Una Cruzada , dos lecturas
A Favor
Película a contracorriente tanto del género épico como de la política exterior de Estados Unidos. A diferencia de El Retorno del Rey, Cruzada no reconstruye una victoria sino una soberana derrota para el arquetipo del héroe imperial. Por eso, los paralelismos entre Alexander y el Orlando Bloom del Reino de los Cielos, son innumerables y evidentes. Ambos pierden en su última batalla, ambos se retiran sin obtener nada a cambio. ¿Alguna indirecta hacia el futuro de Bush en Irak? Quién sabe. En todo caso, la cinta de Scott ostenta el mérito de no dejarse llevar ni por modas intelectuales de corte republicano, ni por las nuevas leyes de la superproducción belicista, donde se le rinde culto al colonialismo como forma de religión. A propósito, la visión teocrática de la película también se aleja del enfoque ortodoxo y benedictino de largometrajes como La Pasión de Cristo, en cuanto se dignifica a la cultura musulmana, bajo el reinado de Saladino. Sin embargo, el director olvida humanizar a uno de los bandos en conflicto: los templarios, quienes terminan encarnando a los villanos unidimensionales de la partida. A pesar de ello, Cruzada resulta valiosa como cinta por su insistencia en dibujar matices sobre una realidad cada vez más en blanco y negro, la de la guerra y sus proyecciones posmodernas. En suma, descúbrala sin prejuicios y compárela con el maniqueísmo imperante en el medio oriente.
En Contra
Entre 1095 y 1270, los papas exhortaron a los cristianos a oponerse al Islam en una sucesión de guerras santas, Las Cruzadas. Sus objetivos declarados eran religiosos, combatir al infiel y expulsarlo de los sacros lugares; y los ocultos, políticos, económicos y de expansión territorial.
-Vicente del Castillo: Personajes Históricos en el Cine.
Es tiempo de cruzadas dentro y fuera del cine. Es tiempo de guerras por el territorio, en algún lugar no muy lejano y por todos los medios posibles. Verbigracia ,la intervención de Irak tiene lugar en horario estelar. Asimismo y como prolongación de la realidad bélica del mundo contemporáneo, la gran pantalla proyecta imágenes de acción y reacción en forma de películas épicas, como las que se estrenarán en lo sucesivo: Guerra de Los Mundos, Star Wars y Cruzada, la primera del conjunto y un espejo(distorsionado) del nuevo orden mundial, con sus batallas y conquistas por el control del medio oriente. En cualquier caso, le dedicamos un análisis de contenidos, no sólo para profundizar en ella, sino para descubrir sus resonancias estéticas sobre el pasado y el “Apocalipsis Ahora” de nuestra civilización.
Marco histórico
Según el profesor de la Universidad de Nottingham, Bernand Hamilton, “ las cruzadas formaron parte de la constante guerra entre las potencias cristianas y musulmanas por el control del Mediterráneo, una pugna que había comenzado con el ascenso del Islam en el siglo VII, y que ha continuado hasta el presente. Lo que distinguió a las mismas de otros momentos del conflicto fue el ardor de la lucha por Jerusalén”.
En efecto, se desplegaron desde el viejo continente hasta el hemisferio árabe un total de ocho cruzadas por el dominio de la ciudad santa. De todas ellas, sólo la primera constituyó un triunfo absoluto para el bando occidental. Las demás significaron una serie de reveses para los cristianos ante la contraofensiva musulmana, encabezada por el sultán Saladino.
Curiosamente, la mayoría de las películas occidentales sobre el tema, han reconstruido la victoria de la primera cruzada, evocándola con nostalgia y sin atreverse a rememorar sus subsiguientes episodios de derrota. Es el caso de la reaccionaria cinta Jerusalén Liberada, dirigida por Enrico Guazzoni en 1918.Inversamente, King of Heaven ha sido ambientada entre la segunda y la tercera cruzada, lo que en apariencia representa una ruptura con la tradición del género, pues se trata del principio del fin para los aliados del frente europeo. Sin embargo, la visión de la película no se distancia de la clásica moraleja etnocentrista, esgrimida y defendida por todos los cultores del cine imperial, entre los que figura el propio Ridley Scott, tanto por su lamentable y racista La Caída del Halcón Negro, como por el mensaje colonialista de Cruzadas, bien disimulado, por cierto, bajo un manto sagrado de pacifismo y corrección política de lo más idealizado, reduccionista y descontextualizado. Pero antes de proseguir con las condenas y las opiniones en contra, mejor recapitulemos y vayamos por partes.
La tesis
Sobre el argumento de la obra en cuestión, el autor ha manifestado: “la historia comienza en el año 1130, con Saladino, el musulmán conocido como el más sabio de los caballeros, que ayudó a mantener la paz en Jerusalén junto al rey cristiano Balduino IV. Este era un rey que propugnaba que todas las religiones eran bienvenidas en la ciudad, y por eso hubo un clima de respeto entre ambos. De hecho, Balduino , apodado el rey Leproso, era entonces rey de Jerusalén y murió de Lepra a los 25 años. Saladino podía haber conquistado la ciudad mucho antes, pero dado el respeto que le tenía a Balduino, que estaba enfermo, prefirió esperar”.
Ahora bien, ¿hubo tal clima de respeto y tolerancia hacia todas las religiones, durante las cruzadas inaugurales? No exactamente. De hecho, las investigaciones de Bernand Hamilton llegan a conclusiones muy diferentes: “La primera Cruzada se había convocado para liberar Jerusalén y los francos la convirtieron en una ciudad Católica. El matrimonio o las relaciones sexuales de cualquier tipo con los musulmanes estaban prohibidos por ley, a no ser que la persona musulmana hubiese sido previamente bautizada. A las comunidades judías se les exigió pago de impuesto, pero mantuvieron sus sinagogas y escuelas rabínicas, y los litigios civiles entre los mismos se dirimieron según la ley talmúdica. Sin embargo, y aunque los francos les permitieran visitar Jerusalén y seguir rezando ante el muro occidental , solo unas pocas familias judías se les permitió vivir en la ciudad santa”.
De igual modo, habría que recordar que este Reino de los Cielos no surgió por generación espontánea, sino por efecto de una carnicería: “los cruzados celebrarían su posterior victoria masacrando toda la población antes de cumplir sus votos de oración en el Santo Sepulcro: como ha demostrado la historia del siglo XX, las situaciones de guerra prolongadas dan lugar a atrocidades de este calibre”. En resumen, el film evade olímpicamente los detalles más escabrosos de la mitología medieval, para narrar otra épica de utopías y hazañas imposibles, desde la óptica de los vencedores y conquistadores del asunto, quienes protagonizan la trama al tiempo que acaparan la mayor proporción del metraje, en detrimento de los personajes musulmanes. Todo bajo una estética colosal “donde la espectacularidad y las convenciones novelescas triunfan por encima de los dictados de la historia”(Jaume Genover).
Marco Referencial
Antes de la Cruzada de Scott, se registran tres películas emblemáticas sobre la misma materia: Las Cruzadas(1935), del ultraconservador Cecil B. De Mille, El Talismán(1954), de David Butler y Saladino(1963), del prestigioso Yussef Chahine, el más importante realizador egipcio en activo. Obviamente, las dos primeras producciones son la antitesis de la tercera, es decir, son la encarnación literal y gruesa del punto de vista occidental, confrontado por el enfoque orientalista del último autor citado, quien “se plantea la realidad histórica de las Cruzadas desde la perspectiva de los pobladores árabes de la zona”(Jesús Martínez).
En paralelo, Vicente del Castillo sostiene el siguiente análisis sobre Las Cruzadas y El Talismán: en ambas producciones los hechos históricos sirven de mero trasfondo para sumergirse en una aventura próxima al western, cuyos principales patrones temáticos y narrativos comparten. De modo análogo al del cine del Oeste, el paisaje adquiere valor dramático; la peregrinación hacia otras tierras expresa un espíritu de conquista que lleva aparejada la imposición de una civilización sobre otra; el encuentro entre líderes de distintas naciones genera expectación y pone de relieve profundas diferencias; el enfrentamiento entre dos pueblos deviene en epopeya que no excluye el valor del heroísmo individual; a la postre, inexorablemente, mito e historia se confunden.
El bueno, el feo y los malos
Orlando Bloom. Es el arquetipo posmoderno del género épico, por sus consecutivas participaciones en gestas de corte militarista como El Señor de los Anillos y Troya, donde caracterizó a un par de guerreros disímiles, uno valiente y otro cobarde. Se le considera el Errol Flynn de la aventura contemporánea, aunque todavía debe probar su efectividad como estrella comercial, pues siempre ha trabajado a la sombra de alguna figura principal. Ahora tiene la oportunidad de encabezar el reparto de Cruzadas, a la espera de convertirse en el próximo Di Caprio. Mientras tanto, en el film de marras “interpreta a Balian, un herrero que ha perdido a su familia y casi también su fe. Entre la magnificencia y las intrigas del Jerusalén medieval, se enamora, se convierte en líder y al final usa todo su arrojo y su habilidad para defender la ciudad frente a fuerzas enemigas muy superiores en número”. En fin, un personaje romántico y unidimensional, digno de un melodrama de época con visos de folletín.
Edward Norton. Se ha especializado en papeles de antihéroe truculento y desdoblado en varias personalidades. Aquí encarna al Rey Balduino IV, consumido por la lepra, y ocultado tras una máscara de plata. Muchos lo perciben como el típico secundario revulsivo, omnipresente en la filmografía del autor.
En cuanto a los personajes islámicos, “Scott insistió en que todos los papeles de musulmanes fueran interpretados por actores musulmanes. Ghassan Massoud y Khaled el Nabawy, que encarnan a Saladino y al fanático mullah, son grandes estrellas en el mundo árabe”. Con todo, vale la pena reparar en las siguientes palabras del crítico Juan Antonio González: “según The New York Times, con la película se corre el riesgo de divulgar una imagen errónea del mundo musulmán. De hecho, el diario consultó a un catedrático en ley islámica, Khaled el-Fadl, de la Universidad de Los Ángeles, quien censuró a Ridley Scott por propiciar el odio a los musulmanes”. Asimismo, cabría destacar otra reflexión en el mismo tenor, formulada por Jaume Genover: “el árabe en el cine es un ser cruel, inculto, y tiene la osadía de apoderarse de lo más sagrado para un caballero cristiano: Los Santos Lugares”. De cualquier forma, el director también ha sido cuestionado por delinear un perfil barbárico de los cruzados. Sea como sea, un film a caballo entre los arquetipos y los estereotipos de siempre.
¿Happy end?
“Hemos elegido un momento histórico en el que se vive un estado de paz, algo que no parecemos capaces de lograr actualmente”, asegura Scott y agrega: “el centro de El reino de los Cielos es la tolerancia”. A lo cual habría que replicarle: ¿pero de cuál Paz y de cuál tolerancia hablamos? ¿De una paz impuesta y tutelada con benevolencia por parte de una potencia dominante y ocupante? ¿De la paz de Irak? ¿De una paz conquistada mediante la guerra? Vea la película y descubre usted mismo las respuestas.
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