Perséfone
Fotos: Rómulo Ollarves |
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Finales de junio, 2009
Tendremos media hora platicando y aún no salgo de mi estupor. ¡Es increíble que te hayas acordado! Ese compromiso lo celebramos... ¿en el 97?. Este compromiso lo celebramos en 1996. 1996, cierto. Y dime una cosa... ¿En ese entonces fijamos una fecha exacta? No, sólo me dijiste que a tus cuarenta años. |
Pero, por supuesto... si ya mañana cumplo cuarentiuno. Hoy se cierra el plazo, claro. ¿Cómo iba a imaginar, cuando te vi allí parada frente a mi puerta con una botella y dos copas, que te acordarías? Sobre todo después de tanto tiempo sin vernos. De eso hace... |
De eso hace exactamente doce años, siete meses yyyyy... algunos días.
¡Que increíble! No pierdes el hábito de alardear con tu memoria. Pero tienes razón, el tiempo de las promesas es imperecedero. Bueno, lo importante es que, fieles a nuestra palabra, nos reencontramos, y eso te lo debo a ti. Si por algún instante fingí olvidar o el terror me hizo vacilar, tu presencia aquí niega la duda. ¡No sabes cuánto te lo agradezco! |
Sólo cumplí con recordarte el destino que te habías impuesto. Y como prometí acompañarte, estoy frente a ti y a las dos copas que, casi desde el primer momento, decidí nos acompañarían en este acto.
¡Qué aplomo! No sabes cuánto me impresiona tu fervor. |
Basta de halagos, Héctor. Bebe, que seguramente sólo se trata de una prolongación perpetua de aquellas veladas contemplando ancianos samanes en la plaza Ribas, o forjando laberintos en las melancólicas tardes de la ciudad vieja.
Bueno, que así sea. La muerte también es preservación. A tu salud. |