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Crónicas de Esquinero: Mayo


-Adán Fulano
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    Gracias a Carlos doce que me prestó la computadora y me recibió en la casa que regenta puedo escribir está sección de seudo ingeniería de mi micro mundo que por todas mis dolencias de espacio decidí llamar esquinero, la verdad es que lo de la esquina también viene dado por aquel ritual que de niño jugué: escondite.

    
Comencé a jugar esto con rigor, como dicta a todo juego pero el problema (como todo problema en el mundo lúdico) es encontrarle salidas, nunca he podido salir del juego, aún estoy escondido de mí, de los míos y de otros tantos fantasmas que me habitan la casa del recuerdo, de allí que hasta entregué tarde mis responsabilidades, vivo, y me permito la vanidad de decir esto, llegando de madrugada.

    Escondido entonces resulta mucho más interesante hablar de las cosas que pasan. En mayo cumplen año de nacidos varios personajes decisivos de la novela que llevo años escribiendo, son Tauro esta gente que no existe, a algunos los odio profundamente y quisiera verlos en la mayor de las felicidades (porque solo en la felicidad está el limbo) a otros les tengo cariño y menos mal no tengo que desearles felicidad porque trabajan honestamente para tenerla siempre consigo.

    En este computador de tablero indescifrable y yo recién mudado como ando interrumpo toda escritura porque un pensamiento reiterativo me persigue: necesito un microondas para aquello de temperar el estomago a una comida decente y que resista, por lo pronto, a este país que a media maquina fluctúa entre el espanto y la risa (país bipolar) que se nos escapa de la manos, que se esconde en las esquinas y sufre de lo que yo sufro, que cumple año en mayo y del que no quería hablar en esta crónica pero no pude eludir esta tristeza de espectro que no se cura, que no me deja.



   




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