Poesía en Libertad

Compilación: Yolanda Pantin, Alexis Romero,
Jaqueline Goldberg, Hernan Zamora,
Igor Barreto, Alfredo Herrera y Sonia González

  1. Sobre los Héroes - Heberto Padilla
  2. El crepúsculo de la libertad - Osip Mandelshtam
  3. "Vivimos sin sentir el país bajo nuestros pies..." - Osip Mandelshtam
  4. Velocidad - Ana Ajmátova
  5. Invocación - Alvaro Mutis
  6. El Odio - Wislawa Szymborska
  7. "Mientras yo leo en México..." - Octavio Paz
  8. "Leche negra del alba la bebemos al atardecer..." - Paul Celan
  9. Y si después de tantas palabras… - César Vallejo
  10. "(…) Y aquí cayó tu sangre" - Pablo Neruda
  11. Masa - César Vallejo
  12. Ciudad de los otros - Sophia de Mello
  13. Dedicatoria - Ana Ajmátova
  14. En Varsovia - Czeslaw Milosz
  15. Sobre la plegaria - Czeslaw Milosz
  16. Noche de albergue - Enriqueta Arvelo Larriva
  17. Tejiendo la mañana - Joao Cabral de Melo Neto
  18. Cosas con plena libertad o sin ella - creación colectiva, Retén de los Flores de Catia
  19. "Hoy creo en tí, Dios..." - Antonio Arraiz








1.

Sobre los héroes

A los héroes
siempre se les está esperando,
porque son clandestinos
y trastornan el orden de las cosas.
Aparecen un día
fatigados y roncos
en los tanques de guerra,
cubiertos por el polvo del camino,
haciendo ruido con las botas.
Los héroes no dialogan
pero planean con emoción
la vida fascinante de mañana.
Los héroes nos dirigen
y nos ponen delante del asombro del mundo.
Nos otorgan incluso
su parte de Inmortales.
Batallan
con nuestra soledad
y nuestros vituperios.
Modifican a su modo el terror.
Y al final nos imponen
la furiosa esperanza.

        • Heberto Padilla













2.

El crepúsculo de la libertad

Cantemos, hermanos, el crepúsculo de la libertad,
el gran año crepuscular.
En las hirvientes aguas de la noche
se hundió el pesado bosque de las redes.
Te alzas sobre los años oscuros,
¡Oh sol, juez, pueblo!

Cantemos la fatal carga
Que sobrelleva el caudillo del pueblo.
Cantemos la carga crepuscular del poder,
Su insoportable opresión.
Quien tiene corazón debe escuchar, Tiempo,
Cómo tu nave naufraga.

Nosotros, en legiones combativas
Juntamos las golondrinas -y ahora
El sol no se ve y los elementos todos
Trinan, tiemblan, viven.
A través de la red –crepúsculo espeso-
El sol no se ve y la tierra flota.

Y bien, probemos: un torpe, enorme
Y chirriante golpe de timón.
La tierra flota. ¡Hombres, sean hombres!
¡El océano se abrirá bajo el arado!
Y hasta en el frío del Leteo recordaremos
Que diez cielos nos costó la tierra.

        • Osip Mandelshtam
          Moscú, 1918















3.


Vivimos sin sentir el país bajo nuestros pies,
nuestras voces a diez pasos no se oyen.

Y cuando osamos hablar a medias,
al montañés del Kremlin siempre evocamos.

Sus gordos dedos son sebosos gusanos
y sus seguras palabras, pesadas pesas.

De sus bigotes se carcajean las cucarachas,
y relucen las cañas de sus botas.

Una taifa de pescozudos jefes le rodea,
con los hombrecillos juega a los favores:

Uno silba, otro maúlla, un tercero gime.
Y sólo él parlotea y a todos, a golpes,

un decreto tras otro, como herraduras, clava:
en la ingle, en la frente, en la ceja, en el ojo.

Y cada ejecución es una dicha
para el recio pecho del oseta.

        • Osip Mandelshtam















4.

Velocidad

Este desastre no tiene límites…
Tú, sin nombre, alma o cuerpo,
como un buitre infame saltas sobre el mundo,
y todo lo falseas y de todo te adueñas,
         y nada consigues.

        • Ana Ajmátova














5.

Invocación

¿Quién convocó aquí a estos personajes?
¿Con qué voz y palabras fueron citados?
¿Por qué se han permitido usar
el tiempo y la substancia de mi vida?
¿De dónde son y hacia dónde los orienta
el anónimo destino que los trae a desfilar frente a nosotros?

Que los acoja, Señor, el olvido.
Que en él encuentren la paz,
el deshacerse de su breve materia,
el sosiego de sus almas impuras,
la quietud de sus cuitas impertinentes.

No sé, en verdad, quiénes son,
ni por qué acudieron a mí
para participar en el breve instante
de la página en blanco.
Vanas gentes estas,
dadas, además, a la mentira.
Su recuerdo, por fortuna,
comienza a esfumarse
en la piadosa nada
que a todos habrá de alojarnos.
Así sea.

        • Alvaro Mutis















6.

El odio

Mira qué eficiente es todavía,
cómo se mantiene en forma
-el odio en nuestro siglo.
Qué fácilmente salta los más altos obstáculos.
Qué rápido se abalanza sobre nosotros.

No es como otros sentimientos.
Es a la vez más viejo y más joven.
Él mismo da a luz las razones
que lo traen a la vida.
Cuando duerme, nunca es el sueño eterno.
Y el insomnio no mina su fuerza, la alimenta.

Una u otra religión
-cualquiera lo halla listo, dispuesto.
Una patria u otra
-cualquiera lo ayuda en la arrancada.
La justicia también sirve para empezar,
hasta que el odio está a punto y en marcha.
El odio. El odio.
Su cara torcida en una mueca
de éxtasis erótico.

Otros sentimientos son
indiferentes, débiles.
¿Desde cuándo la fraternidad
arrastra multitudes?
¿Acaso alguna vez la compasión
llegó de primera?
¿Alguna vez la duda atrajo a la chusma?
Es solamente el odio el que posee lo que toma.

Talentoso, diligente, trabajador.
¿Es necesario mencionar cuántas canciones ha compuesto,
cuántas páginas ha añadido a los libros de historia,
cuántas alfombras humanas ha desplegado
en incontables plazas y campos de fútbol?

Afrontémoslo:
sabe crear belleza.
Son espléndidos sus fuegos en los cielos de medianoche.
Magníficas sus bombas que estallan en el rosado amanecer.
No puedes negar la sufrida inspiración de las ruinas
ni un cierto humor obsceno
en la firme columna que se asoma.

El odio es un maestro de contrastes
-entre explosiones y silencios muertos,
el rojo de la sangre en la blanca nieve.
Y además nunca se cansa
de sus estribillos –el verdugo implacable
sobre la víctima sometida.

Siempre está listo para nuevos retos.
Si tiene que esperar un rato, espera.
Dicen que es ciego. ¿Ciego?
Tiene la mirada precisa del francotirador
y mira con fijeza el futuro,
como sólo él puede hacerlo.

        • Wislawa Szymborska
















7.

Mientras yo leo en México, ¿qué hora
es en Moscú? Ya es tarde, siempre es tarde,
siempre en la historia es noche y es deshora.

Solyenitzin escribe, el papel arde,
avanza su escritura, cruel aurora
sobre llanos de huesos.
                              Fui cobarde,
no vi de frente al mal y hoy corrobora
al filósofo el siglo:
                              ¿El mal? Un par de
ojos sin cara, un repleto vacío.
El mal: un alguien nadie, un algo nada.

¿Stalin tuvo cara? La sospecha
le comió cara y alma y albedrío.
Pobló el miedo su noche desalmada,
su insomnio despobló Rusia deshecha.

        • Octavio Paz


















8.

Leche negra del alba la bebemos al atardecer
la bebemos al mediodía y a la mañana la bebemos de noche bebemos y bebemos
cavamos una fosa en los aires allí no hay estrechez
En la casa vive un hombre que juega con las serpientes que escribe
que escribe al oscurecer a Alemania tu cabello de oro Margarete
lo escribe y sale a la puerta de casa y brillan las estrellas silba llamando a sus perros
silba y salen sus judíos manda cavar una fosa en la tierra
nos ordena toquen ahora música de baile

Leche negra del alba te bebemos de noche
te bebemos de mañana y al mediodía te bebemos al atardecer
bebemos y bebemos
En la casa vive un hombre que juega con las serpientes que escribe
que escribe al oscurecer a Alemania tu cabello de oro Margarete
Tu cabello de ceniza Sulamita cavamos una fosa en los aires allí no hay estrechez

Grita caven más hondo en el reino de la tierra los unos y los otros canten y toquen
echa mano al hierro en el cinto lo blande tiene ojos azules
hinquen más hondo las palas los unos y los otros vuelvan a tocar música de baile

Leche negra del alba te bebemos de noche
te bebemos al mediodía te bebemos al atardecer
bebemos y bebemos
un hombre vive en la casa tu cabello de oro Margarete tu cabello de ceniza Sulamita y él juega con serpientes

Grita toquen más dulcemente a la muerte la muerte es un maestro de Alemania
grita toquen más sombríamente los violines luego subirán como humo en el aire
luego tendrán una fosa en las nubes allí no hay estrechez

Leche negra del alba te bebemos de noche
te bebemos al mediodía la muerte es un maestro de Alemania su ojo es azul
te alcanza con bala de plomo te alcanza certero
un hombre vive en la casa tu cabello de oro Margarete
atiza sus perros contra nosotros nos regala una fosa en el aire
juega con las serpientes y sueña la muerte es un maestro de Alemania
tu cabello de oro Margarete
tu cabello de ceniza Sulamita

        • Paul Celan


















9.

Y si después de tantas palabras…

¡Y si después de tantas palabras,
no sobrevive la palabra!
¡Si después de las alas de los pájaros,
no sobrevive el pájaro parado!
¡Más valdría, en verdad,
que se lo coman todo y acabemos!

¡Haber nacido para vivir de nuestra muerte!
¡Levantarse del cielo hacia la tierra
por sus propios desastres
y espiar el momento de apagar con su sombra su tiniebla!
¡Más valdría, francamente,
que se lo coman todo y qué mas da!…

¡Y si después de tanta historia, sucumbimos,
no ya de eternidad,
sino de esas cosas sencillas, como estar
en la casa o ponerse a cavilar!
¡Y si luego encontramos,
de buenas a primeras, que vivimos,
a juzgar por la altura de los astros,
por el peine y las manchas del pañuelo!
¡Más valdría, en verdad,
que se lo coman todo, desde luego!

Se dirá que tenemos
en uno de los ojos mucha pena
y también en el otro, mucha pena
y en los dos, cuando miran, mucha pena…
Entonces… ¡Claro!… Entonces… ¡ni palabra!

        • César Vallejo


















10.

(…) Y aquí cayó tu sangre.
En medio de la patria fue vertida,
frente al palacio, en medio de la calle,
para que la mirara todo el mundo
y no pudiera borrarla nadie,
y quedaron sus manchas rojas
como planetas implacables. (…)
fue cuando ibas, pueblo, a cantar
una vieja canción con lágrimas,
con esperanza y con dolores:
vino la mano del verdugo
y empapó de sangre la plaza!

Ellos aquí trajeron los fusiles repletos
de pólvora, ellos mandaron el acerbo exterminio,
ellos aquí encontraron un pueblo que cantaba,
un pueblo por deber y por amor reunido,
y la delgada niña cayó con su bandera,
y el joven sonriente rodó a su lado herido,
y el estupor del pueblo vio caer a los muertos
con furia y con dolor.
Entonces, en el sitio
donde cayeron los asesinados,
bajaron las banderas a empaparse de sangre
para alzarse de nuevo frente a los asesinos.

Por estos muertos, nuestros muertos,
pido castigo.
Para los que de sangre salpicaron la patria,
pido castigo.
Para el verdugo que mandó esta muerte,
pido castigo.
Para el traidor que ascendió sobre el crimen,
pido castigo.
Para el que dio la orden de agonía,
pido castigo.
Para los que defendieron este crimen,
pido castigo.

No quiero que me den la mano
empapada con nuestra sangre.
Pido castigo.
No los quiero de Embajadores,
tampoco en su casa tranquilos,
los quiero ver juzgados,
en esta plaza, en este sitio.

Quiero castigo.

        • Pablo Neruda

















11.

Masa

Al fin de la batalla,
y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre
y le dijo: “No mueras. Te amo tanto!”
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Se le acercaron dos y repitieron:
“No nos dejes! ¡Valor! ¡Vuelve a la vida!”
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Acudieron a él veinte, cien, mil, quinientos mil,
clamando: “Tanto amor y no poder nada contra la muerte!”
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Le rodearon millones de individuos,
con un ruego común: “¡Quédate hermano!”
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Entonces, todos los hombres de la tierra
le rodearon; les vio el cadáver triste, emocionado;
incorporóse lentamente,
abrazó al primer hombre; echóse a andar…

        • César Vallejo



















12.

Ciudad de los otros

Una terrible atroz inmensa
deshonestidad
cubre la ciudad

Hay un murmullo de combinaciones
una telegrafía
sin gestos sin señales sin cables

El mal busca al mal y ambos se entienden
Compran y venden
y con un sabor a cosa muerta
la ciudad de los otros
llama a nuestra puerta.

        • Sophia de Mello



















13.

Dedicatoria

Las montañas se doblan ante tamaña pena
y el gigantesco río queda inerte.
Pero fuertes cerrojos tiene la condena,
detrás de ellos sólo “mazmorras de la trena”
y una melancolía que es la muerte.

Para quién sopla la brisa ligera,
para quién es el deleite del ocaso. –
Nosotras no sabemos, las mismas por doquiera,
sólo oímos el odioso chirriar de llaves carceleras
y del soldado el pesado paso.

Nos levantamos como para la misa de madrugada,
caminábamos por la ciudad incierta,
para encontrar una a la otra, muerta, inanimada,
bajo el sol o la niebla del Neva más cerrada,
mas la esperanza a lo lejos canta cierta…

La sentencia… y las lágrimas brotan de repente,
ya todo separada,
como arrancan la vida al corazón, dolorosamente,
como si hacia atrás la derribaran brutalmente,
pero marcha… vacila… aislada

¿Dónde están ahora aquellas compañeras del azar,
de mis años de infierno desnudo?
¿En la borrasca siberiana cuál es su soñar,
qué imaginan en el círculo lunar?
A vosotras os envío mi adiós y mi saludo.

        • Ana Ajmátova


















14.

En Varsovia

¿Qué estás haciendo, poeta, en las ruinas de la catedral
de San Juan,
en este cálido día de primavera?

¿Qué estás pensando, aquí, donde el viento
soplando del Vístula, levanta
el polvo rojizo de los escombros?

Has jurado que nunca ibas a ser
la plañidera.
Has jurado que nunca ibas a tocar
las profundas heridas de tu nación,
para no convertirlas en santidad,
santidad maldita, que durante siglos
persigue a los descendientes.

Pero este llanto de Antígona,
que busca a su hermano,
esto, de verdad, desborda el límite
de la resistencia. Y el corazón
es una piedra, donde como un insecto
está encerrado el sombrío amor
por la más desgraciada de las tierras.

No quería amar tanto.
No era ésta mi intención.
No quería compadecer tanto,
no era ésta mi intención.
Mi pluma es más ligera
que la pluma del colibrí. Este pesar
es superior a mis fuerzas.
Donde el pie tropieza con los huesos
¿cómo puedo vivir en este país
donde el pie tropieza con los huesos
insepultos de los que te han sido los más queridos?
Oigo voces, percibo sonrisas. No puedo
escribir nada, porque las cinco manos
se apoderan de mi pluma
y me hacen escribir su historia.
Historia de su vida y de su muerte.
¿Acaso he sido creado
para convertirme en la plañidera?

Yo quiero alabar las ferias
las arboledas alegres
donde me llevaba Shakespeare. Dejad
a los poetas un instante de alegría
o perecerá vuestro mundo.

Es una locura vivir así, sin una sonrisa
y repetir dos palabras
dirigidas a vosotros, oh, muertos.
A vosotros, cuyo destino
iba a ser el júbilo
de los actos, pensamientos, cantos y banquetes.
Dos palabras salvadas:
verdad y justicia.

        • Czeslaw Milosz



















15.

Sobre la plegaria

Me preguntas, cómo rezar a alguien que no existe.
Sólo sé que la plegaria levanta un puente de seda
por el cual avanzamos como en un trampolín
hasta alzar el vuelo por encima de los paisajes de oro profundo
cambiados por el mágico síncope del sol.
Este puente va hacia la orilla del Reverso
donde el otro lado de las cosas revela un sentido
apenas sospechado de las palabras “esto es”
Mira, estoy diciendo: nosotros. Y cada uno en su singularidad
siente allí la compasión por los que siguen presos en el cuerpo,
y sabe que, si incluso no existiese la otra orilla,
igual tendrían que entrar en el puente tendido sobre la tierra.

        • Czeslaw Milosz

















16.


Noche de albergue

Si no podemos dar a angustiados y tristes
un espacio en el día,
con cantos fulgurantes en los guamos,
con manchas conmovidas de claras mariposas,
con mazos de flores sin seña de morir,
hemos de darles el desierto de insomnio
y la ramada de entresueño.

Hagamos de la noche una noche de albergue,
viva, sensible, nueva, abierta,
con líneas y sustancia.

Siendo amplios en la sombra no probaremos muerte.
Aclaremos la noche sintiéndonos asilo.

No haya de extender el gallo sacudido
marca de negaciones. Arañas abnegadas,
en su ilusión de encaje, tejan para la luz.

        • Enriqueta Arvelo Larriva

















17.


Tejiendo la mañana

Un gallo solo no teje una mañana:
siempre necesitará de otros gallos.
De uno que reciba ese grito
y lo lance a otro; de otro gallo
que reciba el grito anterior
y lo lance a otro; y de otros gallos
que con muchos otros crucen
los hilos de sol de sus gritos,
para que la mañana, desde una tela tenue,
se vaya tejiendo entre todos los gallos.

        • Joao Cabral de Melo Neto

















18.

COSAS CON PLENA LIBERTAD O SIN ELLA
                                                            A Paul Eluard

El viento es libre todas las tardes pasa por mi casa, en la urbanización Pedro Elías Guitiérrez, entra y sale por las ventanas y luego se va, va y viene cuando quiere. Mis zapatos no son libres, porque siempre los tengo puestos y nunca los dejo de usar. Mi cama donde duermo, donde recibo a mi familia o hago el amor con mis mujeres no es libre. Esa mosca verde de ojos grandes que me despierta en las mañanas es libre; luego vuela hacia el basurero del centro comercial de la Avenida Sucre y regresa a mi celda de la torre norte. Esos malos olores de mierda de todos los días son libres, ellos van a parar a la casa de la familia Montoya que vive a pocos metros del Retén de los Flores de Catia. Los gusanos no son libres, nacen aquí entre tanta basura, y lo recorren todo, y aquí se quedan. El sueño es libre porque se dirige a los más recónditos lugares. Con el sueño se puede pelear con el monstruo más grande y uno siempre gana. Mi novia no es libre, mientras que su pensamiento esté conmigo y comparta esta pena conmigo. Cuando está en la cola a las puertas de la cárcel, no se puede poner de primera para entrar temprano y compartir esta presión, por eso no es libre. Mi lápiz no es libre, porque lo llevo siempre en cualquier sitio del cuerpo y sólo puede escribir con mi ayuda. Mis pantalones y camisas son libres, porque jenny se los lleva a lavar en el pequeño patio de su casa, por eso son libres. la escoba azul no es libre, porque siempre permanece en un rincón parada o arrecostada, esperando que algún Aseo la tome para barrer el sucio y el polvo que se va para la calle. Mis pensamientos son libres, vuelan hacia otros lugares, ven personas añoradas por mí. la mariposa es libre, ella pasa frente a la prisión, va y viene entre el viento y se pasea por tantos mundos. el agua es libre, cuando se desplaza entre tuberías y tuberías, hasta llegar a su destino donde es usada por Carmen Leticia para lavar la cabellera más negra del barrio el Setenta del Alto Valle y luego el agua continua su rumbo, por eso es libre. los árboles no son libres, ellos permanecen en lugares fijos: veredas, selvas, avenidas y solamente serán movidos por la mano filosa de la muerte. los tordos negros son libres, cuando yo miro hacia el Parque del Oeste veo que vuelan entre árboles de caucho, acacias, palmeras, pasean entre el viento, se detienen a comer y luego se van. mi almohada no es libre, todos los días la abrazo, y en ella me apoyo para pensar y pensar: qué será de mi vida cuando salga del pozo negro. El pensamiento es libre.

        • Creación colectiva, Retén de los Flores de Catia.


















19.

Hoy creo en ti, Dios.
Con la cara pegada al polvo
y los brazos en alto,
hoy proclamaría tu sabia justicia
porque tengo fe.
Una fe ciega, como un toro embistiendo.
Una fe ciega en tu sabia justicia.


La fe

        • Antonio Arraiz









Días de Combate
Rigoberto Rodriguez