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La no-tan-increíble desaparición de un kilo de cassettes

 

El plan involucraba una compleja interacción entre destinos poco usuales, grabaciones, un splitter de audífonos y silencios bien ponderados. Nuestra relación había empezado por un cassette de Mecano, una bomba inteligente de acción retardada que pudo milagrosamente traspasar el bunker de su carácter, dejando descubierto al comando central para el próximo ataque; en ese caso, a ser perpetrado durante un recorrido por Europa. 

Yo llevaba, como solía estilarse en aquella época, una colección de cassettes que no necesitaban estar sujetos por bandas elásticas dentro de un rollo de cuero para ser reconocidos como armas letales. Lamentablemente, luego del “incidente de Berlín”, las cintas comenzaron a pesar demasiado en mi morral. En vez de ayudarme a empujar aún más adentro la espada de mis promesas, la música que llevé sólo sirvió para acompañarme durante noches solitarias y recorridos interminables en los que ella alternaba su mirada entre la selva de Baviera y su cuaderno mientras yo trataba de equiparar el rosarino en Budapest de Fito con un caraqueño en Niederbayern.

 Hoy pienso en ese kilo de música y sonrío, el Walkman y su cohorte de cintas me resultan tan aparatosos como los walkie-talkies de las películas de Vietnam. Soy otro sobreviviente de tres cambios de formato y tengo un iPod de 20 Gigas lleno a capacidad; llevo en el bolsillo no solo aquellos cassettes sino también otros que me recuerdan a más mujeres de las que es sano recordar mientras uno viaja y trabaja solo, o con desconocidos que saludan por educación.

Escribo esto sin un dejo de asombro y con algo de ironía a sabiendas de que en un par de años este pequeño acto de magia será normal -como por ejemplo estar volando a veintiocho mil pies sobre alguna parte de Colombia-, y en un arranque de hipernostalgia recordaremos que en el 2004 nos maravillábamos con un dispositivo que podía almacenar diez mil canciones y ni siquiera era inalámbrico.

Yo recordaré también que fue el año en que recuperé mi espacio privado. En estos días llevo audífonos durante al menos 8 horas, mi vida es impenetrable y tiene banda sonora. En el trabajo la gente me habla, veo sus labios, calculo tiempos y contesto:

-Bien ¿y tú?

Habla ininteligible.

-Sí, perfecto, en un rato vemos eso –mientras Waters grita “Moneeeey!” y Gilmour comienza un solo en mi cabeza. Luego cuando estoy saliendo a almorzar, When Doves Cry de Prince seguida por Mood Swing de Lucious Jackson y a las seis de la tarde invariablemente aparece Sade. Miro la pantalla del iPod y creo un poco más en la inteligencia artificial como producto del azar y el mundo es menos horrible porque sigue sorprendiendo con momentos místicos inducidos por la tecnología. 

Así he sobrevivido estos meses de viaje perpetuo, con mi colección de discos en el bolsillo, agradeciendo a los japoneses, la gente que hace buen diseño industrial, las mujeres que han marcado canciones, los audífonos con cancelación de ruido y otros prodigios del pulgar opuesto. Pienso que al llegar llamaré a esa muchacha del viaje y no le daré una cinta sino un playlist de 5 horas de recuerdos aislados, “música que escuché mientras mirabas por la ventana”. Hablando de eso, en su aproximación a Maiquetía el 737 acaba de traspasar un manto gris delimitado por unos nimbo-cúmulos en el horizonte. Por la altura, soy una de las primeras personas en esta zona horaria que veo despuntar el alba. A 18,000 pies, por un azar que supongo gobernado por Dios, el kirie del Requiem de Mozart suena en el iPod y calculo que en pocos minutos, en la superficie del planeta, los gallos comenzarán a cantar.

-Daniel Pratt
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El dato del mes

    El dato del mes en un cover que hace Radiohead del tema Nobody does it better, originalmente interpretado por Carly Simon para la banda sonora de James Bond´s The spy who loved me y definido por Thom Yorke en alguna entrevista como el tema más sensual jamás escrito. Con la letra ligeramente cambiada y con un vatiaje muy lejano a la versión piano bar original, suelen interpretar este cover en conciertos. Alternativamente, les ruego que disfruten a la mami que hace el papel de rubia tonta en Lost in Translation interpretando este tema en el karaoke del hotel, mientras los protagonistas se cuelan sin ser vistos, como si fuera una travesura peligrosa. Por favor, aplaudan cuando ella grita "Thank you, Tokyo".

 
 




 

El antídato del mes

El antídato del mes es un cover que hacer Radiohead del tema Wish you were here, originalmente interpretada por Pink Floyd en el disco homónimo. Según los entendidos fue una colaboración de Yorke con Sparklehorse y la letra fue cantada por teléfono, pero a pesar de lo malo que es el cover, hay un par de versiones que se pueden conseguir por ahí, así que volvió a interpretarla.

 




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