Golpes del destino
Dir.: Clint Eastwood. 2004.
La última pelea de Eastwood y Hillary Shawk contra los embates lagrimosos del destino, fue dirimida en el mismo cuadrilatero sentimental de Mar Adentro, bajo la división de los pesos muertos o de los muertos en vida con aspiraciones de tirar la toalla de la existencia. Tanto el pupilo de Amenabar como la discípula de Dirty Harry, dominan el arte de conectar ganchos a nuestras partes débiles, hasta llevarnos contra las cuerdas de la miniserie (E.R.) en sala de espera al infierno, como un telefilm sobre algún enfermo terminal.
Ambos boxeadores se valen de recursos similares, aunque Ramón Sampedro se diferencia de la campeona sin corona, porque habla más que Oscar De La Hoya antes de caer rendido por nocaut fulminante. La segunda, por el contrario, sabe administrar la fuerza de la discreción, pero igual sucumbe por la vía rápida ante el fantasma de la tetraplejia, un monarca invicto de la “soap opera”. Su definitiva consagración en el Oscar reconfirma la sospecha de los sociólogos: el espíritu de la tragedia anda suelto por occidente ante la evolución de las desdichas de nuestro presente. En consecuencia se producen películas sobre el país de nunca jamás, la eutanasia y la mejor manera de absorber los duros golpes del destino.
En cuanto al desarrollo de la faena, los primeros rounds son superiores a los últimos, pues los asaltos iniciales transcurren entre la expectativa y el dinamismo de una batalla de largo aliento, en tanto que los embates finales derivan hacia la monotonía de las peleas de trámite.
Los minutos de partida suman un poderoso recital de cine pugilístico, iluminado con destellos de humor negro. Los segundos que siguen a la desgracia de la protagonista, restan credibilidad a la obra, haciéndola presa de una seguidilla de situaciones forzadas, cuyo objetivo es conmovernos a costa de la miseria ajena, como en una teleculebra de baja estofa.
No recuerdo un Eastwood tan demagógico y efectista como éste, tan políticamente correcto, tan concentrado en agradar al público bien pensante. Su imagen de la típica familia americana es una caricatura sin dimensiones, pintada con brocha gorda, a lo Simpsons. La madre parece la señora de Casado con Hijos o la mama de Mallory Nox, y los parientes de la víctima son los típicos hermanitos Bundy.
Todo la escena del martirio de la boxeadora en el hospital, resulta prescindible, innecesaria en su gratuito sensacionalismo, equiparable a la grotesca y condenable cobertura que ha hecho C.N.N. del tormento de Terri Schiavo. Es la pornografía del sufrimiento a todo color.
Algunos entendidos equiparan a M.D.B. con una combinación de tres ganchos cinematográficos: Girlfight, Karate Kid III y Mi Vida Sin Mí. Los jueces del norte y de Cahiers du Cinema la valoran como un knockout del séptimo arte, al igual que los promotores del Oscar. La mayoría de nuestros árbitros del gusto también suscriben el consenso de la academia, al concederle un previsible diez sobre diez. En Argentina la destrozaron y no precisamente por las razones antiamericanistas que muchos se sacan de la manga para descalificar la opinión de los críticos sureños. ¿Ejemplos? Aquí les van un par de rectos a la quijada:
La familia de vacaciones es el grupo de personajes peor creados por Eastwood en toda su carrera, vergüenza ajena como mínimo es lo que dan.
-Santiago García.
Algo muy malo está pasando para que tipos como Eastwood hagan películas como esta, y me temo que no es su exclusiva culpa. Sí, claro, está mejor actuada/escrita/dirigida que la gansada de "Río Místico". Pero no me gustan los directores que filman para el aplauso, los que calculan la tristeza, los que miden la melancolía, los que calculan todos los efectos para el golpe de nuca. Se llamen Amenábar, Eastwood o Sam Raimi.
-Leonardo Esposito.
Finalmente, nosotros aprobamos con la máxima nota su aire derrotista de película setentosa, así como su alegato contra la violencia en forma de melodrama noir; pero al mismo tiempo, reprobamos su chantaje emocional y sus anacrónicos estereotipos. En resumen, una obra dispareja, promocionada como si fuese la pelea del siglo. Pero no se deje engañar, en realidad es tan irregular y especulativa como el boxeo de nuestros días.
Para terminar, una última consideración. Muchos aseguran que la película va de la imposibilidad de alcanzar el sueño americano y bla bla bla. Sin embargo, nosotros la vemos como una cinta sobre alguien que pudo llegar a conquistarlo, si no se le hubiesen atravesado por delante una villana de folletín(ex prostituta para más señas) y un banquito de coger palco.
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