Veinte veces con la misma simultaneidad aparecida una noche cualquiera, y aquellos gigantes, verdaderos despojos de milagros infinitos, destrozan las armas de antiguos
faraones
Un mito
Una gloria
Diluvio de ocho estrellas barnizadas Treinta soles
veinte hombres
ocho trombos dejando los rugidos en inacabados plenilunios Deseo la recuperación definitiva de los jueves: cartones de las mismas sombras: hilvanación de otras palabras.
Descubro las ocarinas en calles siempre renovadas, allí donde aún no pasan la, materia y el ruido de los timbales. La ciudad de los aullidos desprendida de raíces flota en el ojo ciego de edades anunciatorias. He pretendido conocer en veinte agujas todos los locos recogedores de piolines. Maté el sol de un balazo en la frente, recogí la furia, sobre una piedra deposité el amor. Un ridículo boceto de mi ante-rioridad y mi presente hace pensar en las fiestas que aquí celebramos.
Mi vecino, asoma todas las mañanas de domingo sus nari-ces para fisgonearme, sobre mi máquina posa su mirada y piensa: -Cuquita, la mecanógrafa debe estar trabajando, iré a verla. Y me pregunto en la poesía, y en el nombre de todos los autobuses verificados en el instante de morir. Y señalo a mis amigos bebedores de sueños, bajo la orden de millares de Alí Babá, enseñados desde un tiempo de recogimiento en el vientre poblado de aguas y ramificaciones.
Anoche asesiné a mi Angel de la Guarda con la pistola de corcho de mi abuela. La Idea Fija falleció abruptamente sin posibilidad de renacimientos: ahora sólo soy el resto de una antigua solitude y el cielo me signa en nuevas instancias.
Nicolás al borde del desmayo y papá, Marx diciendo: "producto de la alienación". La constante che, no sabríamos que diría don julio de todo esto. Sólo sabemos que queda el maniquí y tus bailarinas negras danzando en el traspatio, elaborando himnos circulares arrojados a la continuidad. Nicolás El "Cuarto concubinatorio" está vacío, y también las bibliotecas sin libros, el saber difuminado, un sabio agujereado se depositó en el sueño.
Una locura, una sola locura para esgrimir y atajar la muerte. Gingsberg me dice que no has querido la yerbabuena. Tu culpa arrastrada en otros medios. El combo de los esclavos ha bebido de tu misma savia y elaboran las "fiestas patronales". Machado tamborilea con la pulidora en la cocina, botella de ron en la mano. ¡Alucinados!, la enfermedad ya ni posee al enfermo, un solo amalgamamiento ha tomado todos los cuerpos, Ahora en otra luz despierto de otra miseria, verifico una vez más el llanto: mi fortuna es una muerte aplazada. Nicolás, el "Cuarto de ilustres y Lustrados" perdió su ajedrez en los colores de nuevas paredes, un nuevo y resplandeciente amanecer de naranjas y morados afilando sus armas contra la puerta negra, los paños de los muebles derruidos, el loro en la ventana. ¿El hueco en la frente permitirá acaso un reconocimiento? El loco de Bataille se refuerza en tu bandera. Los días de artesano se escurrieron en otros árboles y me entregas la llave de todos los poderes. Ahora intento reivindicar y ofrezco esta guerra hija del descreimiento. Heredo las tumbas de dioses muertos, la torre de cadenas de viento. Nuestra nueva gente sabe nacer bien el amor sobre árboles. Hemos sabido traspasar manifiestos inconclusos de otros años.