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Yo te festejo, Poesía
Te celebro, Poesía, porqu'eres
lo peor del mundo: una fragata en medio
de mi alma. Eres lo feble de Dios y el sida de
los hombres. Te pudres como folia en la boca
de los santos y los trujamanes del
templo te desprecian. Los mercanchifles
te trafican en la escoria de los niños.
Eres oscura como los goliardos
que sueñan en las playas. Y no tienes
a donde ir, Poesía, en los días de ceniza.
Eres la concupiscencia de Dios, lo peor del mundo
como una madre eres de sueño, de fuga,
de humo, de nada: ¡yo te festejo, Poesía,
con la boca podrida de los santos!
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Arrastres de la sombra
I
Que nadie arranque a esta mujer del tiempo
donde mi corazon la ha clausurado.
Que nadie suelte al mundo su perfume,
que nadie mire ansioso
la desnuda presencia de su piel.
Que nadie pueda nunca
(si antes no me convida)
hacer todo un banquete
con el oscuro mundo,
que en sus ojos,
asegura la dicha.
Que nunca
que antes
que luego
Que nunca yo falte.
Que nunca ella acuda.
Que jamas, ninguna.
Sin nosotras.
II
Me muero en ti
sin luz.
La oscuridad
-no obstante-
resplandece.
III
Eres
llaves vidrios quebrados
Estoy
alergias y catarros
Estas
alli donde confunden los martillos sus golpes.
IV
Corto las olas sobre mi almohada.
El vertigo es un polvo rojizo
que me quema la boca.
Duermo en tu suenho,
despierto con el cuerpo leve,
y se,
lo entiendo,
que mientras me aburria de ser yo
me fui a tu cama,
a tu hemisferio,
al verdeazul sonido de la ausencia.
V
Ventana abierta.
Afuera,
un unico paisaje,
la misma ambivalencia,
el mismo tedio.
Ventana .
Abierta?
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Las nubes de América
Pirámide de roca,
extiende su índice nevado;
está sobre la alfombra de pinos,
y en la llanura líquida del agua.
Brotan los palos herbados,
como Carabelas enmarañadas:
el frío bosque, el húmedo follaje del pino;
y las recias líneas:
las geometrías agrestes
de una casa,
que sabe de Alpes y de Andes;
que sabe de gentes de facción helada,
de ojos donde las neviscas tiemblan;
pálidas pupilas que ofrecen
la cordillera en su mirada.
Está quieto el bote,
en el diamante frío del lago;
quieto en el fantasma de nieve
que arroja la muralla blanca:
¡oh, largo pedestal donde
se alza Dios!
Pardas estatuas
con lamparones de mármol,
conos de capuchón azucarado;
mientras el verde pulmón de madera,
lanza el rizo suave,
el terso soplo que quiebra
el plano sereno del agua-
soplo que ara
el liso labrantío de los peces.
¡Oh, escultura; oh, catedral de minerales!,
ahogada en un musgo de pinos:
tus huesos de piedra-
arropados en esmeraldas de resinas-
están quietos como dioses de sal;
como lienzo rocoso,
empapado de pinceladas de savia.
Te arrojas al lago
en su cárcel de diamante sereno.
Veo el aire que labra
el oxígeno puro,
donde la niebla
esmalta de ceniza
los huesos roqueños,
la cervical de cerros;
el cóndor que hiende con el pico
el océano vaporoso del cielo,
buscando la isla de la soledad;
como los lagos que descansan
de las manos de Dios:
¡progenie de charcos espejados,
donde los pescadores cosechan leyendas!;
donde los guijarros anidan como huevos
para ser lanzados, y chasquear
aquel silencio de tu Cosmos,
aquella nervadura de farallones
que vigila el curso quebradizo
de la frontera:
los peleados quiebres de las patrias.
A tus silencios debo mis palabras,
a tu hielo lo que arde en mis venas-
el recuerdo sereno enjuagado de vino,
la paz coronada de las nieves-;
a tus lagos debo mi rostro,
a tus guijarros mi infancia,
a tus nevadas
mis primeras palabras (temerosas)
con Dios.
Al cóndor el respeto al cielo.
A tus noches el vaso tinto,
que rebosa como espumada cumbre:
¡hermoso monumento
de oxígeno y nubes neblinosas!
Voy a tu cielo sin tacha;
prefiero el pedrado aleteo de los Andes
a las fauces podridas de la tierra;
prefiero tu colchón de nubes,
el lecho de tu posada sideral,
el sudor de los cielos-
que beben los lagos como de ubres
cargadas de huracanes nutricios-:
¡oh, los mundos de este mundo!
(La roca contra la roca,
la arena contra la arena,
el océano contra el océano-
gota a gota,
gramo a gramo-;
tal vez la rosa,
que enarbola su amenaza de espinas;
y el hombre,
que prefiere su parte al todo;
que es de todos)
Yo no sé dónde se muere mi cuerpo;
pero el vuelo puro del cóndor
verá mi descanso, que no muere.
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