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Viendo al Ávila
(a Carlos)

Te esperé de tarde
en una tristeza gris.

Contra ella nadie pudo,
se impuso de tanto ser
la de todos.

Lágrimas derramé en tu camisa
y entre ellas
subí el Ávila a prisa,
buscando,

un remedio suplicado,
Un diente,
Un rosario.

En esta plaza de cielo
te esperé sólida,
así te voy encontrando,

entre gente
entre hormigas
entre mi.

-Gladys Arias
<[email protected]>

   
     



Yo te festejo, Poesía

Te celebro, Poesía, porqu'eres
lo peor del mundo: una fragata en medio
de mi alma. Eres lo feble de Dios y el sida de
los hombres. Te pudres como folia en la boca

de los santos y los trujamanes del
templo te desprecian. Los mercanchifles
te trafican en la escoria de los niños.
Eres oscura como los goliardos

que sueñan en las playas. Y no tienes
a donde ir, Poesía, en los días de ceniza.
Eres la concupiscencia de Dios, lo peor del mundo

como una madre eres de sueño, de fuga,
de humo, de nada: ¡yo te festejo, Poesía,
con la boca podrida de los santos!

-Yván Silén
<[email protected]>

   
 
 
 



 
 
 

Sobre la vía del tren
dos personas rehuyen del mundo, y
desde entonces se asisten, se acuestan en los precipicios
se obligan a la vez, sudan y tragan y arremeten y jadean
se miran de espaldas, se miran
redondean las distancias
(de la costilla a tu orgasmo existen veintidós minutos exactos)
(del roce de la falda a tu mirada sin mirar pasa toda la tarde)
los pies encogidos sujetan la idea
y el vino y el hambre y el humo lejano.
El tren ya no pasa,
se alejaron a través de la persiana
se buscan en el tráfico
se recuerdan en cada pedazo de pornografía imprecisa
se aprietan duro del cuerpo de quién sea
se masturban en el baño por la lista de espera
y escriben mensajes de texto con dedos húmedos
que se secan.

-Gustavo Mérida
<[email protected]>

 



Revelaciones

Cuando llegas
Cualquier movimiento me arrastra de mi sueño al tuyo
(tan solo eliges dónde lo haras esta vez)

Quizá desde:
tu aleteo rítmico de pájaro que emigra al estío
escapando del invierno
del crepitar incesante de tu fuego que se consume a si mismo
a cada instante
de la repetición de tus mareas que se convierte en espuma
mojando mis costas
del lento parpadeo de esa virgen recostada que se refleja
        en tus pupilas de amante-niño

Cuando llegas
Me estrello contra la claridad
Pero es tan imperceptible aún...
Que sólo tú y yo la vemos

Cuando llegas
Tu voz es el viaje
             Hacia el mismo bosque
                          Bajo el mismo cielo
                                   Sobre la misma hierba

Donde empiezo a brillar

Cuando llegas
Tus manos encandiladas
Van dibujandome
             Sombras en la piel de luz
                          Juego de lineas oscuras
                                   Relieves que se mueven
             Dedos moldeando un desierto voluptuoso de arena
                                                                                         en mi cuerpo
             Un tigre ensangrentado devorando su presa
                                                                                         luego del zarpazo
             Una simétrica zebra entre los colmillos
                                                                                         de su predador
             Un crépusculo púrpura presagiando la noche
                                                                                         sin salida
             Muecas de una oscuridad sin ojos
                                                                                         sobre los últimos soles

Cuando llegas
Tu mirada-ilusión me rescata
                          De tus propias tormentas
                                   Paisaje encantado de tu cuerpo
         Colmado de aromas
Me maravillas
Sumergiéndome en el deseo...
Contagiándome el asombro...
Sobreviviendo a tu realidad...

Hasta que vuelvo
Con mis manos resplandecientes
Y el viento de un mundo invisible
Me sacude de ti
Cuando te vas...

¡Bella y extraña conjunción la nuestra!
                          Dónde nos amamos
                                   A veces tan cerca...
A veces tan lejos...

 
 







Arrastres de la sombra

I

Que nadie arranque a esta mujer del tiempo
donde mi corazon la ha clausurado.
Que nadie suelte al mundo su perfume,
que nadie mire ansioso
la desnuda presencia de su piel.
Que nadie pueda nunca
(si antes no me convida)
hacer todo un banquete
con el oscuro mundo,
que en sus ojos,
asegura la dicha.
Que nunca
que antes
que luego
Que nunca yo falte.
Que nunca ella acuda.
Que jamas, ninguna.
Sin nosotras.


II

Me muero en ti
sin luz.
La oscuridad
-no obstante-
resplandece.


III

Eres
llaves vidrios quebrados
Estoy
alergias y catarros
Estas
alli donde confunden los martillos sus golpes.


IV

Corto las olas sobre mi almohada.
El vertigo es un polvo rojizo
que me quema la boca.
Duermo en tu suenho,
despierto con el cuerpo leve,
y se,
lo entiendo,
que mientras me aburria de ser yo
me fui a tu cama,
a tu hemisferio,
al verdeazul sonido de la ausencia.


V

Ventana abierta.
Afuera,
un unico paisaje,
la misma ambivalencia,
el mismo tedio.
Ventana .
Abierta?

-Blanca Hernandez
<[email protected]>





Obsequio de amor sencillo
(a mi sobrinos Manaure y Violeta)

Te regalo un soldadito de plomo
un tren con sus vías y sus túneles
una pelota roja
y una rosa de nubes.

Te invito a pasear conmigo
nos tenderemos en el campo
le pedí a dios
que hiciera paisajes en el cielo
le pedí un caballo un pastor
y la cara de un pirata ciego.

Quiero que veas para arriba
y sientas marear tus pensamientos
así tomados de las manos que tiene la hierba
viajaremos alrededor de la galaxia.

Te brindo el manjar humilde
de la vida entera
y los jugos que exprimí
de frutos, que cuelgan, de los brazos de la tierra.
Comeremos hasta nuestras cabezas.

Te quiero poner tan feliz como sea,
que no hay lugar en mi para mas deseos,
pidiendo que sea así
colaboro tratando de adivinarte,
hasta el punto permitido por ti,
en esa región sur-azul,
donde hace falta mi amor
para que puedas encontrarte.

Te obsequio mi amor sencillo
sin adornos ni recelos,
ponlo ahí o donde puedas
(el no vive pegado a si mismo)
se encuentra en tu alma tus viajes y en las velas.


-Gladys Arias
<[email protected]>

 
 






Vade Mecum

Tengo la idea de que mientras escriba
no me voy a morir, y duermo afilando navajas
con el alba hasta expirar el día.
No permitiré que me maten fantasmas fatigados
o me despierten en las calles con fraudulosos
violines de madera
Ya ves, ahora me la paso garabateando
en los muros más altivos de la tierra, araño
las níveas puertas de las ciudades y arrastro
como obstinada pluma mis huesos por los sepulcros.

Tengo cubierta la frente de edictos que me mandan
no morir todavía, y de papiros con historias
fantásticas para reproducir
en las páginas de los árboles y de las flores.
Tengo obcecados diccionarios trepanando mi cabeza
como trenes que bufan iracundos por túneles brumosos.

Para no desaparecer engullo miles de guías
telefónicas de las naciones más abundantes,
y me baño a cada minuto en agua bendita
sin dejar de hojear los vade mecum que he acumulado
en los tantos tiempos de locura.

Voy en cada segundo deletreando mi nombre
y los nombres no inventados todavía de los otros, y
creo canciones y novelas prodigiosas y combato
contra los tormentosos vientos del olvido
para no querer morirme hasta que me muera.

Yo pendido como araña de la tela frágil
de lo infinito y todo muere sin remedio. Ya ves,
un día no me quiero ir y escribo.
Estuve maldito y orinaba mis insomnios por las noches
como si me pidieran que me quedara suspendido,
con el corazón atrofiado y sosegada la mirada.

Pero sigo escribiendo vade mecum en todas las paredes
que conozco, porque tengo la idea de que no me voy
a morir mientras escriba.
Lo haré hasta no sé. Iré de nube en nube colgando
discursos y de morada en morada dejando testimonio
de mi contrato con la vida
para que nadie dude de mis intenciones de morirme
sólo cuando me llegue la muerte. Nunca antes.
Y es definitivo.

-Antonio Álvarez Bürger
<[email protected]>





Las nubes de América

Pirámide de roca,
extiende su índice nevado;
está sobre la alfombra de pinos,
y en la llanura líquida del agua.

Brotan los palos herbados,
como Carabelas enmarañadas:
el frío bosque, el húmedo follaje del pino;
y las recias líneas:
las geometrías agrestes
de una casa,
que sabe de Alpes y de Andes;
que sabe de gentes de facción helada,
de ojos donde las neviscas tiemblan;
pálidas pupilas que ofrecen
la cordillera en su mirada.

Está quieto el bote,
en el diamante frío del lago;
quieto en el fantasma de nieve
que arroja la muralla blanca:
¡oh, largo pedestal donde
se alza Dios!
Pardas estatuas
con lamparones de mármol,
conos de capuchón azucarado;
mientras el verde pulmón de madera,
lanza el rizo suave,
el terso soplo que quiebra
el plano sereno del agua-
soplo que ara
el liso labrantío de los peces.

¡Oh, escultura; oh, catedral de minerales!,
ahogada en un musgo de pinos:
tus huesos de piedra-
arropados en esmeraldas de resinas-
están quietos como dioses de sal;
como lienzo rocoso,
empapado de pinceladas de savia.
Te arrojas al lago
en su cárcel de diamante sereno.

Veo el aire que labra
el oxígeno puro,
donde la niebla
esmalta de ceniza
los huesos roqueños,
la cervical de cerros;
el cóndor que hiende con el pico
el océano vaporoso del cielo,
buscando la isla de la soledad;
como los lagos que descansan
de las manos de Dios:
¡progenie de charcos espejados,
donde los pescadores cosechan leyendas!;
donde los guijarros anidan como huevos
para ser lanzados, y chasquear
aquel silencio de tu Cosmos,
aquella nervadura de farallones
que vigila el curso quebradizo
de la frontera:
los peleados quiebres de las patrias.

A tus silencios debo mis palabras,
a tu hielo lo que arde en mis venas-
el recuerdo sereno enjuagado de vino,
la paz coronada de las nieves-;
a tus lagos debo mi rostro,
a tus guijarros mi infancia,
a tus nevadas
mis primeras palabras (temerosas)
con Dios.
Al cóndor el respeto al cielo.

A tus noches el vaso tinto,
que rebosa como espumada cumbre:
¡hermoso monumento
de oxígeno y nubes neblinosas!
Voy a tu cielo sin tacha;
prefiero el pedrado aleteo de los Andes
a las fauces podridas de la tierra;
prefiero tu colchón de nubes,
el lecho de tu posada sideral,
el sudor de los cielos-
que beben los lagos como de ubres
cargadas de huracanes nutricios-:
¡oh, los mundos de este mundo!
(La roca contra la roca,
la arena contra la arena,
el océano contra el océano-
gota a gota,
gramo a gramo-;
tal vez la rosa,
que enarbola su amenaza de espinas;
y el hombre,
que prefiere su parte al todo;
que es de todos)
Yo no sé dónde se muere mi cuerpo;
pero el vuelo puro del cóndor
verá mi descanso, que no muere.

-Daniel Alejandro Gómez
<[email protected]>

 




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