sobre la representación y la comedia, en la que le sentido común superficial se invierte para materializar un discurso notablemente feminista, antibélico y a su vez novedoso, permitiendo tomarse en solfa temas tan serios como el nazismo y la ocupación sin por eso dejar de construir un discurso inteligente y subversivo (Federico Karstulovich: El Amante Cine ) Teléfono Rojo. Kubrick. Radiografía Bretchiana de la guerra fría, puesta en escena por el único director capacitado para asumir hasta las últimas consecuencias un desafío a la retórica bipolar, desde el absurdo más tremebundo y esquinado. MASH. Palma de Oro de Cannes. Mirada demencial y anarquista al intervencionismo norteamericano en territorio Coreano. Su última frase resume el sentir de Robert Altman frente a las instituciones marciales: Fuck The Army. Catorce años después dirigiría The Streamers, un fuck the army aterrador y lúgubre, en el que la desesperación substituye a la loca evasión de MASH. Small Soldiers. La obra maestra de Joe Dante es una película condenada al menosprecio de la crítica seria, y a la desnaturalización de su prédica por parte de las corporaciones mediaticas. Mientras los ortodoxos y teóricos ni siquiera la fueron a ver, porque para ellos era una película más de muñequitos, su campaña de promoción la desvirtúo hasta convertirla en otro subproducto genérico consagrado al mercado infantil. Small Soldiers intento ser el espejo invertido de Gi a Joe y todas las series animadas con espíritu nacionalista, pero terminó siendo aprovechada por el mismo andamiaje que intento derruir. Actualmente sus muñecos se venden en la repisa destinada a los juguetes de guerra. Toys. Otra juguetería devenida bunker de guerra para representar la madre de las tragicomedias bélicas de la década pasada. La película más sombría de Barry Levinson y la más alucinada del género. Mars Attack. La replica a Independence Day fue una farsa Burtioniana, plagada referencias cinéfilas al universo de Kubrick, Welles y muchos otros. Su terrible ironía devastó los pilares de la ciencia ficción de la postguerra fría. La caída del muro de Berlín, el blanqueo operacional de la Europa Oriental, y la derrota del bloque comunista frente al bloque capitalista, resucitan al marciano de las catacumbas de la ciencia ficción, de los orígenes cinematográficos del género. Si en los años cincuenta, el extraterrestre condensó la atmósfera de un planeta bipolar, en los noventa, de la mano de Roland Emerich e Independence Day, el alienígena revive para representar las nuevas fobias de los garantes de la unipolaridad. Anteriormente la amenaza era el comunismo, ahora es la plaga extranjera, el islamismo, el terrorismo, y todo lo que se oponga a la mundialización. Antes la ciencia ficción era una ramificación del Marcatysmo, ahora es una extensión de la xenofobia y la política exterior de las siete potencias. Los hermanitos de ALF ya no vienen en son de paz, a comunicarse con nosotros, sino a invadir y colonizar. La aldea global responde con fuego al cañón para que respeten a nuestra civilización. Los Hombres de Negro hacen el trabajo sucio, al mejor estilo de la MIGRA, persiguiendo a la escoria del planeta, hasta erradicarla. Los selenitas cambian de máscara. Una vez fueron amigables y risueños como ET. Estabamos en la víspera del matrimonio entre el bloque comunista y el capitalista. Ahora son repugnantes y misántropos como los bichos de Independence Day. Estamos en el apogeo del integrismo, cuando lo ajeno es visto como horripilante y monstruoso. Ergo, la solución final de la ciencia ficción es extirpar al diferente para purificar al pariente. Ergo, no queda más que reivindicar a Mars Attack, un Requiem for a Dream galáctico; el pensamiento único reducido a escombros por un iconoclasta llamado Tim Burton. -Sergio Monsalve |
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Los Excéntricos TenembaumsDir.: Wes Anderson. 2001. El cine de Wes Anderson es una mezcla entre la estilización de los Coen y la chapucería de los Farrely, el desenfado visual de El Gran Lebowsky y la militancia pop de Loco por Mary, el fantástico camp de El Gran Salto y la chambonería agridulce de Amor Ciego. La marca de fábrica del director es una propensión al barroquismo caricaturesco y al minimalismo interpretativo, proyectados en decorados estrafalarios y actuaciones contenidas, tal como si una escena de Terry Gilliam fuera encarnada por Clint Eastwood o Buster Keaton. Las otras debilidades del autor son los planos secuencias, la profundidad de campo, el paneo y los encuadres insólitos, generalmente constituidos en función del punto de vista del narrador, antes que del actor. Este distanciamiento expositivo conforma un aura de aislamiento, abandono y desamparo sobre cada personaje, al punto de condensar una atmósfera sombría alrededor del protagonista. La crisis de la tercera edad, los choques generacionales, las familias disgregadas, y el traumático trance de la juventud a la madurez, integran el ideario dramático del cine de Anderson. A primera vista, sus películas dan la impresión de aproximarse a los temibles meandros del sitcom, a los territorios conceptuales de una tragicomedia domesticada por el lenguaje y la cadencia de la series corporativas, distinguidas no tanto por su atrevimiento y genialidad como por su uniformidad y compromiso con unas formulas resultonas de cara al rating. Si por un lado el director aprueba el dogma del sitcom, al reproducir sus ambientes opresivos y el espíritu de sus pandillitas disfuncionales, por el otro, revierte las estructuras del género, al atentar contra su ritmo, su visión festiva del caos, y su lisonja rutinaria a las clases medias. A la velocidad desenfrenada del sitcom, al trepidante devenir de su dramaturgia, a la rapidez mecánica de sus parlamentos, Anderson opone el laconismo del estilo de Bresson, la cronología absurda de Zelig, y la no comunicación de los diálogos de sordos, en una revancha contracultural a los enunciados y postulados del telespectáculo. Desde la arbitrariedad descriptiva del video clip, a la parodia escenográfica de la soap opera, en el cine de Wes Anderson se dan cita, con una autoconsciencia envidiable, los peores defectos y contadas virtudes de la televisión norteamericana, reciclando sus métodos para configurar un hipertexto distintivo de la generación X, una bandera de los hijos de MTV. La coherencia filmográfica de Anderson se ha reafirmado en el estreno de su más reciente largometraje, Los Excéntricos Tenembaum. La película, además, reitera la admirable capacidad del autor para dirigir actores, su absoluto dominio de la poética del gag, y su coreográfica organización de la puesta en escena, al seguir el ejemplo que Altman que dio en sátiras corales como Mash, The Player y Short Cuts. Casi todos los fanáticos de Amelie han descubierto ciertas coincidencias fatales entre su objeto de culto y Los Excéntricos Tenembaum, detalles como que la voz en off de la última es un plagio de la primera, que la estética kistch de Anderson es un mal remedo del arte de Jean Pierre Jeunet, que los flash back de Los Excéntricos son una copia de los de Amelie, etc. Más allá de los paralelismos no reconocidos, los fusiles y los calcos denunciados, la más reciente de Anderson está lejos de ser la típica adaptación yanqui a una comedia francesa, aunque tampoco está cerca de ser el paradigma de la extravagancia. -Sergio Monsalve |
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