Mi madre empieza a acompañarme.
Mi madre anciana y sigilosa
de tan bello rostro a pesar del tiempo.
Mi madre me da sombra
ante la luz quemante del mundo,
se hace tibieza en mi alma
con la piedad de sus consejos
de antes y de ahora.
Mi madre sabia e intuitiva
ha empezado a acompañarme,
ahora que soy mujer con soledad
y "habitación propia".
Mi madre se apaga con lentitud
y paciencia,
pero en mí enciende su antorcha de heredad.
Yo la escucho como desde lejos,
limando las distancias, perdonando las asperezas,
yo la acojo sentándome a su sombra,
yo la acojo para que me acompañe,
para que no se vaya tan sola,
para que yo también la acompañe,
y el río de la sangre sea en lo eterno
mutua compañía,
sea en lo solo un resplandor.