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Mi Ámsterdam (I)

 


I- Crónica:

2:49 AM: -Todo el mundo va a Ámsterdam because the Coffee Shops- responde una niñita proveniente de Rótterdam a la pregunta de algún idiota que, con la excusa de hacer chiste las peculiaridades de la fumada “no culpable” de la ciudad, intentaba también cuadrarse a la tipa. Esto lo escuché horas antes de bajarme en el destino que da título a esta crónica.

 Ella pronunció esta frase, dio media vuelta en su asiento de autobús y volvió a su sueño.

7: 25 AM: Ya en la ciudad un granizado- nevado me hiela los huesos apenas pongo un pie fuera del autobús. Nada imposible de soportar, es sólo la falta de costumbre. Menos dos grados no es una temperatura habitual para mí.

 11:07 AM. Estoy en el único hostal que pude conseguir, rodeado de jonkies, sin haber salido a la calle aún. Todo el mundo fachando sus barquillas y agujas. Free access. Pero a pesar de todo, he sentido la ciudad agresiva, rompedora. Como mis labios a falta de otro oficio. Admitido esto y reventado por el viaje, duermo hasta la noche.

 6:12 PM: Despierto cuando en el sueño caigo en cuenta que ya estoy en Ámsterdam y que va siendo hora de aprovechar el viernes por la noche.

6:19 PM: Busco un Coffee Shop en el mapa “turihuanístico”que te dan de la ciudad y también comparo las recomendaciones que le pido a un par de californianos forrados al sofá del hostal.

6:33 PM: Al final termino metiéndome en el primero que veo, lo cual no es nada difícil. Un tipo que parece de mi edad atiende en la barra:

 -Buenas noches, ¿me vendes un gramo de marihuana?, por favor-

-Lo siento, no vendemos un gramo, sólo vendemos 0,86 gramos o el big side de 5 gramos-

-(Verga). Creo que me quedo con el de 0,86-

-¿Quieres un Menú?-

- (¿Tienen Menú?, ¡ja!). Okey -

<<<Menú>>>

Tipo
Tamaño
Precio
Tamaño
Precio
Cosechadas al Natural (outdoor)
Passion flower
0,86 gr.
7 euros
5 gr.
18 euros
Valerie
0,86 gr.
9 euros
5 gr.
20 euros
 Hydrocotyle
0,86 gr.
12 euros
5 gr.
23 euros
Tratadas (indoor)
 
 
 
 
Kratom
0,86 gr.
10 euros
5 gr.
21 euros
Aphrodite mix
0,86 gr.
12 euros
5 gr.
25 euros
Wild letucce
0,86 gr.
15 euros
5 gr.
30 euros

 

-Umjá, (no entiendo nada), ¿cuál de estas me recomiendas?-

El tipo me ve con atención. “Otro primerizo de la ciudad”, pensará. -Te recomiendo que escojas la más suave- dice

-Okey, dame la Passion Flower-

-¿Te sirvo una bebida mientras fumas?-  

 

Observo un momento el lugar. En una mesa del café está sentado un gordito cuarentón, “esmoñando” con aquella cara de felicidad. Se está fachando un porro del tamaño de un churro (lo juro), es el más grande que he visto en mi vida. Usó ocho (8) papers para empezar a fumar apenas logró el equilibrio de la vara. De allí hasta que su cara se nota estilizada pasan sólo instantes, mientras sus ojos yacen cerrados bajo la sombra que produce su gorra y el humo del cigarro. Tremenda concentración, determinado a fumárselo completo y en absoluta soledad.

 -No gracias, quiero la mía para llevar.-

6:44 PM: Salgo y recorro algo de ciudad. Facho a los coñazos y busco un sitio tranquilo. Tengo frío.

7:07 PM: Prendido, el humo del tabaco demora un par de minutos en salir de mi boca.

7:07:36 PM: Listo; toca entrompar la ciudad.

 

II.- Relato:

 Ahora si estoy empezando a conocer, sintiendo una vez más el roots de viajar. Nadie sabe quien soy, lo mismo me pasa con ellos. Se sorprenden que un tipo los observe y escriba, más aún si lo hace bajo la lluvia. La noche esta recién naciendo y no tengo idea donde queda la famosa “Zona Roja”. Tampoco me importa demasiado, llegar hasta allí será sólo cuestión de tiempo.

Cruzo puentes, paso Coffe Shops, decenas de ellos. Me como un perro cliente con tal desaforo que el viejo que me lo sirve me extiende una servilleta como quien extiende un abrigo al indigente. Las expresiones faciales comienzan su transformación. Ámsterdam le inyecta su neurosis al flaco que veo a mi derecha, un pana de cabello largo y desarreglado, parado en la entrada de un edificio de la calle Damrak, alumbrado bajo su luz blanca. Este tipo tiembla con el tic del efecto no previsto de las pepas que (probablemente) se metió hace rato. Observando a todo el que pasa frente a él explota repentinamente en un baile psicodélico de manos y pies al estilo tribal. En esos segundos a este tipo no le importa nada. Una mueca esforzada para el acomodo y vuelta al estado original. Al percatarme, sólo yo lo observo, tratando de entenderlo y sin poder hacerlo. Volteo, queriendo continuar el camino perdido, pero encuentro de frente a un mendigo en silla de ruedas que me mira y se ríe a carcajadas. Cuando compruebo que no llevo monos en la cara, admito que la vaina se empieza a poner extraña.

Cruzar a la derecha es la respuesta motora instintiva a la orden de mi mente de salir de esa situación. Funciona. La siguiente calle la encontré abarrotada, vitrinas a reventar de gente. Sex Shops en todos lados, y siento que me estoy acercando. Insertado en las revistas de las tiendas pornográficas veo las diferentes modalidades del baño de oro y el significado de los germans naturalist, aunque también me pregunto por el funcionamiento de juguetes que no alcanzo a imaginar para que sirven.

 

Ya estoy in the Red Light District, y de verdad provocan algunas de esas mujeres envitrinadas. De pie, sentadas en un banco alto o bailando, las encuentras como las busques: africanas gordas, con peinados y tetas gigantes, como para quedar atrapado entre tanto verde fosforescente. Latinas bajas y medianas, poco más hondureñas, poco menos dominicanas. Moviéndose al ritmo de porno barata, representan un papel forzado, o por lo menos a esa conclusión llegamos quienes por casualidad miramos a aquella asiática sentada en una silla alta que acaricia su entrepierna mientras se menea y chupa su dedo índice muy al estilo Jenna Jameson. También hay rumanas o croatas sonrientes encima de tu cabeza (o debajo de ella), increíbles. Todas colocadas en sus vitrinas, todas enamoradas de ti, y del otro, y el que le sigue. Te pican el ojo, invitándote  al acercamiento. Tocas su puerta de cristal: 100 euros el baile, ni siquiera pregunto cuánto cuesta un polvo. Escoges tu barajita favorita, son una auténtica mercancía, lista para servir.

 Ya la calle es un hervidero de jeans abultados, la cara de perversión asombrada la cargamos todos por igual: hombres y mujeres, solos o en pareja, con niños o bolsas de mercado. Incrédulo, rodeado de extraños en un callejón ya demasiado estrecho,  recordé la advertencia de un Pakistaní que me ayudó a ubicarme en la estación de Trenes, justo al llegar. Recomendó todo en la ciudad menos ese sub-mundo de auténtica decadencia. –Coño, no recuerdo el nombre-.

 Igual, ya es demasiado tarde. Al voltear la mirada encima del hombro izquierdo, casi sin querer, mientras caminaba concentrado ante tanta familiar novedad, todo fue silencio y en un segundo mis ojos sólo vieron negro alrededor; luego, al final, un aura roja, intensa, poderosa. Todas las miradas sobre mí, empujándome por la calle empedrada, enladrillada, de paredes altas. Leo el letrero:  Oude Kerk, y creo haberme metido justo donde no es. -I wanna kill you-, escucho, mientras lo veo venir directo hacia mí...