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El engaño y la decepción

“Todo el mundo mira, pero nadie observa”




Cuando estudie la primaria hace mas de 35 años, había un libro de texto llamado “Que linda es Venezuela”, era una hermosa obra que retrataba -valga la redundancia- en varios tomos lo hermoso que era y es nuestro país. Mi Padre, gran nacionalista y amante de su tierra siempre me relataba hermosas historias de Venezuela, de la gesta del libertador y hasta de fantasmas y aparecidos, leyendas con las cuales me quedaba dormido cada noche de mi infancia.

Sucede que uno aprendió a querer a esta tierra, a apreciar lo hermosa que es y lo rica que es en historias, mitos y leyendas. Uno aprendió a decir con orgullo que uno era Venezolano y también uno aprendió que la nación tenia una constitución, leyes, estatutos y presidentes que debían velar para que a cada uno de los Venezolanos no les faltase nada cada mañana; pero cuando creces y te vas dando cuenta de lo que realmente sucede empiezas a ver que mucho de lo que aprendimos en los libros deja mucho que desear. Observas que hay pobres, siempre ha habido pobres, (mejor dicho, engañables y explotables), en Venezuela recuerdo con mucho cariño a Gregoria, descendiente de alemanes llegados a la Colonia Tovar que bajaba a Caracas a buscar su sustento y que trayendo siempre una canilla debajo del brazo, comía una vez a la semana en casa y lloraba mientras nos contaba a todos su situación y las penurias por las cuales pasaba para vivir. Igualmente son imágenes recurrentes a mi memoria la cantidad de personas que tocaban la puerta del apartamento pidiendo comida o algo de dinero, recipe en mano, para poder comprar las medicinas que la garantía de salud que los gobiernos de turno les negaban. Seres a quienes se les veía en los rostros el hambre y la miseria. Recuerdo cuantos niños se acercaban a mi Padre y le pedían algo de comer y él les compraba un perro caliente o una empanada que esos niños se comían sentados en la sucia acera.

Uno era un niño y no entendía porque esos niños no tenían Padres y porque no tenían para comer ni para vestirse como lo tenia yo, pero debían pasar años y situaciones para que uno se diera cuenta de lo que sucedía.

Simplemente, en mi caso, me decepcione de nuestros gobernantes, de todos ellos y sus engaños, incluyendo al que actualmente dirige al País sobre el impetuoso océano sin rumbo alguno. Si, ustedes, blancos, verdes, amarillos, olivos, rojos, ustedes nunca gobernaron, gobiernan ni gobernaran este país con vistas a la prosperidad y al bien común sino para vuestros bolsillos. No creo en ustedes ni en los que vengan de vuestros nidos, ya que seguirán siendo lo mismo. Ustedes y lo que representan, -bien lo dice el caudillo-, ya tuvieron sus cuarenta y dele de años de chance. Ustedes pudieron haber convertido a este país en el mejor país del mundo, ustedes pudieron acabar con la pobreza, el hambre y las matanzas de fines de semana, ustedes pudieron acabar con la corruptela, el robo y el compadrazgo, pero por lo que he visto, a ustedes nunca les importo ni les importa el país y su gente, a ustedes no les importaron nunca los pobres, los niños de la calle, los vagabundos, los enfermos, los ancianos que mendigaban su derecho a una justa pensión de vejez y los muertos de hambre que vagan por nuestras calles no desde hace casi seis años sino desde hace mas que cuarenta y dele y por eso ustedes perdieron el país, ese que ustedes pensaban, al igual que el caudillo, que era vuestro al igual que sus riquezas y no de esos Venezolanos que se mueren a diario soñando con “Que linda es Venezuela”. Ustedes, que no han hecho absolutamente nada, quitando por ejemplo, un par de casitas mal hechas y autopistas que nunca se terminaron aun después de cuarenta y dele de años deberían renunciar de una vez e irse al exilio, lejos de Venezuela, subir un alto cerro y mientras caen meditar acerca del mal que nos hicieron a todos nosotros y dejar de andar despotricando contra todo lo que ustedes consideraron bueno cuando ustedes, gobernando, acababan con el país. Váyanse lejos y dejen a los jóvenes decidir lo que quieren hacer con este país, no los contaminen ni los enfermen con la vieja historia del que bien lo hicieron ustedes cuando pudieron darnos a todos nosotros un mejor futuro, piensen todos ustedes, ladrones, cobardes, miedosos y complacientes traidores a la patria, piensen bien y váyanse de Venezuela y déjenle el camino abierto a ese líder que esta por allí, escondido entre el pueblo, observando, viviendo y sintiendo con ellos y esperando su tiempo. Váyanse todos ustedes, antes de que él aparezca. Dejen de seguir engañando al pueblo ofreciéndoles lo que nunca le cumplieron, váyanse ahora que pueden.

Hace muchos años, cuando salí del país a velar por mi Madre me traje una imagen dura y triste conmigo y que por cosas del destino, era simplemente la imagen de lo que venia. “Él trafico era pesado ese mediodía, cerca de Bello Campo, en una redoma se acababa de agachar un indigente en la grama y luego de romper una bolsa de basura saco algo de ella, levanto su rostro al cielo azul y abrió la boca y se metió aquel pedazo de no sé que en la boca. Cerro los ojos y su rostro asintió el rechazo de lo que empezaba a masticar.”, Esto sucedió hace ocho años y sucedía desde que yo era un niño, solo que hace cuarenta y dele años atrás uno veía uno o dos o tal vez tres indigentes, y como dos o tres, o tal vez cinco o seis niños de la calle y hoy simplemente se han multiplicado al igual que todos los males que nos acogen.

Señores blancos, Señores verdes y amarillos, Señores de olivos y dorados, quienes hoy gobiernan al país y les dicen a ustedes lo que tienen que hacer son simplemente los hijos sin amor que ustedes engendraron con Venezuela, en las repetidas orgías donde ella siempre fue la virgen inocente que nunca se quejo, con todo vuestro ADN de robo, corrupción, tramposeria y falta de amor absoluto por ella. Véanlos bien, reconózcanse entre ellos y por favor denles vuestros apellidos si tiene el coraje de reconocerles, que muchos de ellos fueron en su momento esos niños de la calle, esos “llevo la bolsa” del mercado de Guaicaipuro, esos “le cuido el carro”, esos que no leyeron a “Que linda es Venezuela” porque nunca fueron a la escuela del barrio o del pueblo porque había que ayudar a limpiar vidrios en las colas, había que ayudar a mama a vender empanadas y sustentar al hermano, a los pocos de ellos que pudieron estudiar y salir adelante. Por eso ellos no sienten amor por vosotros, quien lo sentiría, amor por una cofradía de delincuentes y ladrones de alto nivel que se olvidaron y le negaron todas las oportunidades a quienes hoy detentan el poder. Que hermoso hubiese sido que esos hijos de vosotros hubiesen llegado a la conducción de nuestro país para continuar y mejorar y en el mejor de los casos, prolongar la hermosa herencia de obras sociales, de salud y educación que nos hubiéramos merecido si ustedes hubiesen gobernado este país como lo enseñaban en “Que linda es Venezuela”.

Ya basta señores todos, ya basta!

Me despido dejándoles un extracto de la obra de Abraham de Saint Germain:

“Se acabaron los lideres en la tierra.
Ya no hay mesas redondas ni Hidalgos de la Mancha de gran bojote.
Ay Sancho, te diría el Quijote.
Cuando Dios vengue a su pueblo, imaginad la arrechera.”

Dedicado a los corazones jóvenes, a ustedes quienes tienen el destino de este hermoso país en el corazón y las manos.