Una perfecta ejecución
-Daniel Pratt
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Lo primero en la entrada es una pared, una cuadrícula multicolor con la palabra ‘Welcome’ en fuente pixelada. Detrás de esa pared, el foso, en el centro una especie de ring sin cuerdas sobre el cual está suspendida una representación gigante del cubo de Rubik. En círculo alrededor de la tarima central hay escenarios secundarios para distintas especialidades. En la más cercana, un grupo de discapacitados resuelven el cubo usando sólo sus pies, sudan durante una cruel agonía que seguramente está diseñada para que el resto de los mortales nos sintamos mal acerca de nuestras patéticas vidas y decidamos para siempre, es decir, durante los próximos veinte minutos, ser buenas personas.
Más adelante, acrobacias impresionantes: 3x3x3 en cuarenta segundos, treinta segundos, veinte segundos. Secuencias frenéticas en las que apenas se distinguen los colores. Imposible imaginar que alguien pueda pensar tan rápido. Un tipo sube a uno de los rings y le dan un cubo revuelto. El competidor lo sostiene y mira alternativamente cada una sus caras durante diez segundos. ¡Dios! Está memorizándolo. Una mujer, como las que anuncian los asaltos, aparece y le coloca una venda blanca.
Leí en alguna parte que las personas que resuelven el cubo de Rubik en menos de un minuto, speedcubers, pueden hacerlo porque se han aprendido cerca de 100 algoritmos dinámicos, algunos de ellos creados por una checa de 16 años en los ochentas. Basta alinear una de las caras en una configuración específica para desatar la descabellada combinación de movimientos que en pocos segundos arrojan la solución.
Apenas se distinguen los colores. De pronto el tipo se detiene, aprieta los labios, vacila durante interminables dos segundos. Luego decide, adivina con los ojos vendados, gira dos veces una de las líneas del cubo y relaja el rostro, sabe. Sabe que ha encontrado la combinación de una caja fuerte, abierto un portal hacia otro mundo. Alza las manos, suelta el rompecabezas y este cae, rotando lentamente. Rebota contra la lona. Resuelto. Perfecto.
Impresionante, aunque menos sorprendente que una combinación en ajedrez. Siempre, probablemente por envidia intelectual, profesional y lúdica, me han maravillado esas largas secuencias que normalmente comienzan con un sacrificio y que súbitamente dejan al oponente pocas opciones, encasillándolo en una derrota segura. Me dan envidia los maestros de la calle que, antes de tocar una pieza, pueden cantar mate en quince movidas; aquellos a los que la dedicación les ha dado la capacidad de memorizar, analizar, detectar la posibilidad de aplicar una combinación que permita calcular reacciones, limitar las opciones de defensa de su contrincante.
Sólo estos superdotados-mediante-la-práctica están preparados para asumir el juego cuando éste deja de convertirse en una batalla estratégica y, más como la guerra, se transforma en una lucha entre dos voluntades; sólo ellos tienen el temple para disimular el brillo del triunfo en sus ojos al saberse vencedores antes de que sea obvio.
Salimos. Junto a la sala hay un arcade intentando atraernos con una pobre combinación de sonidos. Sólo por curiosidad entramos con cierto desánimo. Hay algunos clásicos modernos: House of The Dead, ATV OffRoad Fury, Tekken, Marvel Vs. Capcom. Un par de veinteañeros azotan una máquina de Killer Instinct. Uno de ellos, llamémoslo Thunder por su avatar, está a punto de arrancar los controles, mientras que Glacius roza los suyos con gestos visiblemente premeditados, inclusive sostiene el joystick de una manera distinta, con la punta de los dedos.
Thunder ataca y se defiende como puede. Siempre puedes gorilear los controles y hacer que te salga alguno que otro combo. Claro, también hay una lógica detrás de las secuencias: medio-giro-hacia-adelante-patada-alta-patada-alta, será un buen golpe en cualquier juego, reglas motrices básicas. Sin embargo, los verdaderos combos mortales han sido diseñados para aquellas personas que tienen la falta de oficio -dedicación- necesaria para aprenderse secuencias de 8 movimientos que son distintos para cada uno de los personajes.
Se separan durante un instante, ocurre una pausa y es allí cuando Glacius detecta la oportunidad. Apenas se le ven las manos. Imposible detectar qué movimiento hizo, pero su personaje en pantalla salta y comienza un combo ultra. Su operador suelta los controles, sonríe. Sabe. Fin de la estrategia, mate en ocho. Glacius procede a descargar 30 o 40 golpes consecutivos. Thunder intenta romper el combo y mira atónito a su oponente en la vida real, que para intensificar el efecto, cruza los brazos. En la pantalla, un despliegue de gemidos, lluvia de puntos, un vértigo, una hermosa catarata de golpes, una perfecta ejecución.