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Lo que subyace
se convierte en el norte de mi brújula.
Nunca sabré a ciencia cierta lo que sé
y mis ojos seguirán siendo dos enigmas
que se abren hacia adentro.
Ante el espejo me veo indescifrable
y en la oscuridad me multiplico.
Ante ti, sin querer soy un misterio
pero el misterio es lo que subyace
y lo que subyace,
nos mantiene vivos.

   
     



grillado

yo que soy esta poeta diurna
reconstruyendo tu cuerpo en la multitud de luces
tengo los espacios grillados de edificio
y la espera que florece en las espaldas de otros hombres
más callados y metódicos
veo el latir de un ave y el desierto celeste
territorios poblados de ventanas
                     por las que el sonido circula

veo la semántica de las nubes y los perros
y los fogueos humanos

yo que soy esta poeta diurna
he tramado otra ciudad específica
que arremete en alguna circularidad
algún duelo
y se fija empecinada
en los pliegues rústicos
que acribillan tu hombro


   
 
 
 



 
 
 

El Jet

Ayer se fue en tren
hoy vino en avión
porque su barco
naufragó en él

 



Dando Vueltas en Círculo

Trabajo y no tengo nada
no tengo nada y trabajo
trabajo y no obtengo nada
no obtengo nada y trabajo más
trabajo más y tampoco obtengo nada
como tampoco obtengo nada trabajo más.

Pero ahora no tengo nada.
Ya ni siquiera tengo trabajo
sólo la tristeza de mi padre
que tampoco tiene nada.

 
 







cómo que de amar están rotas las lenguas

y tu recuerdo deshojado mutila la noche
así, liviano como el ensueño

yo que soy toda miradas y espera
carnívora de tu ausencia
una desbocada línea que se perturba

y tu nombre que- parece –siempre- estar - despierto
en la corteza de mi labio

(estás en lo profundo,
despellejo mis manos para olerte)

y la boca que se queda dormida por dentro
y las palabras que se repiten con la fugacidad del día

y que no encuentro mas motivo de poema
fuera de tu cuerpo




Amor Delirio

Delirando en la cordura,
Dura y pura
                           Podrías terminar conmigo
Podrías transformar el oro
en plomo.

                      Eres el espanto hecho mujer
Apareces y desapareces
                          Me das ausencia
Me das compañía atormentada
                 Implacable relación.

Aposté todo en el casino
de tu cuerpo
Con mis restos afilas
tus colmillos
y con mis manos haces
el trabajo sucio.

                     Tus caricias son bofetadas
Me quieres a morir
Perra rabiosa te desquitas
conmigo
                     Malos tratos envueltos
en un maravilloso
papel de regalo.

Me gustaría saber que hice mal
A que debo tu falta de piedad
Siglos de torturas
                         Ya estoy acabado,
pero tu no quieres parar
Estoy atrapado en tu amor delirio.











Comienzo de la lluvia en Harlem

But I have that within me that shall tire
Torture and Time, and breathe when I expire.

-Lady Byron


para Cecill Villar

¿Y dónde se escondía el lóbrego sol de las derrotas?
La fábula urde en los muros la plegaria,
reconoce al visitante deformado en atavíos de sangre
y con monedas de bronce siempre indemnes por la ausencia.
El maderamen está listo.
No insistas con el decorado de los frágiles.
Parezco caer junto a estos muelles
donde yacen las lágrimas de Adán y su heredero.
Me congelas en el cuerpo de prometida arcilla.
Las caravanas llegan al festín.
Borradores del relámpago, siervos de una antigua potestad,
sellarán con luto la habitada mordedura de tu especie negra.
Nadie puede abrir -ni siquiera rasgar- la feroz tapicería
de mi duelo milenario con el agua.
En esta playa se desnudan los lobos.
La cicatriz amargará hasta la náusea lila
los colmillos de su máscara de iniciación.
Ya era tarde cuando me amamantaron.
¡Piedad!
¿Alcanzas la húmeda carne de tus hijos
como filo imborrable de navajas?
¡Despréndeme, atestíguame por la transubstanciación
de aquel reino sepultado!
¿No era atroz el amor en esas caras que ya han visto
el infierno desde el fósil de mi soledad?
En la humareda fui el primer huésped.
Ensimismado o errátil, se quiebra el sudario debajo de mi efigie.


Llueven sudarios en esta rajadura donde tiemblas huida,
donde guardan los restos de otro viaje encantado.
¿Qué nocturna Medea en esta anunciación de peligrosa alabanza?
¿Quién sobrevive a su paso por los tibios jardines?
Canta el niño ciego su dolor de pronunciarse
allí donde los ríos y el mar recogen vidrios de mi historia.
Inevitable este renunciamiento consagrado a un golpe de tinieblas.
Debajo de la piel, los huesos cantan.
Los huesos me ven.
¿Y hay catecismos de pavor que detengan a los desolladores?
La tribu arrastra los tentáculos del brujo.
Lloré hasta la lejanía del miserable en el umbral de una iglesia;
lloré hasta vaciarme los ojos en las islas del hambre y de la peste.
¡Bienvenidas memorias de tu transparencia en Orión!
Les di de beber el deseo y también la impostura
del disfraz más hermoso de este mundo.
Cada huella es un tajo de abismo, les repites.
Alrededor del camino sólo encuentras ataúdes
cubiertos por guijarros.
El emigrante perderá los vestigios de su recién nacida.
La anamorfosis del retrato inundará la hierba.
Yo he buscado la entrada, cumbre de los sortilegios.
He comprendido.
¿Por qué no cesa este llanto contagioso en las ventanas?
La letanía multiplicará mi silencio.
¿Y por qué no sube hasta aquí donde me nazco esfinge?
Mirada de trasluz. Hoy es la noche.


-Manuel Lozano
New York, septiembre de 2000