Pasé la tarde encerrada a oscuras
Observando cambios de luz
Sintiendo el efecto de la postrimería
Ca
yen
do
me
Y perdiéndome en los sueños.
La luz tenue penetra las cortinas
Posándose en los objetos y matizando mi piel de dorado.
Juego de luces y sombras
El cosmos bajo mis ojos
Bajo la piel me escapo
Albergo algo en mi médula
Algo que codicio y desdoblo en soledad
Que se extiende y crece todo el tiempo
Ya lo sentía en mi cuerpo
así
Ya
Estaba a punto de
Ruido.
Un relámpago de luz ciega mi vista
Descubre la habitación nuevamente
Es mi madre abriendo la puerta
-¿Qué quieres?
Se asoma y me mira
-saber si estas viva aún...
-déjame en paz, vete y apaga la luz
Cierro los ojos
Me hundo nuevamente en mi cama
...Pienso
Flotando arriba
boca
En esta laguna tibia
Voy exhalando en un trance
Los espasmos de mi cuerpo
Bañada en sudor
Pasó las manos por la cara
Tocó mi vientre con una mano y mi cuello con la otra
Rozó mis vellos húmedos
De pronto no pude contenerme.
Abrí la boca ahogando un grito de placer.
Sentía un peso y unos cabellos en mi rostro,
estás acariciando mi entrepierna.
Abrí los ojos.
Se me salieron las lágrimas al verte.
-Has vuelto
Dulcemente me sonríe y besa mis manos.
Yo me incorporo goteando sudor y lágrimas.
Le abracé muy fuerte, temía que se desvaneciera.
Quería decirle todo ahora que estaba aquí.
Sé que no debía,
pero no pude contenerme..
Le solté un “te quiero” y le pedí que me llevara lejos de aquí, le dije que lo amaba más que a nada, que no había forma de volver atrás.
Él se zafo inmediatamente,
Se quedo viéndome unos segundos
Luego su actitud cambió
-¿En serio pequeña? ¿Me quieres?
Me mostró sus colmillos, tomó mi rostro con sus manos, se acerco y me miró con tal voracidad, que pensé por momentos que iba a tragarme entera.
Sentí miedo, como si mis palabras me hubieran condenado.
Pero repetí:
-Si, te quiero.
Él no soportó escucharme, furioso arremetió contra mi,
lo dije otra vez
Mi precioso ángel fue demonio esa tarde.
Cayó sobre mí como un halcón me atrapó por las muñecas
Y se asió con un beso que partió mis labios
Ahogó mis gritos aprisionando mi lengua con la suya.
Se subió en mí y se sentó, intentando inmovilizándome.
Luego empezó.
Se divirtió un rato rasgando mi camisón y escupiéndome maldiciones.
Me castigó con sus furiosas caricias que me rasguñaron y me sonrojaron, luego con largas relamidas humedeció mis pechos, luego mi vientre y de nuevo a mis labios.
Me bañó en su saliva, probando de vez en cuando mis lágrimas.
Riendo como loco me abrazó y dio vueltas conmigo por toda la cama, hasta que llegamos al borde y nos caímos al piso.
Yo caí sobre él con los puños entre su pecho. Intente zafarme.
Él me mostró sus dientes y rápidamente me dio la vuelta,
Luego bajó hasta mi cintura y me cogió por las caderas apretando su pubis contra el mió, empujando mi entrepierna.
Mientras me forzaba, gritaba de placer y procuraba que yo también gritara, me golpeaba, me pellizcaba y se sacudía con todas tus fuerzas para aumentar mi dolor.
Si intentaba soltarme o apartar sus manos de mi cuello, se tiraba sobre mí para que me quedara quieta.
Quería quitármelo de encima, desesperada intentaba golpearlo pero él parecía no sentir nada mas que su propio placer. Podía sentir el calor de su cuerpo, estaba hirviendo. Una y otra vez entraba y salía incansable a su antojo, yo no podía controlarle.
Luego ya no sentí nada.
Gritó por última vez y luego se desplomó.
Creí que había terminado.
De pronto revivió y pude ver aun el fuego en sus ojos. Me tomo por los cabellos y me arrastró por el suelo hasta la pared. Me haló y me tiró contra el espejo, aturdida caí a suelo.
Miré arriba, a la grieta que había dejado.
N o t e v i
Sino hasta que ya estabas detrás de mi.
- ¡Uno!
¡Dos!
¡Tres!
¡Cuatro!
- ¡Basta por favor!!
Me golpeaste contra el espejo repetidas veces, grité y en seguida me pusiste de espaldas a él. Me obligaste a subirme en ti, poniendo mis piernas alrededor de tu cintura, me sujetaste por debajo y me hiciste brincar impulsándome desde abajo con tus brazos, violentándome contra el espejo.
Volvimos a la cama, te sentaste en el borde aún conmigo colgada. Acariciaste mi espalda, mis nalgas, mis piernas. Yo no me atrevía a moverme, me quedé recostada sobre ti como me dispusiste.
Me acunaste un rato, y luego te despegaste de mí, dejándome de espaldas acostada.
Aún tenía los ojos cerrados, me quede llorando silenciosamente, respirando.
Mi cuerpo emitía pequeños espasmos.
No supe cuando te fuiste, tenia miedo de alzar la cabeza y verte.
Me levanté y fui caminado torpemente hacia el baño.
Encendí la luz
Me quedé parada en el lavado, contemplando mi rostro y mi camisón hecho pedazos.
Permanecí así un rato
y luego otra vez rompí en llanto.
-Maldita sea!! Yo te quiero!!
Grite hasta que ya no me quedaron fuerzas.
Me desplomé en el suelo, repitiendo con suave voz
t e
q u i e r o
.
Mientras un hilo de sangre iba por el drenaje.
-Perla Rosa
Cumaná, 15 años.
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