Algo de lo que vendráSin ánimo de parecer maniqueo, aunque en el fondo lo sea, voy a clasificar a los estrenos del año en dos categorías de análisis, propuestas por el formalista literario Mijail Bajtin en su ensayo sobre Dostoyevsky.
De realidades y fantasías computarizadas, digitalizadas y calculadas, va la cosa en el mainstream del 2003. Veamos los ejemplos. Charlies Angels II. Las chicas superpoderosas regresan para hacer el bien sin mirar a quien, en una absurda lección de tae-bo con full contact y bailoterapia con lucha libre, dictada por tres fetiches de la artes triviales del siglo XXI. Más circo acrobático para el pueblo sin pan. Pinocho. El impresentable fantoche de la corte de Cannes, Roberto Benigni, dirige, escribe, monta, produce, protagoniza, cobra y se da los vueltos en otro blanco a la diana de la generación Disney: humanizar y corporeizar a los mitos primigenios de la fábula universal, provengan de donde provengan. Si son del cómic, bienvenidos sean, si son de la literatura, también, si los inventó Tolkien, ni se diga, si surgen de la historia, welcome to La Vida es Bella. En cualquier caso, lo primordial es garantizar el revival, el deja vu, el refrescar una memoria anónima, convencida de pertenecer al mundo por revivir arquetipos del inconsciente colectivo. En la era de la amnesia, recordar es el gran negocio del cuarto poder. Desgraciadamente, Benigni lo sabe. 8 Mile (para leer como Yoda). El reaccionario mito de Tarzán cobrar vida al ritmo del hip hop, con Eminem de rey de los monos. La milla ocho divide en dos a Detroit. De un lado estar el gheto negro, y del otro, el blanco. Según la película, Eminem nacer en el lugar equivocado, osea, en la jungla del hip hop afroamericano. Sin embargo, eso no impedirá a Eminem conquistar a White America, gracias al apoyo incondicional de Chita, y tampoco ser una barrera para conquistar el corazón de Jane, a fuerza de alaridos aprendidos en la selva. Sin duda, ver para creer. Por cierto, algunos miembros de la academia considerar a Eminem para la categoría de mejor actor. Si por casualidad llegar a ser nominado, prometo dejar de escribir. Frida. No podía pasar desapercibida a los ojos morbosos del Biopic más National Enquire, la figura menos convencional de la pintura Mejicana. Mujer del muralista Diego Rivera, renca pero mero macha, pintora por vocación, aventura de Trosky, atormentada e incomprendida, Fridita es el sueño kistch, todo realismo mágico, del columnista de HOLA fascinado por el exotismo latinoamericano, del paparazzi dedicado a explotar las intimidades de los ricos y famosos, del chismógrafo seducido por detalles y superficies varias de la historia del arte. Para más inri, o para gloria del amarillismo culturaloide, Salma Hayek incorpora el mito primigenio del fetichismo estético azteca. Por su papel, espera una nominación al Oscar. Ójala no la obtenga, por respeto a los restos de Frida.
De locuras corales, frescos multidimensionales, vidas paralelas, short cuts, y esquizofrenias graduales, se perfila el negocio en seis impenetrables a considerar para un ensayo del tercer milenio. Bowling For Columbine. Antes de ir al colegio, dos niños fueron a jugar Bowling. Hicieron algunas chuzas, conversaron, rieron. Horas después asesinarían a sus compañeros de clases, con premeditación y alevosía, cometiendo el crimen prototípico de la anomía contemporanea. Michael Moore acepta el reto de investigar el por qué del suceso. Indaga la superficie de la versión oficial, busca pesquisas en las zonas erróneas del estado, interroga a Marilyn Manson por la intemperancia de la industria cultural, interpela a Charlton Heston por la vigencia de su Asociación Nacional del Rifle, cuestiona su amor por la violencia y la del resto del país. Crecemos con cada interrogante, en un ejercicio socrático de invalorable conciencia, de necesaria reivindicación por sobrestimar nuestra inteligencia, sin teledirigirla a una sola respuesta. Véala y extraiga su propia conclusión. Intervención Divina. Como Danis Tanovic en Tierra de Nadie, Elia Suleiman interviene el escenario de un conflicto internacional, harto conocido por él, hasta darle la forma de una comedia surreal, anárquica, bufa y vertiginosa como las fantasías de Kusturica. Es el conflicto entre Palestina e Israel satirizado por una emisión de CNN, dirigida y protagonizada por un genio como Buñuel. Pandillas de Nueva York. Virulenta metáfora de los orígenes traumáticos de la intolerancia, y el espíritu belicista de la sociedad norteamericana. Scorsese sanguinario, gore, puro y duro para sus defensores incondicionales. Auto Focus. El otrora guionista del mejor Scorsese, vuelve a las malas calles de la mano de su actor Talismán, Willen Defoe. El impredecible Greg Kinnear lo secunda en una prometedora y desesperada incursión al submundo del porno en video. Chicago. Cerremos con la polifonía hecha cine. Tres actores, sin exagerar en el papel crucial de su vida, echan el resto para demostrar la vigencia estética del musical de Broadway, tras años de triunfos y fracasos. Ciertas semejanzas con Bailarina en La Oscuridad, no ensombrecen el esfuerzo de Gere, Zellweger, y Zeta Jones por ganar el Oscar, a costa de desdoblarse en tres antihéroes clásicos: un abogado tramposo, una diva de Cabaret, y una picara soñadora con aspiraciones de estrella. La industria de la fama y la justicia desde tres ángulos diferentes. -Sergio Monsalve |
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Atrápame si puedesDir.: Steven Spielberg. 2002.Al apagarse las luces estroboscópicas de los trailers, los colores aterradores de la publicidad, y los fuegos de artificio conductistas de las campañas de reclutamiento en alta rotación, la sala se inunda de las paralelas, los vértices y las líneas en constante mutación de una sección de créditos animada con el criterio de un Saul Bass a las ordenes de Alfred Hitchcock. Las tangentes se fusionan, estrían y encogen para describir una sucesión de viñetas, como de story board, atrevasadas por dos figuras, un par de muñequitos, que representan cuadro a cuadro la misma acción: jugar a Tom y Jerry. La persecución implacable se desarrolla con altos y bajos, pero siempre al ritmo trepidante y contagiante de una tonada inspirada en las composiciones de Bernard Herrmann. El cómic concluye, la historia comienza y la estructura dramática va erigiéndose en función del leitmotiv, o mc guffin, de la sección de créditos. Sin duda, Saul Bass hubiese aprobado con veinte puntos tan perfecta simetría entre banda imagen y banda sonora, al lograr resumir en pocos segundos el sentido del guión. Tom Hanks es el Silvestre del asunto, torpe al principio como el Coyote, pero astuto al final como Bugs Buny. Di Caprio es el Piolín del show, inteligente al comienzo como el correcaminos, veloz como flash, maestro del disfraz como el Santo, pero proclive a caer en sus propias trampas como el Pato Lucas. Entre ambos personajes, como debe ser, surge una relación de amor y odio, un equilibrio simbiótico sin el cual es imposible narrar sus aventuras y desventuras alrededor del mundo. El móvil del fugitivo es falsificar cuanto cheque en blanco se le atraviesa por delante, haciéndose pasar por cuanto profesional con uniforme existe. Ataviado de piloto canjea cheques falsos con el sello de Panamerican. Trajeado de Doctor dirige la emergencia de un Hospital sin saber utilizar un estetoscopio, mientras continua su carrera delictiva bajo la careta del abogado precoz. De estafa en estafa, de trampa en trampa, el personaje nos demuestra una amarga, pero clásica lección de la era del look: para llegar a ser alguien en la vida, para escalar posiciones en el mundo de las apariencias, para figurar en el carnaval o en el teatro de nuestras vanidades, sólo hace falta una buena máscara, un disfraz convincente, y saber actuar. Y así, con la fachada sin esencia del hombre posmoderno, nuestro superhéroe conquista, cual alterego de Di Caprio, el corazón de las mayorías morales, mientras absorbe, cual Drácula, el líquido de sus venas, instituciones y consorcios. Con el dinero reunido de la estafa, con la fortuna amasada a punta de golpes de gracia,el nómada sueña con formar una familia para sentar cabeza, sin embargo, consumar su american dream no será sencillo. Primero huirá con el botín por todo el país, después escapará al viejo continente, luego será capturado con las manos en la masa por el brazo tonto de la Ley, Tom Hanks, y finalmente será reformado e integrado al sistema, para ayudar al FBI en su cruzada contra los falsificadores de cheques.¿Hollywood ending irónico o la prepotente evidencia del mito de la tierra de oportunidades?¿ En Dreamland hasta el ladrón puede triunfar? Probablemente, pero sobre todas las lecturas apresuradas, otro ejemplo de la tesis de Spielberg: en el escenario banal de la realidad contemporánea puedes representar cualquier papel, siempre y cuando obtengas por interpretarlo, fortuna y reconocimiento. -Sergio Monsalve |
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En DestrucciónUna variante del cine chino, como del asiático en general, es representar el conflicto inherente al concepto de modernidad: la lucha entre progreso y tradición. La mayoría de las películas asume manifiestamente el combate. La minoría lo admite al evadirlo. Estéticamente la batalla se libra entre la conservación de las formas y la renovación posmoderna del lenguaje; temáticamente, entre el rescate de argumentos históricos o costumbristas y el desarrollo de parábolas contemporáneas; rítmicamente, entre la dilatación del tiempo y la velocidad precipitada hasta matarlo; escenográficamente, entre el decorado rural o milenario y el contexto urbano o cosmopolita. Algunas películas tienen la virtud de conciliar a los dos extremos en pugna, de ver la realidad no de forma binaria sino de manera integral, de esgrimir una síntesis de la antítesis. Baños es una de esas contadas excepciones. En vez de tomar partido por el esnobismo tecnocrático de la apología global o por el rancio localismo del clásico melodrama retrogrado, Baños presenta, con rigor casi antropológico, los efectos del impacto global sobre las rutinas ancestrales de la cultura china. El típico baño público de Pekín es el referente de estudio.La técnica adoptada es una solvente combinación entre minimalismo y neoclasicismo aristotélico, a medio camino entre oriente y occidente.Una familia disgregada por la lógica del desarrollismo y unida por la tradición de los baños, es la justificación del problema. La hipótesis es la indetenible perdida de identidad cultural por la expansión del progreso. Una escena la salda al final:el baño público, eje central de la trama,es demolido para construir un mall, así como en En Construcción era destruido un barrio periférico para edificar un condominio de lujo.El corolario al atentado contra el patrimonio histórico es la reconfirmación del pronóstico de Marc Auge: los no lugares sin memoria, estandartes de la globalización urbana,pretenden expandir su sombra alrededor del mundo. La incógnita es saber hasta qué punto estamos dispuestos a permitirlo. -Sergio Monsalve |
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Family Bussiness
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AdaptationDir.: Spike Jonze. 2002. El genio y figura de la enajenación posmoderna, el impertinente jackass de MTV y el director de la imprescindible Being John Malckovich, Spike Jonze, realiza su segunda deconstrucción a la esquizofrenia contemporánea, al invocar sus angustias en el psicoanálisis inclemente de un guionista bloqueado,asediado por el superego de una realidad gris, exiliado del mundo, duplicado por un gemelo sin identidad, y restringido por las exigencias del mercado. Ecos de Barton Fink, la gran película indie sobre el tema, resuenan en el nudo de Adaptation, aunque, obviamente, las diferencias de forma y fondo persistan de principio a fin. Entre las grandes coincidencias saltan a la vista, la traumática relación del autor con la industria, el progresivo aislamiento del personaje a lo The Shining, la confusión esquizofrénica entre realidad y alucinación,los secundarios impagables, el humor bizarro, los decorados claustrofóbicos, la iluminación monocromática, la mordacidad lacerante de algunos diálogos De las innumerables disparidades temáticas y conceptuales sólo vale la pena mencionar la fundamental: Barton Fink desnudaba la psique del típico escritor bloqueado, pero apenas profundizaba en los orígenes contextuales del conflicto. Adaptation, por el contrario, prefiere investigar en la raíz cultural del problema, con todas sus causas y consecuencias, para luego desmontar a la mente que lo padece. En pocas palabras, para Spike Jonze, el síndrome de Bartleby prefigura un problema menos particular que general, menos anecdótico que crónico en la Norteamérica de hoy: la crisis de identidad o la perdida integral de cualquier resquicio de autonomía intelectual. Adaptarse o estancarse, es el gran dilema de la obra. En un tour de force irónico, el protagonista de Jonze opta por la primera alternativa. De su adaptación a los cánones literarios de Hollywood, pasamos a su adaptación existencial, y de ahí a la contención de su nausea. Paralelamente, la trama nos habla de otras adaptaciones igual de frustrantes, y siempre vinculantes a la principal. Al final todas se superponen en un espiral absurdo que conduce necesariamente a la adaptación dramaturgica del happy endig. Sin embargo, es imposible creerlo por el tono farsesco de su exposición. Aunque nunca faltará un Jackass que se lo tome en serio. -Sergio Monsalve |
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