Ocho e-mails sobre el poema-objeto y Franklin Fernández

- Slavko Zupcic


     Entre un poema y un objeto no hay ninguna diferencia, al menos si de un poema-objeto se trata.

     Género imposible, bastardo por visual ante los ojos de la literatura. Por diminuto y presuntamente literario, ante las artes plásticas.

     Genial y fugaz al mismo tiempo, pasa a mil por hora ante el abismo de la ocurrencia y la saluda. No se detiene. Llama a la puerta de la intuición luminosa. Busca el chispazo, ser cátodo y ánodo. No plantea ni responde el acertijo, lo esconde.

     Lectores, buscamos en él los números de una lotería milagrosa. Posamos la mirada en sus esquinas, indagamos, sonreímos pensando que se trata de una idea nuestra. Flota en el aire la sensación del deja vu, el chispazo nos pertenece.

     Así era el poema-objeto en las manos de Joan Brossa, él mismo un poema-objeto aunque parlante. Y así sucede ahora con Franklin Fernández. Parecen haber coincidido a través de una cadena de San Judas Tadeo. Extraña e invertida porque, habiendo salido de Venezuela, nadie sabe cómo el billete de cinco llegó, en Cataluña, a la casa de Brossa y de allí —quizás en el interior de Poemas Civiles, el libro de Brossa en que el poema-objeto se transparenta en palabra— partió nuevamente rumbo a Venezuela hasta encontrar en Fernández su último destinatario.

     Recuerdo al azar un poema-objeto de Brossa. Gigantesco, en tamaño natural: una mesa impecablemente servida para un comensal único que debe sentarse en una silla de torturas. Ver Huevo, Verano, Invidencia, Golpe de dados. Sin intentar analogías, detenerse en los poemas-objetos de Fernández. Entre ambas nociones, flota una definición del poema-objeto, indefinible.

     Equivalente al haiku si hablamos de poesía, al fotograma en que una película se detiene, pretende registrar en un gesto el instante en que la poesía es una gota de luz, un rayo que taladra nuestros ojos y parece estar en todas partes, como deseaba Novalis.

     Analfabeta, es necesario “acudir” al poema-objeto construyéndole un abecedario. ¿A de avión? B de baraja. Junto a la C, Franklin Fernandez ha dispuesto un candado. Y de yesquero o de encendedor, yencendedor. Z de zapatillas, así, en plural.

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