HANNI OSSOTT: ENTRE LA NOCHE Y LA LUZ
No creo en la poesía de oficina, esa que se escribe religiosamente de 8 am. a 12 m. Pero tampoco creo en el asalto de las musas, repentino. Para escribir, como dijo Rilke en Los Cuadernos de Malte Laurids Brigge, hace falta haber vivido muchas cosas, ver, sentir, padecer, y domesticar esos padecimientos y experiencias. Eso difícilmente ocurre si nos sentamos a escribir todo el día. La vida no está dentro de cuatro paredes, no la vida que vale la pena ser vivida. La verdadera poesía, por lo menos con la que yo sintonizo, es una poesía escrita con pasión, en el sentido más amplio de la palabra. Un poema como Cuatro cuartetos de T.S. Eliot fue escrito con esa pasión de la que hablo, esa pasión que busca desentrañar la vida, auscultarla, entenderla. No hablo entonces de una poesía sentimental o amorosa Hablo de una pasión "domesticada", que ha pasado por el tamiz del lenguaje. Si uno lee el poema publicado en 1970 por la poeta venezolana Hanni Ossott, (1946), hay allí más pasión, necesidad de decir, que forma. Así empezamos casi todos, por una necesidad de decir, de expresamos, lo que aún no es poesía. Desde que se publicó aquel poema, lleno de imágenes sonoras, han pasado poco más de treinta años, y muchos poemas y libros fueron escritos por la autora. Su lenguaje se domesticó, tomó diversas formas, el poema en prosa, el poema más lírico, incluso el poema conversacional. Su lenguaje se expandió, se hizo vasto, en ocasiones se condensó ("El mar en mí no deja dormir"... "Nunca he visitado su tumba/la llevo), igualmente escribió un largo y complejo poema "Del país de la pena", que pertenece a El reino donde la noche se abre, en el cual hace una profunda introspección e indaga en lo nocturno, la locura, la enfermedad, lo femenino, lo cultural en Occidente.
Nadie entre nosotros buscó tanto la luz metiéndose en la noche, abriéndola. Un riesgo peligroso, nietzscheano, para hablar de uno de los autores que apasionó a Hanni. Pero, no hay pasión serena, bofetada dulce, apuesta controlada. Esas síntesis no las fregamos los incidentales, no tenemos recipientes mentales para ellas, desafortunadamente. Una pasión es algo que te lleva, te arrastra, termina desbordando su objeto. En los mismos títulos de las obras de Hanni Ossott hay un movimiento pendular entre la noche y la luz, entre la reflexión y la pasión (Espacios para decir lo mismo, Formas en el sueño figuran infinitos, Espacios en disolución, Espacios de ausencia y de luz, Cuando llegue el día y huyan las sombras, El reino donde la noche se abre, Plegarias y penumbras, Cielo tu arco grande, Casa de aguas y de sombra, El circo roto) En ese "largo camino hacia la noche" que encierra más de dos décadas de intensa escritura, hay por una parte una búsqueda estilística, cada nuevo título publicado representaba una experiencia diferente, un trabajo con el lenguaje distinto, y de igual modo uña serie de temáticas en las que se centró su escritura: la noche, el cuerpo, la enfermedad, la memoria, la infancia, la muerte, el amor.
Quisiera referirme en estas líneas a un modo de expresión en su obra que ha sido quizá poco abordado, el humor. Mas que un recurso estilístico, que lo es, el humor es sobre todo una manera de enfocar la realidad, un modo de verla, como de reojo, oblicuamente. Esa manera de enfocar la realidad la vemos en los primeros títulos de su obra, por lo menos de manera evidente, hasta Cuando llegue el día y huyan las sombras. No es casualidad que aparezca en los textos que aluden a la cotidianidad ("Y un televisor,/canción de cuna de maridos"..."Y usted que se ha creído/eso de de ser arisca y sin pulítura cuesta/Así que no sea socarrón ni golpee puertas) la autora es reconocida por sus títulos más líricos, más nocturnos, más dolorosos, El reino donde la noche se abre, Casa de aguas y de sombra, El circo roto. Si bien es cierto que estos títulos son de una gran profundidad y un trabajo de lenguaje verdaderamente extraordinario. Yo creo que a ella le gustaría que recordaran también su amor por la luz, por los placeres de la vida. Yo la vi jugando con su gato Ulises, disfrutando un pato pekinés, aspirando con placer un cigarrillo, riéndose de su marido, paladeando un Etiqueta Negra. Ella amaba la luz. Por eso ella se pregunta en su libro de ensayos Memoria en ausencia de imagen memoria del cuerpo: "¿Cómo devolver la vida al arte?".En ese mismo libro, un poco más adelante, cita a Kavafis, un poema que para mí se ha convertido en un axioma que trato de tener presente:
La delicia y el perfume de mi vida son la memoria de esas horas en que encontré y retuve el placer tal como lo deseaba.