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La gramática del alucinado, un libro que no fue

A propósito del último libro de Hesnor Rivera

Volveré a verte y será de nuevo ayer.
-Hesnor Rivera.


 

Desde hace varios años algunos importantes pensadores venezolanos han venido discutiendo acerca de la pertinencia de la gramática en el aula de clase, fundamentalmente en las edades más tempranas. Entre los más destacados afirmantes se encuentran Ángel Rosenblat y Rafael Cadenas. Ambos afirman, de una u otra manera, que la responsabilidad de la pobreza de nuestro lenguaje y la apatía hacia el mundo de la lectura son responsabilidad directa de los maestros y profesores de Castellano, quienes no sólo machacan la cabeza del niño y el adolescente con el estudio de la gramática sino que en la más de los casos el propio docente no tiene idea de lo que dice.

 Esto es lo que apunta Rafael Cadenas:

Lo que se ha hecho es majar la cabeza de los estudiantes con el estudio que más aleja del idioma y con mucha frecuencia lo torna aborrecible: el estudio de la gramática.

Esta ha sido una perniciosa confusión.

De lo que se trataba, y así lo indica el nombre de la materia, era de enseñar castellano, pero se tomó el rábano por las hojas.

El absurdo trastrueque ha dado lugar al más deplorable capítulo de nuestra educación (CADENAS, 1994:69).

 

La gramática, tal y como la concebimos, es una especie de tortol de la lengua, asesina impunemente lo maravilloso que hay en ella, y peor aún, el único reducto de libertad que quedaba en el hombre, se vuelve por instancias de la gramática, en la más espantosa cámara de tortura. Sin embargo, queda un territorio en donde toda posibilidad es válida, no sólo para el lenguaje sino para el propio espíritu humano: la poesía. Y sobre ella y uno de sus amantes van estas líneas.

 El poeta zuliano Hesnor Rivera puede ser considerado el poeta más alto y más importante del Zulia en todo el siglo XX. Su obra, trinchera del surrealismo zuliano, indica una conciencia muy clara del ejercicio poético y de los poderes cósmicos envueltos en él. Desde sus años en Apocalipsis hasta sus últimos días vivió en pleno ejercicio de esa conciencia, aunque eso le representara ausentarse, hacerse invisible para no dejarse tocar por la cotidiana laxitud del mundo de lo posible.

 Hesnor supo siempre que en las arenas poéticas la imposibilidad se hacía posible por una suerte de solaz misterioso en donde “Todo podría entenderse alegremente / Todo podría estar frente a su justa sombra” (RIVERA, 1993:11). De allí desde la inmensa morada  donde el espacio empieza por una lluvia que lo apaga todo, Hesnor construye una nueva gramática, esta vez para manejar el lenguaje y el tiempo de los sueños y de las mujeres de otra raza donde se aposenta el regazo que amamanta a la inmortalidad. Hesnor Rivera construye una Gramática del alucinado. Sacudido por la ceguera testaruda de los gramáticos y un poco por la propia Real Academia, Hesnor, el poeta, siguiendo el llamado de su sangre, se rebela contra las normas y emprende a pervertir las normas lingüísticas que asfixian a los que buscan en ella aquellos paraísos artificiales prometidos hace muchos años.

 En un recital realizado por el poeta en la Universidad Católica Cecilio Acosta en Maracaibo apuntaba lo siguiente acerca de esta gramática:

 Siempre ha llamado la atención en el país, el hecho de que los párvulos y los adolescentes no logren aprender Gramática, y lleguen a la universidad con errores inimaginables y con una incapacidad para leer o para entender lo que leen, capaz de conmover a un rinoceronte.

¿De quién es la culpa?

 Todo el mundo mira de reojo a maestros de primaria y profesores de secundaria. Pero, en buena parte, ellos son también víctimas de la gran enfermedad de la Gramática; de ese racionalismo utilitarista e intransigente, heredado del siglo XVIII que ha convertido al viejo "arte de leer y escribir correctamente un idioma", en un bloque de hielo, naturalmente sin alma, peor que el témpano de abstracciones mortales de las matemáticas.

 La gramática de Hesnor Rivera parece ser dictada a través de su sensibilidad por una especie de Olimpo particular, un Olimpo preñado de poetas, sus poetas, aquellos de quienes aprendió que “Las apariencias no engañan / menos de lo que puede hacerlo / la controvertida realidad de esta zona” (ÍDEM) La gramática a la que se opone Hesnor es aquella que:

 Toma, entre sus férreas pinzas, a la mariposa de la palabra hablada o escrita, y la diseca hasta sus últimas consecuencias. La mariposa muere y nace la Gramática, no un arte, sino una disciplina sin el más remoto indicio de la gracia dinámica, de la vital organicidad del vuelo, ni de la corriente de afectos que circula, unitariamente, entre la libertad y la belleza, esencia no sólo del idioma, sino también de todo arte y de la existencia humana

 Entonces Hesnor se explaya para hablarnos de otros tiempos irreconocidos hasta ahora por esta maraña de cosas posibles, de cosas probadas por la fría lógica y el orden que invierte al corazón en un espacio hueco que sólo asoma su rostro en las viejas láminas de anatomía perdidas hace ya mucho tiempo en la oscuridad de los laboratorios donde disecaron a la legendaria flor azul germánica. No son nuevos tiempos, son los mismos que fracturan las manos escarlata de la luna que acarician los sueños y las pesadillas grabados en la piedras del subconsciente.

 Por eso, es necesario que cada quien escriba todos los días su propia "Gramática del alucinado", con fantásticos "futuros pluscuamperfectos", y mágicos "presentes indefinidos". En cuanto a lo que puedan opinar los académicos, poco importa. Si esa gramática del alucinado de cada quien, logra tener poesía, esos ilustres personajes, peritos en usos prácticos, no entenderán absolutamente nada, tal como nadie entiende su gramática yerta.

Anotamos algunos de los poemas que conforman este libro:

 


Ante-pretérito simple
Alrededor de tu casa
sólo el horizonte es más ancho
agita sus paredes
de pañuelos en alto:
hacia el sur los de antaño.
Hacia el norte los más recientes
pero de igual modo lejanos.
Aquí la concordancia lleva
a cuestas y a simple vista
sus bártulos. Verbigracia
el sustantivo Demencia es rojo
como el amor que lo precede
y lo anuncia y al mismo tiempo
lo sigue y lo proclama a gritos.
El verbo se convierte siempre
en actos que la memoria inventa
para que el olvido —como suele
suceder— verdadermaente exista.
Tome su continente
de animal si se quiere insípido
como el del loro
cuando guarda silencio.
En este caso la concordancia
debe proyectar la seda
de sus tentáculos
para involucrar tu casa
por obra y gracia del adjetivo
referido simultáneamente a las trampas
seductoras del espacio y el tiempo.
De ese modo el horizonte puede
retornar a su sitio verdadero
que incluye bosques. Mástiles
—techos sembrados de leguminosas.
Puros pálpitos de amorosas locuras.
Reflexiones como pesadillas
sobre amores para siempre pendientes
llenos de incorrecciones
y al final cada vez más joviales.












Presente indefinido
Te encontraré ayer tarde.
Seguramente tú hayas perdido
ahora el porvenir contemplando
el vuelo del águila dorada.
Tú habrás estado siempre
inmóvil en el centro del día
de aquel año lejano
en que nos separamos sin darnos
cuenta —sin siquiera
percatarnos allí mismo
de lo que ocurría y todavía ocurre.
De lo que aún perseguimos
hollando la arena de un tiempo
malgastado miserablemente
por saborear los más vivos instantes
de una existencia
que no transitamos nunca.
El pasado por simple puede
que exista pero sólo
como un área y una atmósfera
donde apenas crece la espera.
Donde cada quien es el mártir
de sus propias alucinaciones
y declina y conjuga los hechos
según el giro de sus hábitos
—según la controversia
de sus delicadas memorias
siempre creadas y sobrealimentadas
con substancias fantásticas
para que se multipliquen
con voracidades indígenas.
Volveré a verte
y será de nuevo ayer.
Y te he perdido porque ahora
es mañana. Y es allí justamente
en ese bosque de los insomnios donde
las palabras intercambian las frondas
de sus significados absurdos
—donde pierden su brillo
y se bifurcan las sendas
de los astros del comienzo.
Donde los recuerdos cobran
las apariencias de las profecías
sobre el final de los combates
entre el amor y la muerte.
Es allí justamente donde estamos.
Donde nuestros desengaños
son simples como el pasado
que de pronto se volverá de espaldas
para que podamos
hace mucho encontrarnos.







 
Futuro pluscuamperfecto
El futuro no existe.
Lo inventaron los gramáticos
que padecieron más hambres
durante su permanencia
por lo común muy larga
bajo la superficie del mundo.
El futuro sólo existe
cuando le quita el puesto
al pasado vivido muchas veces
pero que desconocemos
casi siempre a diario.
Por eso
nada puedo prometerte
visión mía –sombra amada
que encontré y perdí tantas veces.
Que contemplé día tras día a fondo
pero en el laberinto de las
noches más claras.
Por eso
todo cuanto te digo lo invento
a expensas de mi propia
destrucción propiciada ahora
y a cada instante por los sentidos
cuando se interfieren
y se entredesgarran —cuando luchan
por beber en el ánfora
del más bello desorden.
Si alcanzo a recordar el tiempo
de nuestra vida próxima
resulta que en realidad somos otros.
Dos desconocidos que simpatizan
desoladamente. Y se tocan
hasta el extravío
en el traspatio
de una soledad que nos borra
furiosamente los rostros.
Es entonces cuanto tú me llamas
con el nombre de cualquier objeto.
Y me dices fuego noctámbulo —navío
para un solo viaje. Pájaro
de las alas impropias. Signo
de la intemperie sombría.
El futuro no existe.
Lo inventamos nosotros
sin siquiera conocer
la O por lo redondo.
Pero conociéndonos a tientas
siempre con el hambre o con la sed
de los sentidos revueltos
—conociendo en fin o apenas
cosas tan prácticas como
el infinito y el tiempo
donde los nombres se apagan.
Donde desaparecen de pronto
las palabras para reaparecer
más libres que los pedazos
de nuestro amor siempre nuevo.

 

Desgraciadamente el libro, el último libro de Hesnor Rivera permanece inédito. Su voz no encontró a nadie en casa. Nadie estaba cuando Hesnor llegó hablando de estos tiempos y como nadie estaba, todos pensaron que nunca llegó, que nunca tocó a la puerta, que pasó de largo. O quizás sí escucharon el llamado, pero ya él venía probando la invisibilidad porque la tristeza lo había tornado invisible. Ni siquiera podía ser perceptible cuando salía a respirar el humo de los amaneceres o a cazar a algunos ladrones decembrinos o a cerrar los ojos mientras la noche abría su pecho para derramar en leche cósmica los sueños pasados y nuevos. Lo cierto es que permanece inédita su gramática, arrumada junto al estante de los naufragios recientes. El mundo parece estar esperando que ella también se duerma o que emprenda el camino hacia su otra raza. El mundo siempre está esperando esas cosas...




 

Bibliografía

Cadenas, Rafael (1994) En torno al lenguaje. Caracas: Universidad Central de Venezuela.

Rivera, Hesnor (1993). Antología poética. Maracaibo: Secretaría de Cultura.