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Londres y La Lágrima de Piedra

-Plácido Marcos Pignataro
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            “Where the vast and cloudless sky was broken by one
            crow
            I sat upon a hill all alone long ago, . . . .
            But I never felt so lonely and so out of God's way
            As here, where I brush elbows: with a thousand
            every day.”


            “Donde el vasto y despejado cielo fue quebrado por un
            cuervo
            Me senté solo sobre una colina hace mucho tiempo,....
            Pero nunca me sentí tan solitario y tan alejado del camino de Dios
            como aquí, donde tropiezo codos: con miles
            cada día”

            -Harry Kemp.


Después de varias caminatas por la ciudad me di cuenta que en Londres las personas han cultivado muy cuidadosamente el arte del no mirar. El no mirar es quizá el juego más popular de la ciudad, se trata de caminar viendo espacios en blanco, nunca observar a la persona que se tiene lado y, sobre todo, nunca ver directamente a los ojos.

Sin embargo para que el arte del no mirar se practique sin problemas hay un par de reglas de movilización que seguir. La primera es siempre llevar algo que leer, el ciudadano común ha desarrollado una asombrosa habilidad para leer en las posiciones más incomodas, me asombré viéndolos sujetar un libro por encima de su cabeza en el tren o leyendo el periódico a la vez que cruzan la calle. La segunda regla se observa sobre todo en el metro y es algo natural, prácticamente adherido al ADN del londinense , hablo de pararse en una escalera mecánica del lado derecho. Del lado izquierdo circulan aquellos que por algún motivo alarmante corren el impensable riesgo de llegar 5 minutos tarde.

Claro, porque me olvidaba de mencionar el personaje omnipresente del paisaje de la capital Británica. El reloj. Aquellos odiosos rostros circulares que invaden cada pared y que parecen vigilantes, como monjas en una escuela católica, de que cada día sea exactamente igual que el anterior.

Si te acercas a un ciudadano londinense a preguntar una dirección debes estar consciente de que hay que esperar unos segundos a que su niebla se disipe y se sobreponga al shock de que alguien desconocido le esté hablando. Luego con una muy gesticulada amabilidad de manual, que pareciera moldeada a reglazos desde la niñez, contestará:

- Pardon?

(Se debe procurar no vestir colores muy vivos en este tipo de encuentros, ya que la retina de los londinenses suele ser sensible.)


Pero este escrito no pretende ser una burla a los ciudadanos de Londres, describo su forma de ser para dejar la siguiente pregunta en el aire:

¿A qué se debe el comportamiento del londinense, será que Londres ejerce alguna invisible influencia sobre sus habitantes?, ¿Será que ellos son ingenuas victimas de la voluntad de edificios, calles y del aparentemente inofensivo río Thames?

Siempre he pensado que cada ciudad tiene algún tipo de influencia sobre sus habitantes, que quizá no son solamente una jungla de edificios y asfalto sino que esconden algo más. Pensaba en esto durante una típica caminata por Oxford Street, cuando paseaba con un personaje vigilante y silencioso al lado: la niebla. Desde el principio me pareció que había algo más en ella, algo más de lo natural y que este frío ser ocultaba el secreto del comportamiento de los que en este lugar habitan.

Hay algo de esta ciudad que se escapa a cada fotografía, a cada guía turística, a cada intento de describirla. Se trata de una presencia oculta, un corazón anciano latiendo en algún lado. Hay una especie de movimiento sigiloso, un lamento callado por el roce de los siglos. Una lágrima, esa es la palabra, una lágrima de piedra deslizándose sobre el rostro de las estatuas.

Todo esto me hace pensar que Londres está viva. Creo entonces que la prueba de esto radica en la niebla, sostengo que esa niebla proviene de la exhalación de su espíritu, digo que es una cortina para que no veamos su verdadero rostro, un velo que nos separa cruelmente de su magia, el aliento de siglos de inviernos acumulados.




Porque cuando hay niebla las hadas
salen a jugar en Hyde Park
los relojes corren hacia el otro lado
las cabinas telefónicas suenan solas
y hay murmullos en los cementerios
y los soldados en las pinturas de The National Gallery
salen a emborracharse.

y Londres quiere acabarse
con un bostezo blanco en Diciembre
dejando un jardín de figuras de hielo
esparcidas en Leicester Square.

… la lagrima de piedra se esta moviendo.



   

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