No había terminado el liceo cuando en el parque de ferias de San Jacinto se llevaban a cabo estos pintorescos espectáculos en los que sencillamente, el ganador (usualmente ZC o El Canto del Cisne), era el que sonaba más duro.
Así fue el concierto al que asistí la noche del 16 de enero de 2003 en un auditorio lleno de la Universidad Libre de Bruselas, estelarizado nada menos que por William Lara (que se mantuvo todo el tiempo oculto, detrás de la batería), Juan Barreto y Tarek William Saab (un tanto más gordo, para que no digan que la revolución trae hambre). El telonero no era menos que Maurice Lemoine, reportero absolutamente oficialista de Le Monde Diplomatique.
Lemoine abrió con un abanico de verdades que revelan una oposición torpe, con algunos datos absurdos (dijo que la pobreza jamás había estado tan baja como durante el gobierno de Chávez), ignorando muchas otras verdades que revelan un gobierno irrespetuoso y contradiciendo a futuro lo que dirían las estrellas de la noche.
El moderador, un belga, creo, bonachón y ligerote cuyo nombre no alcancé a oír, entregó las reglas del juego: tras agradecer a Maurice, indica que es el turno de Saab, con traductora rubia luego de Barreto, con morena, y despues le toca a El Canto del Cisne hacer sus preguntas.
Saab defendió al gobierno de toda acusación totalitaria, argumentando que en Venezuela no se asesina o tortura a la oposición. El timbre de la defensa era del tipo podríamos hacer las cosas peor, así que dejen de quejarse, malagradecidos. Faltaba más. Su segundo tema fue el single La ley de tierras y la oposición caudillista del que solo interpretó los acordes más básicos, pues esos increíbles solos en los que se explica por qué si ya la ley de tierras, la de hidrocarburos y la de pesca entraron en vigencia, la cosa sigue tan igual, brillaron por su ausencia.
La primera contradicción con Lemoine vino cuando, tras la seguridad con la que el telonero afirmó que todo estaba bajo control, a Tarek se le escapa que en Venezuela se cocina con leña. Genial. La segunda, ya una contradicción general, cuando denuncia una agresividad y violencia inéditas en la historia de Venezuela por parte de la oposición (olvidando por completo las tanquetas del ´92, por supuesto).
Tarek cierra su concierto con un poema SUYO. Por Dios, SUYO. Tantas cosas han escrito desde Bolívar hasta Alí Primera, pero al humilde poeta le parece que lo que mejor refleja este momento de trance es un poema propio.
Barreto toma la voz para explicar qué es la V República y hace referencia a anacronismos de oposición. Metió en su Recuento de la contemporaniedad latinoamericana (Extractos positivistas Vol. I) a todo revolucionario de oficio desde Zapata hasta Sandino. Gracias a Dios no mencionó al Ché (one more time, Estd. May ´68), porque habrían hecho una ola sus fans.
Habla entonces del referéndum consultivo y reta a la oposición a demostrar que realmente tiene dos millones de firmas (cosa que se vería con el referéndum que intentan evitar, me imagino) e ingnoró olímpicamente agregar que precisamente, el que no acepta el reto es el presidente mismo.
El auditorio tiene el derecho de palabra, monárquicamente gobernado por el moderador belga, que, tan buenazo que se veía, callaba a la gente como si de sus hijos se tratara, ante las voces de autoridad que le exigían conservar la etiqueta (ilusa, pensé para mis adentros). Ese es el problema de Venezuela, la falta de respeto, reclamó la señora y no pude sino darle la razón. Un muchacho que estaba cerca tuteó a Tarek para reclamar algo y el moderador belga, tan buenazo que se veía, le lanzó un cachetón. Lo peló.
Las preguntas bolivarianas eran respondidas con slogans (evitaremos la guerra civil aunque para ello tengamos que dar la vida) y las preguntas que pedían explicar o aclarar las contradicciones mencionadas (¿por qué si la oposición es tan débil, no se va a votaciones y resuelto el problema?) eran evitadas. Las críticas a la acción del gobierno (Uds. reclaman una oposición mediatizada y responden con un oficialismo mediatizado en el que el canal del estado es usado para acusar, enardecer a los chavistas e incluso radios locales, presuntamente oficialistas, invitan a destruir medios de comunicación) se intentaron callar con la premisa: señora, ¿tiene ud. una pregunta o no?.
En resúmen, un concierto bastante aburrido en el que si algo valió la pena fue la destreza de las traductoras simultáneas, que aparte de lo lindas, hicieron su trabajo al pelo y hasta tradujeron el chiste de Tarek sobre Irene y Miss Universo, y el perenne chistecito de Barreto según el cual, tener claro el deseo de proteger lo que tenemos (sin tener idea de cuán pelabolas podemos ser lo opositores) no nos hace peores personas. Saab y Barreto no tocaron los temas que el público pedia a gritos: simplemente subieron al escenario a interpretar las canciones de siempre, las canciones que la audiencia ha oído mil veces y se sabe de memoria y ni las entiende ni las considera buenas.
Sin embargo ganó ZC, porque desde la tarima siempre se suena más duro.
Una cosa si le agradezco al presidente Chávez: el buen tino de no entregarle a Saab el Ministerio de Educación. No vaya a ser que mis hijos tengan que estudiar Mi pueblo es un tren/que pasa de madrugada en bachillerato. Que Dios no lo quiera.