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Restario versus el sumario del “nuevo cine nacional”

¿1800 caracteres pueden derribar un trailer de internet? O sea, ¿una crítica insignificante puede provocar que los productores de una película se vean obligados a modificar sus estrategias de promoción? Fuera de mi país no lo sé. En Venezuela es un hecho. Hace dos semanas publicamos un comentario de medio pelo contra el trailer de la cinta Cyrano Fernández. Una semana después, el trailer sale de la página, ante las miles de visitas que recibe de parte de curiosos, chismosos y afines que desean ver el spot de marras, escarnecido por nosotros. Hasta el momento, ignoramos cuál será el futuro del avance. No sabemos si será reformulado, reconstruido o reeditado. Lo único que sí sabemos es que fue tumbado del site, tras la publicación del artículo en un semanario de circulación local. ¿Esto qué quiere decir? Muchas cosas, pero entre otras que el cine nacional no resiste la menor crítica. Por eso, persiste el clima del complicidad entre nuestros medios y nuestros productores. Por eso, el debate sobre el cine venezolano se ha cancelado para ser sustituido por la ciega defensa de lo nacional, desde la óptica del peor enfoque publicitario. Por eso, los piches y palurdos 1800 caracteres que leerán a continuación, tumbaron el avance de Cyarno Fernández de su página web, donde en lugar del trailer ahora se puede leer un cartelito que dice: Coming Soong. Por eso, volvemos a recomendar la lectura de nuestra compañera de partido (o de tolda), quien nuevamente nos sorprende con otro artículo nihilista y deslenguado, cuyo punto de discusión se centra, naturalmente, en el tópico del mes: “nuestro cine” en la era del “Ahora Venezuela es de Todos”. Obviamente, de todos los que no patalean, disienten, votan en contra y hablan mal de Cacique.

El Trailer de Cyrano Fernández

(publicado antes de su intempestiva salida de Internet)

En la dirección electrónica “cyranofernandez.com”, está a disposición de las fanáticas y los fanáticos enamorados de Edgar Ramírez, entre los que no me encuentro, el trailer de su más reciente producción nacional, Cyrano Fernández, adaptación dirigida por el cineasta Alberto Arvelo, el mismo de Una Casa con Vista al Mar.

El avance anticipa una clásica historia de romance y guerra, en la tradición de Romeo Julieta, versión Di Caprio, pero en la periferia de Caracas, fotografiada y enmarcada como una postal de Corpoturismo. La presencia de Cacique y de Pastor Oviedo en la cabeza del reparto, le dan un aire de Cosita Rica y de Amores de Barrio Adentro al asunto, mientras tomas en grúa van y vienen al ritmo de una musiquita melodramática. ¿Un realismo social de exportación? ¿Una expresión de la sensibilidad neopopulista y quintorepublicana? ¿El cine venezolano de siempre, sólo que con actores diferentes? Sin comentarios…

Repentinamente, los personajes comienzan a mandarse mensajitos de texto, y la cosa adquiere el tinte de una cuña de Movilnet. La intromisión de la telefonía digital se justifica porque la Roxana de la trama recibe notitas de amor vía celular, por parte de su pretendiente, quien es asesorado por el Cyrano de la cuestión. También se ven persecuciones a mano armada y más planos de grúa, hacia todos lados. Las imágenes en permanente movimiento exponen al joven protagonista (¿el nuevo latin lover de Hollywood?) con una cicatriz en el ojo, que recuerda al maquillaje de Val Kilmer para Alexander (de quien se dijo que parecía que le hubiesen estampado un chocolate Milky Way en el pómulo).

Hacia el final del spot irrumpe una voz en off (en inglés como el resto del site, porque la versión en castellano sale después) que necesaria y obligatoriamente ensalza la propuesta, en un lugar común de la mercadotecnia (pues todo pulpero alaba su queso). Hay asimismo promesa de aventura, pasión y sangre, bajo un paquete tan imposible como el título de la obra: Cyrano Fernández (así como Don Quijote de la Charneca). En suma, ¿un abreboca de lo que vendrá? Véalo y extraiga sus propias conclusiones.

 Viene y viene arrecho

Reflexiones mal intencionadas y peor expuestas acerca de tu cine, mi cine, nuestro cine nacional

Permítame la palabrota como sugerencia de nuestro Cacique (quien no es el ron sino la resaca) y que conste que me obligaron. En todas partes se asomó con su franelita wannabe Juanes –porque ya ni los Molotov se la ponen- que rezaba: “Se habla venezolano”. Y si la metáfora es permitida: de pana y todo chamo que sí, cine nacional sí hay y está haciendo burda de bulla puéh, en todas partes uón.

Digo me obligaron porque desde todos los flancos están atacando duro y sin derecho a pataleo. La prensa destaca desde hace semanas la incursión estelarísima, protagónica y participativa de Edgar Ramírez, el famoso Cacique de Cosita Rica (cierren los ojos e imaginen que lo dijo el Sr. Vallenilla en una promo de la Guerra de los Sexos), en el filme hollywoodense Domino* y, en la reciente película de Alberto Arvelo, Cyrano Fernández. Además de los estrenos recientes de 1888 de Alfredo Anzola y toda la alharaca que en su momento formó Schneider con Punto y Raya. Ahora mismo, la prensa reseña también una suerte de “itinerario” del rodaje de El Caracazo de Román Chalbaud. Y cerrando el bombardeo: el trailer de Mi mujer es la que manda de Freddy Fadel, se ha colado en todas las funciones a las que he asistido en la última semana.

Pareciera que el cine venezolano es como la película aquella: un huelepega que cuando no estorba es porque se le tiene lástima. Estorba cuando todos los periodistas y críticos se ven casi obligados a reseñar los estrenos y “avances de la temporada”, que por ser escasos y débiles, se les presta complaciente y hermética atención. Muy pocos, por no hacer la negación completa, se atreven a criticar seria o formalmente los filmes venezolanos. Eso sería como tirarle el carro al niño que intenta limpiarte el parabrisas.

La inexistencia de una industria, léase bien “i n d u s t r i a”, con todas las letras y apreciaciones pseudomarxistas del caso; provoca que la proporción entre filmes producidos y filmes aceptables y/o correctos (ojo, no políticamente), sea desproporcionada. Citando a mi profesor de Teorías del Cine, quien siempre recitaba que si se producen y estrenan sólo cinco películas al año, la probabilidad de que todas sean pésimas es altísima. Es ese el hándicap, por no decir el fantasma, más espinoso con el que nuestro cine debe lidiar. Gracias a ello y amparado en la política auto indulgente a modo de “… es que en Venezuela hay MUCHO talento”; siempre terminamos leyendo y escuchando acerca de lo emocionante que fue el rodaje, la satisfacción del casting por haber trabajado con todo un “señor de la dirección”, las loas de un miembro a otro del crew, y por supuesto las anécdotas a granel que todos tienen que contar.

Echado ese cuento ¡chito! Nadie puede decir nada feo ni poco elegante de la película. Cuando en otros países, por ejemplo, el chiste de marketing es que se hable bien, que se hable mal, pero sobre todo que se HABLE del filme; aquí es un tabú. El muerto del que todos los periodistas necesitan salir cuando a sus manos llega la respectiva cajita feliz con betacam, pressbook, afiche y bebida pequeña.

La anécdota que ilustra ese argumento es fresca y reciente. Al poco tiempo de ser estrenado en Internet el trailer de Cyrano Fernández, este fue retirado repentinamente. Los rumores apenas están cuajando, pero el más fuerte de todos es que gracias a una reseña de esas malavibrosas y socarronas –de dudosa procedencia intelectual- además de minúsculo centimetraje, en comparación p.e. con los sendos artículos dedicados a su protagonista en los principales diarios del país y, con un alcance de difusión medianamente alto; los responsables del filme entraron en pánico colectivo e iracundos por la desidia de este criminal –por tirarles el carro y no darles ni 100 bolos-, se vieron en el penoso deber de retirar in so facto dicho trailer. La duda es ¿para qué? porque otra película no pueden hacer… Quizá se hacen ajustes para que el trailer sea más corto, exhiba menos planos de grúa, menos actitud sony, menos melcocha y sobre todo para que no se parezca tanto a un comercial de Movistar.

La otra mano que mece la cuna es nuestro puñado de directores. Toda una prueba de resistencia a la caducidad: ninguno se da por vencido. Cuestión que, y a pesar del chiste, merece una palmadita en la espalda, por el esfuerzo no sólo de mantener vivo nuestro cine sino también la rosca. Sin embargo, muy a pesar de la presunción reinante entre estos personajes, hay casos en los que existe una trayectoria que avala a algunos de estos directores. La obviedad de un Chalbaud con un importante número de películas a cuestas o el oficio de un Arvelo en filmes como Una vida y dos mandados o Una Casa con Vista al Mar, guardan quedito la falsa promesa (por ahora) de un futuro cinematográfico mejor. Por varias razones: hay que desmantelar la farsa de que este es un país de jóvenes cineastas, hay que entender que aquí ni hay Bruckeheimers ni hay plata para hacer tantas explosiones (tanto pirotécnicas como de estilo), y sobre todo que los buenos guiones no sólo son las acostumbradas narraciones que devienen en telefilmes y archivos criminales rosa, sino que se puede superar el color local y abrirse más a la experimentación. Ojo, no la “experimentación” de los visuales de nuestros vj’s citadinos, sino un ejercicio modesto y menos pretencioso, tanto argumental como visualmente. Si las ínfulas fuesen menores, de seguro habría más trabajos que ver, criticar y celebrar.

Intentando también menear la cuna, está nuestro ridículo star system, que sí es bien celebrado, alabado, difundido, jaloneado, ensalzado y enaltecido hasta la médula. Todavía más untouchables que los anteriores. Ocasión propicia para no dejar de mencionar el estupendo trabajo que está haciendo nuestro compatriota, Edgar Ramírez, en otras latitudes, dejando el nombre de nuestro país bien en alto. Edgar se une a nuestra minúscula pero no menos importante lista de actores que ya han probado suerte en Hollywood y que han dejado por allá ese saborcito de nosotros los venezolanos. Edgar –quien insiste en manifestar lo burda de pana que es Lucy Liu a pesar de no conocerla muy bien- se une a María Conchita y a Patricia Velásquez, formando así nuestra santísima trinidad del talento venezolano en el norte. (Lo sentimos por Mimí, que por más que lo intenta no entra a la tríada, así haga un cameo en CSI: Miami). Ahora sólo esperemos que Tony Scott convierta a nuestro Edgar en un Top ‘Cacique’ Gun. Además, esperamos que a este selecto grupo se una Dj Trece/ Jhonny Flecha/ Tony Arma, quien derrochará talento -como siempre lo hace- en el filme cuyo estreno mantiene expectante a toda la ciudad: Secuestro Express de Jonathan Jakubowicz.

El siguiente paso es seguir el proceso de la auto indulgencia desde Gochiwood, como ha sido bautizado el estado Mérida por los entendidos del circuito. La excusa es la premiación de largometrajes en el marco del festival de cine venezolano. Tristemente el cartel que orgullosamente exhibe películas realizadas desde el año 1998 no hace más que manifestar la palpable inmadurez temprano-tardía de nuestro cine. Aquello es un mal chiste, no sólo por el longevo período de siete años que abarca la convocatoria, sino además por un cartel que exhibe al menos nueve películas que incluso fueron transmitidas en televisión (en repetidas ocasiones algunas de ellas), delatando lo desfasado y trasnochado del evento. En un segundo plano y en letras pequeñas, se menciona la presentación de algunas piezas estudiantiles y de reciente data. Faltaría revisar si no hay un cine foro de “Los dentistas en el Lago de Maracaibo” o una ponencia de cómo Ávila Films se convirtió en Bolívar Films, dictado por Carlos Oteyza.

Hace tiempo en algunas paredes de Caracas comenzaron a aparecer graffitis con la siguiente inscripción: Fulanito viene y viene arrecho. Quizá para algunos incautos parecería que el cine venezolano viene y viene arrecho. Pero como en aquella ocasión, el fulano de tal cuya cólera teñía toda la ciudad, no era más que un Dj que terminó animando una fiesta comercial y privada. Estos son los coletazos de los eternos jóvenes cineastas negados a morir que no vienen amotinados sino más rápidos y furiosos que nunca.  

La máxima de hoy: ¿Industria cinematográfica? La de Sabana Grande, broderrrrr!

*Tómese la molestia de revisar en el siguiente link: http://www.imdb.com/title/tt0421054/, la lista del cast de Domino, y sea partícipe el humor más negro y despiadado: el de la vida misma. Lista donde el nombre de Edgar Ramírez aparece justo, justo, justo después del señor que interpreta a: Loser #2. Pero ojo! que el que sigue después es Mickey Rourke.


La Venganza de los Sith

Dir.: George Lucas. 2005.

De entrada la gente aplaude a rabiar, porque viene condicionada. De salida también lo hará, porque encontró lo que andaba buscando, porque consiguió lo mucho y lo poco que le habían prometido, y porque definitivamente le gustó la chorrada, harto malograda en su guión y torpemente resuelta en su edición. A los diálogos entre Anakin y Padme sobre la maternidad y el no me dejes por el lado oscuro por favor, sólo los supera en vulgaridad el primitivo montaje paralelo entre la reyerta de Palpatine versus Yoda y la pelea de espadas con Master Obi Wan y Mr. Vader. Florentino y el Diablo, by Lucasfilm Inc.

Por su lado, la mama de los pollitos sigue llorando lágrimas de cocodrilo, al tiempo que desfila modelitos con menos gracia que Jar Jar Binks, quien circula y circula por las pasarelas seudorococo de Episodio III, como un jarrón chino virtual sin utilidad alguna, abandonado a su suerte en una suite del Hotel Aladdin, donde juraría que transcurre buena parte del megaculebrón, que ahora y que va salir en tercera dimensión. ¿Y después qué, la versión en Arameo?

Pero sigamos destacando chambonadas. Qué decir del maquillaje de Palpatine cuando asesina a cara de estreñido, Samuel L. Jackson. ¿No les parece curiosamente racista que el negro siempre le quiera cortar la nota al muchacho de la partida? ¿Y eso del Dark Side no es también como políticamente incorrecto? ¿Puede haber algo más bochornoso que Darth Vader gritando noooooo cuando le informan aquella mala nueva que se venía venir?

En cuanto a la dramaturgia y a la construcción de los personajes, ¡Houston tenemos serios problemas! Primero, la transformación de Anakin en Lord Vader, resulta inverosímil y pobremente justificada por una serie de pretextos ramplones. Y ni que el ángel caído fuese tan pendejo como para dejarse manipular por las promesas de Palpatine. Entre tanto, sobre las proyecciones oníricas del protagonista, apenas dos cosas: innecesarias por lo obvias y estéticamente “chapulinescas”, además de ser el reflejo de las prioridades estilísticas del director: todos los medios reservados a la puesta en escena de la destrucción y los golpes de efectos, pero tan sólo un close up en cenital para recrear las pesadillas del antihéroe. Esto es en resumen, mayor inversión en la fuerza de los efectos especiales que en la fuerza de los conflictos dramáticos.

En tal sentido, el supuesto trasfondo metafísico, filosófico y absolutista de la cinta, no pasa de ser una tímida proclamación de eslóganes, frases hechas y lugares comunes sobre las bolserías que dividen a republicanos y demócratas, en el seno de sus patéticas cruzadas moralistas. Es rebajar el debate político al mismo nivel binario y maniqueo de nuestra Asamblea Nacional, donde juraría que transcurre toda la película.


Mi Mujer es la Que Manda

Dir.: Freddy Fadel. 2005.

Mitad Bienvenidos, mitad Radio Rochela, mitad Cheverísimo, mitad toda la comicidad chapucera subproducida por la televisión nacional en tiempos de cuarta y quinta. La cosa también tiene su tumbao de Sábado Gigante, sobre todo por el hedor a los chistesitos calientes de la familia Fernández. Pero por donde se le vea, Mi Mujer es La Que Manda requiere y exige ser entendida no como una película, sino como un skecth de larga duración para algún programa chabacano de señal abierta, o en todo caso, como un piloto de producción independiente para reconstruir en escena viñetas de Condorito, o mejor dicho, como una de esas obras que se presentan en el teatro Chacaito, bajo el auspicio de Sir Wilmer Ramírez.

Ahora bien, lo chabacano no es de por sí algo condenable o deleznable. Chabacanas y horteras son las películas de Alex de La Iglesia, y nadie se alarma por eso. Chabacano era y es Almodovar, y tampoco desagrada. Pero lo que en ellos resulta satírico y testimonial de una cultura de lo burdo (la Española), en Mi Mujer es la que Manda termina siendo una glorificación reaccionaria de lo demagógico en su peor acepción de la palabra, donde contradictoriamente y para mayor desbarajuste, se pretende esgrimir una crítica contra la política populista, aun cuando el guión haga uso de la misma para rebajar su discurso a un nivel de aceptación y asimilación masiva, es decir, a un grado de mínima decodificación por parte de las grandes audiencias(subestimadas de antemano por quienes emprenden la producción del proyecto).

En tal sentido, la simplificación de los argumentos detenta una trascripción literal en un lenguaje cinematográfico empobrecido, teóricamente deficiente y elemental, donde antes que montar, se edita, lejos de iluminar, se alumbra, y en vez de componer encuadres, se hacen tomas de frente por la libre y sin la menor conciencia del caso, todo lo cual sería injusto comparar, valga la acotación, con la alta calidad técnica que ha alcanzado el cine nacional en los últimos años. No olvidar, por ejemplo, la depuración estética de 1888 y Los Elefantes Nunca Olvidan.

Asimismo, en el plano de los contenidos, Mi Mujer es La Que Manda rompe con todos los esquemas preestablecidos por nuestra comedia de costumbres y por nuestros directores de género, al establecer un enfoque denigrante de lo mal llamado “marginal”, de la condición femenina y de la pobreza; vistas y asumidas por la cinta como verdaderas maldiciones del infierno, como castigos divinos a ser superados por el protagonista en aras de conseguir su redención final. Esto es, en resumen, una visión trivial, prosaica y estereotipada de lo popular, dignificado con anterioridad por películas como Macú, pero vilipendiado en la actualidad por largometrajes como éste, cuyas fuentes de inspiración deben más al Conde del Guacharo que a Roman Chalbaud.

La Intérprete

Dir.: Sidney Pollack. 2005.

La Interprete, sí, pero de las fantasías de Koffi Annan, quien concede el permiso de filmar semejante tapadera de Abu Grahib y Guantanamo en la sede de Las Naciones Unidas, una locación vedada, incluso, para el propio Alfred Hitchcock. No así para Sydney Pollack y su manera simplista de interpretar el discurso hegemónico del Consejo de Seguridad de la ONU.

En un caso optimo pero diametralmente opuesto, la película pudo haber traducido en imágenes el último informe de Amnistía Internacional, donde Estados Unidos encabeza la lista de los campeones en materia de violación a los derechos humanos. Sin embargo, la cinta prefiere obviar esta realidad, para narrar otra fábula moral sobre un genocidio en el tercer mundo, condenado y castigado gracias a la oportuna intervención de las fuerzas de seguridad de Norteamérica. Literalmente, es la C.I.A. y el F.B.I. haciendo el trabajo sucio de la ONU, reducida por el cineasta a un espacio vacío para la discusión de consignas huecas, cuando su labor consiste, al parecer del autor, en perseguir a los malos y ponerlos en prisión, tal como hizo Bush con Sadam y tal como hace la pareja de superhéroes con el dictador de la cinta.

Descontextualizada, encubridora, hipócrita, racista y xenofóbica, así es la nueva película de Sydney Pollack, un director que prefiere soñar con terroristas y genocidas africanos, en vez de denunciar o si quisiera sugerir la procesión de los siguientes atrocidades cometidas por su país, en los últimos dos años: la destrucción cultural de Irak, la invasión de Afganistán y la cooperación con los regimenes delincuenciales de Egipto, Israel, Arabia Saudita y Guinea Ecuatorial*, cuyo presidente ha sido recibido con bombos y platillos como Maria Corina Machado en la Casa Blanca. De todo esto y mucho más, La Interprete hace chito, mientras grita duro hacia la derecha y contra el sur, para desviar la atención de las cárceles de Bagdad. Lo peor del caso, sin duda, es que Sean Peen legitime con su presencia este biombo kistch que se despliega, como siempre, para ocultar la muerte y la sangre que se derrama en nombre de la paz, la democracia y la libertad.

*El grupo opositor ecuatoguineano “Resistencia Nacional de Guinea Ecuatorial”(RENAGE) ha denunciado hoy desde el exilio en Yaoundé (Camerún) su indignación ante la decisión de EEUU de excluir a Guinea Ecuatorial de su lista de países sancionados a causa de sus regimenes totalitarios. En opinión de RENAGE, este apoyo estadounidense a Guinea Ecuatorial se debe a “razones puramente de intereses económicos”, en referencia al petrolero y a las empresas de EEUU presentes en la antigua colonia española.

“El Gobierno de los Estados Unidos de América, presidido por el presidente George Bush, ha decidido excluir al régimen de Teodoro Obiang Nguema del eje del mal, gracias al petróleo según se desprende de la lista de los países sancionados por la Administración americana, de entre ellos, Cuba, Corea del Norte y Birma”, ha denunciado hoy RENAGE.

Desde el exilio en Yaoundé, capital de la vecina Camerún, la formación opositora ha expresado su consternación e indignación ante esta noticia que “consideramos una bofetada al pueblo de Guinea Ecuatorial que sufre en carne y hueso las atrocidades del criminal régimen dictatorial de Teodoro Obiang Nguema y su clan de aduladores”.



La Casa de Cera

Dir.: J. Coullet Sierra. 2005.

Todavía no vamos a echar pestes de la Hilton, así que achántense los venenosos. Primero lo importante, después lo banal y por último Paris, que está mas allá de lo pueril, y que en sí misma no es más que eso, una muñequita de cera(la película prefiere evadir este planteamiento para rendirse a una contemplación vouyerista de la jevita en trapos íntimos).

Pero antes de todo, debemos destacar los antecedentes de la obra, pues La Casa de Cera, como Masacre en la Cárcel 13, es un remake de otro remake. Así, la versión primigenia (Mystery of the Wax Museum) data del año 1933 y fue dirigida por Michael Curtiz (nada más y nada menos que el responsable de Casablanca, de modo que superarlo no está fácil).

Otro peso pesado, Andre de Toth, dirige la primera adaptación de la cinta original en el año 1953, dos décadas después y en pleno declive del cine de terror. Aquella cinta contó con la figura de Vicent Price en el reparto y no recibió las mejores críticas. Sobre la misma, Carlos Losilla afirma: el hecho de que la Warner retomara para la ocasión el argumento de un filme de M. Curtiz de 1933 no es en absoluto casual, porque en el fondo la operación instaura una metáfora perfecta de la situación del cine de terror americano de los años 40 y 50: Jarrot, el protagonista, persigue la belleza y la coherencia, pero las circunstancias le abocan, no sólo a recurrir al tremendismo para el modelado de sus figuras de cera, sino también a vivir en carne propia esa violencia. En otras palabras, el cine americano está cambiando, se está convirtiendo en otra cosa…

Naturalmente ese convertirse en otra cosa también representa una característica del cine de terror posmoderno, sobre todo cuando en su seno se producen largometrajes como La Casa de Cera, una película sintomática de los tiempos que corren en la industria, por dos razones: porque no logra salir del círculo vicioso de la falta de ideas y del mero reciclaje de sus referentes del pasado, y porque en consecuencia apela a formulismos desgatados, sin asumir ningún tipo de distanciamiento.

En efecto, la cinta roba texturas y situaciones de docudramas como El Proyecto de la Bruja de Blair, en un intento por renovar la fachada de esta vieja mansión del horror. Desde luego y como reza el credo del género, el caos y el crimen residen al margen de la civilización, mientras se identifica a la barbarie con la provincia. Aparte, la violencia alcanza cotas de hiperralismo pornográfico (a lo Irreversible), y paralelamente se castiga al sexo (interracial) con la muerte. Si a ello aunamos la descolorida intervención de la protagonista de Simple Life, no hay mucho que rescatar de esta House of Wax, excepto por el apocalíptico derretimiento del final y por el detallazo de que los policías lleguen a destiempo al lugar del suceso. Por desgracia no es suficiente para disipar el mal olor que desprende esta nueva fragancia de Paris.