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Today is Tomorrow’s Dream
Let’s take a seat in a small coffee shop, in the newly built centre of Beirut, an old Phoenician city, we’ll order Arabic coffee and Arguili. They say smoking Arguili is like smoking 22 cigarettes at the same time, but we’ll still order it, with apple taste and I will start telling you a story of ‘Thousand and one nights’ of one country hidden behind the mists of rainy mornings and high mountains. A country where one can ski in the snow covered mountains and swim in the sea same day. Where a stranger gives you his umbrella on a rainy day, a country where people simply live their lives and enjoy every day that God gave them. Inviting smell of spices and bread being cooked right in front of my eyes. A small cafe, next to a book shop, open till late, no limitations. Wild honks of cars passing by. No rules for driving, no traffic lights. Just look at the right, no cars, drive. All this passion and madness mixed in the Middle Eastern fairytale, called Lebanon. Beirut, a noisy capital, as confusing as a maze. There is no more Green Line that used to divide the city between east and west, between Muslims and Christians. Destroyed movie theatre among the shiny office buildings is the last reminiscence of the war that is over now. But Lebanese still do not dare to utter ‘Muslim’ loud in a coffee shop. Whisper, no one needs to hear, we keep it between me and you. Beirut, is the capital of constant traffic jams, when every car is trying to get forward meanwhile another driver confused a one-way street and everyone is honking. Walking along narrow streets, I notice a taxi with three people on the front seat and four on the back seat. Everyone goes different way, but this is possible in Lebanon. This is service taxi that for a fixed charge of ¢ 50 or one euro will drive you around the city, picking up other passengers willing to get in. Oh, what a pity, you ran out of Lebanese liras! It is not a problem, a driver will willingly accept US dollars and even Euro. Not to worry. When you get to the Hamra district, part of the city that mostly remained undamaged by the Civil War, get off the car at the American University of Beirut, an oasis of knowledge in the Middle East. This is a student district, where English is the language of communication. Lebanese students speak to each other in English, you hear them talking on the phone in English, sometimes French. They laugh, talk about their friends and relatives who immigrated to Canada, to Australia, to the Unites States. They talk politics and discuss new art exhibitions. They represent the Modern Lebanon, the country that only now is waking up from a long and tiring war, the war against the whole world. Lebanese people do not like being called Arabs. They are not Arabs, they are Phoenicians. Lebanon is the game of contrasts and Beirut is its biggest gamble. Right next to each other you see a mosque and a Christian church, there is no official religion and one is free to practice any belief that he considers to be right. Although, going further south I started noticing that in a crowd of women, I was the only one whose head and body was not covered. Lebanon as all the countries of the Middle East is a masculine society and a Lebanese man would take care of his woman, he would never let her pay, he would never let her walk alone home at night, he would surround her with his attention. A woman passed by and all men turn their heads in her direction. The beauty of a Lebanese woman comprises all the brush strokes of a dreaming artist, and a Lebanese man surpasses the charm of David, leaving the poor hero in doubts. But be cautious, sometimes you would have to face some petty lies: taxi drivers trying to charge you five times more than the actual price. It happens, but not always. Business in Lebanon is based on negotiation and there is always a great chance to negotiate a better deal in a hotel you are staying at, a taxi, taking you to the airport. Even though Beirut is not London, you’ll be surprised how expensive this city may be. It is dozing in winter and in summer when all beaches are open and the sun is burning your skin, you may find it even more expensive than prestigious resorts of the Pacific. Beirut has its deep charm, but do not let her make you blind. Beirut is sleeping right at the foot of the Mountain Lebanon, where houses are spread along its slope, and roads are winding and long. Further up another world begins. In the North of the country high in the mountains, grow Cedar trees, the symbol of Lebanon and the oldest trees on earth. Some of them are older than 1000 years. Giants covered with snow and so magnificent that one understands we could never fight the nature. This is where Khalil Gibran Khalil returned from America to find peace and beauty of his native village Bcharre. Lebanon is one of the most beautiful daughters of the Nature, it has its own rules, and we simply have to abide by them, patiently.
Tomemos asiento en un cafe pequeño en el recién construido centro de Beirut, una ciudad Fenicia. Pediremos café arábigo y Arguili. Dicen que fumar Arguili equivale a 22 cigarros a la vez, pero lo pediremos, con sabor a manzana, y te contaré una historia de "Mil y una noches" de un país escondido tras la niebla de mañanas lluviosas y altas montañas. Un país donde se puede esquiar en las montañas cubiertas de nieve y nadar en el mar en el mismo dia. Donde un extraño te da su paraguas en un dia de lluvia, un país en el que la gente simplemente vive su vida y disfruta cada dia que Dios les otorga. Aroma atractivo de especias y de un pan que se hornea ante mis ojos. Un café pequeño, al lado de una libreria, abierto hasta tarde, sin límites. Corneteo salvaje de carros que te rebasan. Sin reglas de tránsito, sin semáforos. Mira a la derecha, no viene nadie, dale. Pasión y locura mezcladas en el cuento de hadas del Oriente Medio, llamado Líbano. Beirut es una capital ruidosa, un confuso laberinto. Ya no existe la Linea Verde que solía dividir la ciudad en este y oeste, en Musulmanes y Cristianos. Una sala destruída de cine entre brillantes edificios de oficinas es la última reminiscencia de la guerra. Pero un libanés aún no se atreve a decir "Musulmán" en voz alta en un café. Susurra, nadie necesita oir, esto es entre tu y yo. Beirut es capital de atascos constantes de tráfico, donde cada carro intenta avanzar aunque alguien se come una flecha y suenan de nuevo las cornetas. Caminando por calles angostas, noto un taxi que lleva tres personas al frente y cuatro en el asiento trasero. Cada quien va a un sitio distinto, pero eso es posible en Líbano. Un taxi que por 50 centavos, un euro, te llevara por toda la ciudad, recogiendo otros pasajeros. Si se te acaban las liras libanesas, el conductor aceptará gustoso dólares e incluso euros. No hay de qué preocuparse. Cuando legues al Distrito Hamra, parte de la ciudad que se conservó a pesar de la Guerra Civil, bájate del carro en la Universidad Americana de Beirut, un oasis de conocimiento en el Medio Oriente. Es un distrito estudiantil en el que el inglés es el medio de comunicación. Los estudiantes libaneses hablan en inglés entre ellos, hablan en inglés por teléfono, a veces en francés. Ríen, hablan de los familiares y amigos que emigraron a Canadá, a Australia, a los Estados Unidos. Hablan de política y discuten sobre recientes exhibiciones de arte. Ellos representan al moderno Libano, el país que recién despierta de una larga y agotadora guerra contra todo el mundo. A los libaneses no les gusta que los llamen árabes. No son árabes, son fenicios. Líbano es tierra de contrastes y Beirut es su gran apuesta. Ves una Mezquita justo al lado de una iglesia cristiana. No hay religión oficial y se es libre de practicar cualquier religión que se considere apropiada. Sin embargo, camino al sur, comienzo a notar que en una multitud de mujeres, soy la única con la cabeza y el cuerpo descubiertos. Líbano, como todos los países del Medio Oriente es una sociedad masculina y un libanés cuidaría a su mujer y jamás le dejaría pagar o caminar sola a casa de noche: la rodearía de atenciones. Si una mujer pasa, los hombres voltean en su dirección. La belleza de la mujer libanesa comprende todas la pinceladas de un sueño artístico y un hombre libanés sobrepasa el encanto de David, dejando al pobre héroe detrás. Pero ten cuidado, a pesar de toda esa belleza, a ratos enfrentarás mentiras tontas: los taxistas intentarán hacerte pagar cinco veces el precio regular. Pasa, pero no es la regla. El negocio en Líbano esta basado en la negociación y hay una gran oportunidad de negociar un mejor precio en el hotel en el que te quedas, o en un taxi que te lleva al aeropuerto. Aunque Beirut no es Londres, te sorprendería lo cara que puede llegar a ser: duerme su invierno y en el verano, cuando abren las playas y el sol te quema la piel, puedes descubrirla mas cara que los prestigiosos resorts del Pacífico. Beirut tiene un encanto profundo pero no dejes que te ciegue. Beirut, la capital libanesa, duerme al pie del Monte Libano, en cuyas laderas atravesadas por caminos que serpentean reposan algunas casas. Más arriba hay otro mundo. Al norte, en lo alto de las montañas, crece el cedro, símbolo del Líbano y el árbol más viejo de la tierra. Algunos envejecen hasta 1000 años. Gigantes cubiertos de nieve tan magníficos que uno entiende que no podremos nunca luchar contra la naturaleza. Es aquí a donde Khalil Gibran Khalil regresó de América para encontrar la paz y la belleza de su pueblo natal, Bcharre. Líbano es una de las hijas mas hermosas de la naturaleza. Tiene sus propias reglas y solamente debemos coexistir con ellas, pacientemente.
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