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Esquinero: Abril

¡Desde esta esquina el peso pesado de la republica de Malantia "Cheo Soto"! y ¡plof! la viejita apagó el televisor lanzando el control remoto al otro mueble, mientras a duras penas pudo pararse sin hacer rechinar la poltrona. En la calle, se escuchó el ruido de dos personas discutiendo acaloradamente, algo sobre justicia y alquiler, probablemente la bulla se originaba en dos casas más allá en la pensión de la cuadra, la zona de las embajadas suele ser muy tranquila y todo se sabe, todo se escucha. La señora Olga Teresa estaba visiblemente descontenta con que la televisión se hubiera encadenado por una pelea de Boxeo, pero esas cosas le pasan a quienes tienen problemas con el sueño, ya era el 2015 y quién se iba a esperar después de tanto efecto especial y tanta odisea en el espacio que algunas cosas se mantuvieran igual que siempre.

¿Estás segura, no hay nadie? Si chico deja el miedo ¿pero y tu abuela no nos podrá descubrir? Vente vale, no hagas bulla. Este es mi cuarto, pasa callado, Carolina no encendió el foco, la luz siempre da aviso de llegada, de comienzo o fin de algo, poco a poco comenzó a desvestir al fulano que le tocaba dejando que le quitara el sostén y toqueteara de vez en cuando, muy torpemente sus nalgas, era la primera vez que se veían pero un poco de marihuana y un poco de ron hace milagros y la gente se ubica enseguida, parece que entonces hablan los ancestros.

El tipo no estaba seguro de por qué estaba allí apenas su tercer encuentro sexual en la vida, ésta se convertía en la segunda mujer que tocaba, mientras pensaba esto ya Carolina se disponía a arrodillarse, sin gesto alguno, porque la oscuridad no lo permitía, así comenzó a tomar su miembro tratando de llevárselo a la boca, veinte años atrás Olga Carolina, hija de Doña Olga y madre de Carolina habría hecho lo mismo, en la misma casa y en el mismo cuarto, por lo que Doña Olga, la viejita que odiaba el boxeo tenía preparado el oído y la memoria.

Se abrió la puerta de golpe, como si un huracán entraba en la habitación de Carolina, se prendió la luz de sopetón, de sopetón también se gritó ¡que pasa aquí! Y la habitación vacía dejaba a Doña Olga sin palabras, otro ataque del recuerdo, otra senilidad nocturna, nunca es fácil entender la muerte de un nieto, sobre todo si esta involucra un misterio. Apenas hacía dos meses Carolina había salido con un muchacho de buena apariencia, trabajador aparentemente y de ideas neorrevolucionarias, hijo de un agraciado y bendecido por el régimen que recién declinaba su mandato, el del presidente del pueblo al principio y disidente del pueblo al final, con muchos contactos en el ministerio de relaciones interiores, un muchacho que más nunca apareció, que su papá lo sacó en cuanto la PTJ lo comenzó a investigar. ¡Desde esta esquina el peso pesado de la republica de Malantia "Cheo Soto" y plof! se encendió de pronto el televisor.