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Defensa de mi poesía
-Hanni Ossott
Publicado en El Diario de Caracas. 31 de Octubre de 1993.
Cuando escribí mi trabajo de ascenso para Profesor Asociado realicé tina exhaustiva investigación sobre lo que había sido mi poesía durante diez años. Ese trabajo se puede conseguir en la Biblioteca Central de la UCV. Hoy va no estoy para eso, tengo sólo un libro: Casa de agua y de sombras y debo preguntarme, así como se preguntan miles de profesores después de haber escrito enjundiosos trabajos, ¿por qué tenemos que defender un trabajo que se defiende por sí solo? Desde mi propia perspectiva, y tomando la salvedad que me concierne, me pregunto a mí misma, ¿por qué tengo yo que defender un libro de poesía, que vuela por sí solo entre los intersticios del alma o que podría derrumbarse, diluirse, por no tener la calidad que requiere intrínsecamente la poesía? Así, también me pregunto a mí misma ¿por qué un trabajo de ascenso en prosa debe asumir esta circunstancia? Pero dejémoslo así; supongamos que esto proviene de una cabeza calenturienta del Consejo Universitario o de cualquier Facultad de la Universidad Central de Venezuela. Lo voy a dejar así para deliberación próxima entre mis colegas.
El hecho es que yo presento un libro hoy que se llama Casa de agua y de sombras, ese libro consta de un prólogo breve, por cuanto se me exigía que fuese así; además, sentí la necesidad de escribirle un prólogo al libro.
El libro trata sobre mi infancia; la primera parte es sobre la enfermedad: la enfermedad de mi madre. Luego fue creciendo y abundándose en estancias y memorias acerca de lo que fue mi relación con mi padre y con mi madre, dos seres a quienes adoré. Por esa razón yo no publiqué ese libro hasta el año 1992, ocho años después de haberlo escrito, cuando mi marido y Rafael Arráiz Lucca prácticamente me lo quitaron de las manos. Yo no quería publicarlo, tenía miedo por ml sensibilidad, mi dolor, por el dolor de mi madre, por el dolor de mi padre. Eran muy míos y no quería que me los quitaran. Tenía miedo de que se inmiscuyeran en mi intimidad. Temía que un crítico estúpido participara de mi intimidad. Tenía miedo de mis propios miedos, en ese momento yo era una niña, y no podía ser otra cosa. Es suficiente.
El libro provino de un estado lúcido, a las 4 de la mañana, con una tacita de café y con un "insight" que afortunadamente me enseñó el Dr. José Luis Vethencourt. No sé cuanto tiempo estuve escribiendo ese libro. Pero al final vino el prólogo. El prólogo tiene visos de psicología infantil, pero nada tiene que ver con eso. Yo no soy psicólogo infantil. En el primer párrafo digo que un libro que rememora la infancia no puede ser "literario". Este libro que he escrito es precario para lo que puede ser la infancia, porque la infancia abarca una totalidad incomprensible para el ser adulto. La infancia es prístina, clara, inocente y corrupta. El libro de la infancia es un libro de memorias, si mi libro Casa de agua y de sombras es un libro de memoria. Ahí hay vestidos, bailes de mi padre con mi madre, estanques, presencias, ráfagas, un patio. la tristeza de Las seis de la tarde, la melancolía de la Navidad; es un libro melancólico.
El prólogo y estas reflexiones son fragmentarios. Nietzsche y Rafael Cadenas pensaron que la modernidad no podría escribir sino de manera fragmentaria, y esto es lo que me esta ocurriendo. Sólo puedo escribir esta defensa fragmentariamente. Además ¿qué tanto escribir?
Allí digo que si en el tiempo de la infancia no hubiésemos tenido "una cosa sagrada para reverenciar, un río, un mar, una montaña, un árbol, no hubiésemos sido poetas". La sacralidad es lo más importante en el ser humano, la sacralidad es un estado, una situación, una pasión por comprender, y sin esto no podemos vivir plenamente.
En Egipto, cuando yo estuve allí, murió un poeta, desesperado por la falta de sacralidad. Muchos poetas mueren por ello. La palabra sacralidad no se conoce. Es una palabra malversada. Malversación significa desperdicio. Y quizá pudiese meterme en asuntos que no me conciernen, pero creo que a nuestro país le falta sacralidad; a diario lo sentimos cada uno de nosotros y no podemos hacer nada con ello, porque la mayoría de los ciudadanos viven sin sacralidad.
También escribí: "Si al niño se le concede una hora diaria para la meditación será otra cosa". Pero esto no es sólo para el niño. Esto es para el hombre y la mujer. Debemos meditaren un "cuarto propio", sereno, plácido. Debemos tener tiempo para pensaren nosotros mismos y en los otros.
"La infancia requiere de una figura mítica que luego se quiebra", eso escribí, y luego agregué que "aprender la quiebra es necesario"; con ello quise decir que el dolor no se debe ocultaren la infancia y que del dolor vienen la abundancia y la riqueza, cono lo sabían Heráclito y Thomas Mann.
Atención, Rainer María Rilke me enseñó que "en cada enfermedad en la niñez uno se acercaba más hacia su propio centro"; la enfermedad en la niñez es un cuido, los padres están allí, las hermanas están allí, y el cosmos se abre a uno para cuidarlo.
La muerte esta también allí, y el niño debe aprender la muerte, suavemente. Sustituir su conocimiento por la historia de un viaje es una crueldad. La espera se vuelve abandono. Esto le ha pasado a muchos. Puede ser una ridiculez, pero hay que decirlo, sólo que en algunos, como es mi caso, se trastoca en poesía.
Quiero hablar también de mi ignorancia, pero no sé cuál es el hilo de mi ignorancia, no sé si soy sabia, no sé si soy ignorante, ando por el mundo recibiendo, aportando y nada más.
Tuve una casa que alguien una vez quiso sustituir por la mía, pero yo no lo acepté. Quise mi casa dolorosa, pesarosa, difícil, con todo el amor, con todo el odio, no un privilegio de la falsa riqueza sino una riqueza íntima.
Y ahora, quisiera desglosar algunas ideas de los ensayos que he presentado como sustento de mi poesía, porque resumen en parte lo que pudiera llamarse mi poética y mi relación con la poesía.
La experiencia límite, la del proceso creador, he dicho, es la del estado de escucha. "El poeta recibe las voces del alma" y el misterio, lo impreciso, adquieren fisonomía. El proceso creador "surge de una suerte de maceración", de un tiempo propicio, aventurado, a veces azaroso. El poeta tiene que saber escuchar.
Y aquí surge otra de mis reflexiones sobre la poesía, esta vez referida a lo que el poeta escucha, a la palabra. La palabra es ritmo, música, canto. Y las imágenes nos llegan con su propio ritmo. "El poeta, entonces tiene que descender desde las alturas diurnas de la conciencia a esa zona mediana y crepuscular. Allí se deleitará con el festín que los dioses le han otorgado. Porque el poeta, no lo dudemos, es un tocado por los dioses. Pero también es un ser en peligro de sucumbir. Por ello, la poesía es la práctica de un ritual, es la letanía que puede salvar al poeta. La poesía es riesgo puesto que es alma. Todo en la poesía es aparentemente inconcluso, provisional, equívoco y sombrío.
Yo soy un ser errático y por lo mismo mi relación con la poesía ha sido erótica. Literatura y erotismo son tiempo otorgado a la seducción. Lo importante, ya lo he escrito, no es terminar un libro, sino vivirlo, pulsarlo. El tiempo empleado en su elaboración, las caricias, la lentitud de las correcciones, la vibración en su relectura, constituyen la máxima expresión del cros. El hombre sueña desde el centro de la pasión, y el poeta sabe retardar la llegada a un centro de concentración y consumación. La literatura es cuerpo, carnalidad vuelta alma y espíritu.
¿Qué amamos los poetas? Esa es otra de mis inquietudes. Otra de mis divagaciones, como dice mi querido profesor y hoy mi jurado, Gustavo Díaz Solís. Amamos la playa, la literatura, el propio amor, la casa, la universidad, los amigos. Nuestro diálogo es un diálogo silencioso, pero no por ello menos efervescente. Lo otro se apresta para ser nuestro enemigo. Y esta oposición se resuelve en acto amoroso. "Se trata de una epopeya en donde el desencuentro está a la orden del día y en donde lo luminoso es casi un hallazgo". A veces surge un guiño de ojos y aparece en nosotros lo que Pavese llamó "estado de gracia", o "esa segunda vez", por la que reconocemos que el objeto de amor se corresponde con aquello que idealizamos. Desde esa genealogía, el poeta se hace matriz y genera símbolos para su construcción o para, por qué no decirlo, su destrucción. Y entonces surge la pregunta de Rilke ¿no es tiempo ya de que quien ama, en este caso, el poeta, se libere y, vibrando como la flecha, resista a la cuerda, para ser en el impulso de su salto más que ella misma?
A ello he querido agregar una palabra: la paciencia, la larga paciencia. Pues no siempre se puede saltar y el corazón, precario, lleno de estrías, sacrificado, se acongoja. "Tenso. En llanto, por amor, desde la espera. Tejiendo una rara y secreta fidelidad".
Poesía y muerte se conciernen. Ese saber instalarse frente a lo raro del existir es propio del poeta. Porque por encima de la existencia está la muerte: Lo que nos separa. Y el poeta ha aprendido de ella y Ie otorga su voz. Con filigranas teje su propio sudario y el sudario de los hombres, que no es otra cosa que la pasión por la vida, lo incomprensible.
Sin embargo, es necesario enfatizarlo, yo no creo en la separación de la muerte. El olor del tabaco de mi abuelo, las manos de mi padre, un traje de gasas, con ellos construyo mis poemas. Llevo raras lentejuelas apegadas a mi piel. Ellas cantan de melancolía. La muerte, para mí es quizás un himno.
Hablemos ahora del charco. Virginia Woolf supo que en las fronteras de la literatura y el arte siempre hubo un charco. Todo escritor alberga en sí un pantano. Lo deforme, lo cruel, lo podrido, el desequilibrio, se tejen y se mezclan entre nuestras más finas bondades. No obstante, nuestro empeño cono occidentales ha sido el de destruir a la serpiente Pitón, fija en nuestra alma. En el charco está la serpiente Pitón, esa que venció el curador Apolo.
Termino con un poema:
Uno debe rezar
en secreto
En cualquier parte
Uno debe rezar
sin Dios, con dioses con el desamparo
Uno debe repetir la letanía que extirpa el horror
Uno debe...
con la papila abierta.
(clic en cada sección para ver los textos)
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