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A Maraguita en Tamioneta para ver tortugas
Cuando nos fuimos de vacaciones en Carnavales, mi hermana decidió que las próximas serian en Margarita, lo cual (a pesar de que amo ir a la isla) me produce alergia de solo pensar el atajaperro que se arma en Semana Santa. Sin embargo, esa alergia se transformo en tragedia cuando vi retrasado el pago de mi beca porque aquí nadie se escapa de las consecuencias de la excesiva normalidad del país. Eso fue un mes antes que mi hermana se decidiera a comprar los pasajes. Por supuesto, sin beca, mis fondos económicos eran distintos y la unidad monetaria no era el bolívar ni el dólar, sino los "pedazos de torta o de pie de limón" que tenía que vender para costearme el viaje y pagarme la inscripción en el nuevo semestre. A la final, terminé acompañando a mi hermana Karin a comprar los pasajes e hice la cola de 3 horas con ella y con 2546876823476 personas mas sin comprar pasaje para mí, haciéndome la dura con la nariz roja. Esa misma noche me llamaron mis panas de Margarita para contarme que había varios nidos de tortuga que iban a eclosionar mas o menos para Semana Santa, y que estaba comenzando a hacerse mas frecuente la llegada de las hembras (para desovar) a la playa. Con la llegada de los turistas, se necesitaba más personal dentro del Grupo de Trabajo de Tortugas Marinas de Nueva Esparta (www.gttmne.org), no solo para atender la parte biológica, sino para la parte social del asunto. En mis casi 3 años de ser tortuguera, he acumulado pura teoría: libros, mediciones de caparazones, tortuguillos en formol, juveniles en acuarios, cursos, talleres y hasta algunas charlas que había dado. Incluso acompañé unos tortuguillos al mar, pero nunca vi una sola hembra anidando: siempre llegaban una hora después que yo me iba o se habían ido 15 min antes que yo llegara. Lo mismo con los tortuguillos. Nunca presenciaba "el momento". Eso dio pie para mi "teoría de la pavosidad", y al parecer esta era la oportunidad de refutarla. Al día siguiente de esa llamada, el rollo de la beca se normalizó, pero evidentemente, ya no había pasajes para viajar con mi familia. La única solución que me quedo, fue irme antes y venirme después que los temporadistas desocuparan el Ferry. Mi viaje coincidió con el de dos de mis panas (José Manuel y Karen), y les puedo asegurar que estuvimos en el terminal con suficiente tiempo para hacer nuestra cola, por eso fue que nunca entendí como hizo el personal del estacionamiento de Conferry para estar en total desacuerdo con la Guardia Nacional y estos a su vez en desacuerdo con lo que decía el boleto del Ferry y todos estos a su vez en total desacuerdo con lo que decían los que cargaban los carros en el barco. El asunto fue que si Karen no pica caucho y pasa a toda velocidad por entre toda esta gente, haciendo caso (sabiamente) a los que cargaban los carros en el ferry, nos hubiéramos quedado varados esperando el próximo ferry. Fuimos el último carro en entrar, luego de hacerlo, la compuerta se cerró y cuando nos bajamos del carro, ya el barco iba en movimiento, exactamente a las 6:31 min. Fue así como llegamos a Margarita con mis panas los tortugueros, donde se vive delicioso y se duerme cuando se puede. El día anterior a nuestra llegada habían desovado dos tortugas, el anterior a ese también y así todos los días previos. Pero la noche que yo llegué no salio ninguna. Tampoco los dos días siguientes. Ahí la teoría de la pavosidad continúo acumulando evidencias y reforzándose, así como también los chalequeos de mis amigos. Una madrugada que estaban comentando que "apenas las tortugas se habían enterado que yo estaba en la isla habían desistido de salir", sonó el teléfono. Eran las 2 am y habían llamado desde uno de los restaurantes de Playa El Agua porque había una tortuga desovando frente a uno de esos restaurantes. Yo agarré mi bolso (donde usualmente vive mi cámara y las pilas de repuesto) y me monte en el carro. Mi amigo Pedro salio detrás de mí con todo el equipo de trabajo, y con mi cámara (la había dejado sobre su escritorio). Después de todas esas acciones dignas de un capitulo de los 3 chiflados (incluida una odisea con la alarma del carro que no dejó que arrancáramos), llegamos a la playa. Ahí me agarro lo que los fisiólogos llaman periodo refractario (algo así como lo que me paso cuando Carlitos me dijo TIA por primera vez) y no pude coordinar por varios minutos. Lo que yo veía era un bulto grande en una noche con poca luz echando arena para los lados. Ese bulto tenia sus quillas marcadas, era una Dermochelys coriacea (tortuga cardón, or leatherback turtle), es la tortuga mas abundante en las playas de Margarita, y la especie de tortuga mas grande del mundo. No tiene escamas, sino que su espalda es un cuero grueso de color negro (de ahí su nombre en ingles). Posee algunas manchas blancas-rosadas y está atravesada a todo lo largo por cinco quillas muy visibles. Apartando todas las estupideces que dije e hice en ese momento (como darle sin querer a la cámara, que echó una foto con flash que pudo haber costado que la tortuga se fuera sin desovar), les cuento lo que estaba pasando: la tortuga estaba abriendo su fosa corporal, una especie de hueco en la arena para "empotrarse" mientras desova. Luego, con sus aletas traseras abriría la cavidad para colocar los huevos, que puede situarse como a unos 80 cm de profundidad (esto depende de la especie). Durante este proceso, si percibe ruidos o luces que la incomoden, se retira buscando otra playa. Por eso es el momento mas critico, donde lo único que uno puede hacer es observar y quedarse callado. La tortuga una vez que abre la cavidad para los huevos puede desplazarse y abrir otra cavidad si detecta que en el fondo del agujero hay agua. Pero el sitio fue adecuado y la tortuga comenzó a poner. Pedro se acerco muy cuidadoso con una linterna cubierta por un filtro rojo (las tortugas no ven la luz roja) y colocó en el nido una cinta que sobresalía a la superficie (para saber donde esta con precisión el nido una vez que la tortuga se vaya). Inmediatamente me busco y me puso la linterna roja y me indico como y por donde acercarme para verla desovando. No se si fue bueno o malo, pero no tuve recepción en el celular. Tal vez mis panas agradezcan que esa falta de recepción les ahorró un susto a las 3 y media de la mañana). Cuando la tortuga termino de poner, cubrió el nido con arena y comenzó a retirarse. Ahí salimos nosotros a tomarle las medidas. Menos mal que Pedro y el equipo de Playa el Agua sabían lo que tenían que hacer, porque yo no dejaba de decir que quería llamar a Marco y a Héctor (cuando menos). Finalmente tome varias fotos y acompañamos a la tortuga al mar hasta que la perdimos de vista. Una vez que se fue, comenzamos la labor de medir y caracterizar el ambiente donde fue puesto el nido y por supuesto, trasladarlo al vivero, ya que la entrada a un restaurante en Playa el Agua no es precisamente el sitio más conveniente para cuidarlo. La labor completa la terminamos a las 5 y media de la mañana. Pero llegamos a casa como a las 7 y media revisando otras playas y haciendo una parada gloriosa en un carrito de empanadas. En condiciones naturales, el porcentaje de eclosión de un nido es de más o menos 65% para esa especie en la isla. En viveros, y con un buen manejo, lo subimos a más del 95%. Es parte de la ayuda eficiente que les podemos brindar a las tortugas. Pero el traslado de un nido, cuando se hace, debe realizarse dentro de las 6 primeras horas de puesta o no tiene ningún sentido, porque ya los embriones se han fijado a la parte superior interna de los huevos y han comenzado a desarrollarse, lo que significa que por el tipo de huevo, un ligero cambio de posición mataría los embriones. Pero de todas estas tortuguitas que nacen, muy pocas llegan a ser adultas, bien sea porque se las comen las aves o los perros cuando salen del nido, o porque las esperan los peces cuando entran en el mar. Nosotros no podemos hacer nada por ellas cuando están en el mar, pero podemos garantizar que los nidos se incuben en condiciones adecuadas y podemos mantener a raya perros y zamuros. Cada tortuguillo protegido es una esperanza para esa especie. Se estima que de 1000 tortuguitas, solo 1 llega a ser adulto y por ende a desovar en, aproximadamente, 30 años (cuando alcanza en condiciones naturales la talla apropiada para aparearse). Esa estrategia les permitió a las tortugas sobrevivir desde hace 200 millones de años en la tierra, prácticamente sin cambiar sus características desde que "convivieron" con muchos dinosaurios. Hoy en día las 8 especies que hay en el planeta están en peligro de extinción porque de Cristóbal Colon para acá, nos ha dado por cambiar las cosas. El deterioro de las playas, construcciones de hoteles, luces, basura, cacería de las hembras (los machos no se acercan a las playas, a las hembras las matan cuando vienen a desovar), venta de los huevos para comérselos y un montón de razones adicionales y derivadas, hacen que estos animales estén en serio peligro de desaparecer de la tierra. En Venezuela desovan 5 de las 8 especies y en Margarita 4 de ellas. Solo por eso, no podemos ser indiferentes con esta situación. Finalmente, la Semana Santa llegó, y con ella los temporadistas, el trafico y mi familia (con mi sobrino Carlitos incluido). Así que teníamos un puesto en Playa Parguito al lado del vivero (donde llevamos los huevos para su incubación) y teníamos que organizarnos para que siempre hubiera alguien que lo cuidara e hiciera saber que el espacio protegido por rejas, mallas y palos, debía permanecer sin sillas, toallas o paraguas, y que tampoco era un atajo para caminar evitando las 20 personas por metro cuadrado que mas o menos había en la playa, donde la gente no hacia mas que tripearse el helicóptero, los paracaidistas o la grúa para saltar en benji que puso la cerveza Brahma, saboreando una Polar bien fría o una Regional Light. Una noche como a las 7 y media me fui a echar un baño y a tomar un café casa de una amiga que vive cerca de Playa Parguito para descansar del maratón del día (como anfitriones del vivero) y comenzar las actividades de la noche caminando playas y atendiendo los desoves. Ahí, mi teoría de la pavosidad continuó acumulando evidencias, pues a las 8 pm llegó una tortuga a Parguito que según los muchachos fue un récord en tamaño para la isla (parece que en serio no me estaban echando broma con eso). Cuando yo regresé como a las 11 pm, con las pilas cargadas, ya los muchachos estaban llegando a trasladar el nido al vivero y apenas comenzamos a abrir el agujero, se nos notifico de otra tortuga en la playa del Hotel Cimarrón. A las 11 de la noche en un hotel, durante Semana santa, fue MUY EVIDENTE que un animal de semejante tamaño estaba en la playa. Así que tuvimos que dividirnos en equipos para atender a la tortuga y brindar información a un grupo de 50 o 60 personas de todas las edades que estando alojados en el hotel bajaron manifestando toda clase de emociones ante la tortuga durante el momento crítico donde la tipa puede agarrar e irse sin desovar. Yo fui parte de los que dieron información a la gente llevándolos a una distancia tal que la tortuga no fuera afectada por ese gentío. Los temporadistas fueron extraordinarios y estaban conformados por gente de todas las edades: ancianos, familias enteras, niños, adolescentes, parejitas, y todos, absolutamente, atendieron a nuestras explicaciones y colaboraron para formar grupos pequeños y acercarse a la tortuga una vez que la puesta hubiera finalizado. La gente tomo fotos cuando debía hacerlo, y el que mejor se comportó fue un niño de 5 años al que hasta llevamos a que viera desovar a la tortuga con la linterna roja. El niño nos regaló un "guaooo... esto si me gusta, qué feliz soy" que a mi por lo menos me descalabró. Aunque es algo estresante medir a la tortuga y presenciar el desove cuidando que la gente no se te venga encima (y que la tortuga no los mande a Japón de un aletazo), ese día tuvo muchas recompensas. Después de una experiencia así estoy segura que ninguna de esas personas mas nunca va a olvidar que las tortugas tienen problemas y que ellos pueden participar en su solución. Finalmente, dos noches antes de regresarme, ocurrió lo que me faltaba por ver. Estaba yo en la playa intentando explicarle al pana Freddy como sacar unos acordes en piano, cuando los muchachos comenzaron a gritar que los tortuguillos estaban naciendo. Ante mis ojos salieron 8 pequeñines torpes y juguetones, que parecían esas lanchitas de cuerda que caminan para todos lados. Ahí si estaba a una hora decente para llamar a alguien y el saldo que tenía me permitió llamar a Otto y a mi hermanita, que ya tenia un día de haber regresado a Caracas. Y así terminó mi viaje, con una sonrisota en la cara, justo a tiempo para inscribirme para el próximo semestre y siempre con la idea de ver qué me invento para poder volver pronto a Margarita (Maraguita, como dice mi sobrino Carlitos). Por cierto, aquí van algunas de las suyas durante el tiempo que estuvo allá:
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