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Primer concierto en 27:17 minutos en la plaza de ella


-Ricardo Daniel Piña
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a claude royel-journoud (Lyon – 1941)
a geviéve hutin (Loiret – 1951)




I – Allegro.

Elongar los músculos luego de correr,
da tonicidad y descanso.
Disuelve la fatiga muscular.
Concretamente, buscarás detener al mundo que pasa frente a ti.
O intentarás modificarlo.
Demasiadas justificaciones comienzan a impacientar tu piel.
La carne se parece a la lluvia
detrás de la ventana.

Es como ver y oír en un teatro alejado del mundo.






II - Adagio ma non tropo.

Soy un magnífico ignorante.
Mi sangre, rápidamente se me escurre
por la aceptación de tu suavidad prendida fuego.
La gloria de tu cuerpo
cae de una vez y para siempre
por los acantilados del deseo.
Miro asombrado de mí mismo y renuncio.
La fatalidad es una alfombra roja.

La gravedad de mi amor está condenada
pero sigue
y se aleja.







III – Affetuoso.

Para alcanzar lugares y preguntas,
los objetos y la gente persisten en ese silencio tan cotidiano.
El punto es:
que el deseo se mantenga en el cuerpo,
hasta que se infecte de tedio,
de sufrimiento
o de poesía.






IV – Larghetto.

No tengo nada que decir. Busco. Pero ni siquiera ella puede cambiarme estas cifras con su acto repentino de fuego.
Y designo al comercio como manos, mercaderías, hambre y usura.
No queda ni siquiera fe.
Aunque algo esté por cambiar de forma.
Por miedo.
Por imbecilidad o por belleza.






V – Andante.

La verdad es que no queda mucho por desear.
La burguesía más acomodada o el trotskismo más extremo
se emparentan en este punto.





IV – Andante molto.

- Señorita, usted se alimenta de amor?
Porque siento que me estoy secando en este sol
como si estuviese en una vitrina...






VII – Allegro giusto.

- Señorita, sabía que lleva impregnada la infancia en su sonrisa?
(Labios estirados, dientes blancos entrevistos, músculos contraídos en
las órbitas de los ojos, ojos achinados lustrosos, que se dejan ver debajo de la línea entreabierta de los párpados.)
Desde lo más lejano de mis intenciones, hoy he terminado de ser feliz. No paran de asesinarlas, las sombras de su hermosura de mujer.






VIII – Largo.

- Señorita, no tengo demasiadas cosas para ofrecerle.
He querido decirle que por no diferenciar este amor del ardor juvenil de aquellos 18 años, he desarreglado todo rasgo de ternura matutina que he contemplado por largo tiempo y que ahora queda en la victoria del padecimiento.

   

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